La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







Para cualquier sugerencia, crítica u opinión.






jaestrelles@gmail.com






























viernes, 28 de diciembre de 2012

Circo (Emergencia V)


-La llevaba sujeta al pecho con un arnés bastante curioso. Parece un modelo muy sofisticado y a parte de estar cubierta de sangre. A simple vista no se aprecia que este dañada.
-Una cámara¡¡ ¿Para que coño llevaba una cámara?
-Chitón Calero¡¡ Gracias Doctor si pudieran limpiarla y pasárnosla. ¿Tenemos forma de ver lo que sea que tenga grabado?
-Susana, mi ayudante os la preparará. Tiene un portátil en la furgoneta quizás pueda echaros una mano.
-Perfecto Doctor, pues si no le importa se la robaremos un rato.
-Si¡¡ Eso sería un puntazo.
-Calero no me sea borde que le conozco¡¡
-Tranquilo Doctor le prometo que lo mantendré atado.
-Más le vale Castillo. Aun que les advierto que la chica muerde.
-Mira que graciosillos. Ya os vale y luego resulta que yo soy el salido.

-Perdona Susana, el Doctor Esparza nos ha dicho que quizás con tú ordenador; puedas ayudarnos a visualizar la grabación de esta cámara.
-¿Ayudaros? Claro, me tiene intrigada ver en que queda todo esto. Primero que si era un ajuste de cuentas, luego un suicida, después  un ladrón y ahora tal vez un paparazzi. Lo que guarde esa cámara promete ser de lo más interesante.
-Un paparazzi ¡¡ No me jodas solo nos faltaba eso.
-Vale Castillo no te ralles. Ya sabes como es esto. Susana y los chicos simplemente están especulando. Es lo que pasa siempre, cuando te encuentras con un caso un tanto extraño.
-Exacto. Veamos si puedo ayudaros, echémosle un vistazo a esa cámara. Seguro que aclarara más las cosas.
-Si, y sin duda que será menos asqueroso que seguir recogiendo todo este pringue. ¿Por Dios Santo que es eso?
-Pringue¡¡ Pero mira que eres bestia Calero. Son partes del cerebro de este pobre tipo. Cosa que dudo que encontráramos dentro de tú cabezota. Hay que recoger todo esto con mucho cuidado que esperas que le demos un manguerazo.
-Mujer¡¡
-Bueno vale no empecemos. Veamos si nos sirve ese ordenador. ¿Vale?
-Si eso. Dejad que eche un vistazo a esa entrada. Parece una conexión USB típica. Supongo que los cables que tengo servirán, pero vayamos a la furgoneta. Precisamente veo que Mújica esta allí el también nos puede echar una mano.
-¿Mújica, vuestro chofer?
-Menos coña listillo. Aparte de chofer Mújica es ayudante de laboratorio. Le va todo este tema de la informática. Si resulta que con la conexión directa no basta. Seguro que el sabe como conseguir unos drivers.
-¿Drivers, que coño es eso?
-Por Dios Calero. ¿Pero tú en que mundo vives? Los drivers son enlaces permiten conectar entre si programas distintos.
-Ostras Calero¡¡ No será que tú necesitas uno de esos para relacionarte con la gente.
-Iros los dos a la mierda¡¡
Ring, ring, rinnng
-Hay que joderse es de la central.
-Mira que bien tú amigo el Capitán vuelve a echarte de menos.
-Cabrón seguro que tiene el teléfono apagado.
-En realidad está en modo silencio, en días como este es mano de santo para evitar que te agobien con chorradas. Para que luego digas que no controlo estas cosas. Tú eres quien no aprenderá nunca mi pequeño saltamontes.
-No me vengas tocando los cojones¡¡
Ring, ring, rinnng
-Ya estamos. Si os parece voy preparando la cámara mientras vosotros seguís con vuestra riña de enamorados.
Ring, ring, rinnng
-Venga Castillo es coña¡¡ No te me mosquees ahora y coge el puñetero teléfono. Yo mientras estaré con los chicos viendo que se le puede sacar a la jodida cámara.
Ring, ring, rinnng
-Está bien, pero ojito con cagarla. Dios¡¡ Todo este asunto se esta poniendo raro de cojones.
Ring, ring, rinnng
 -Diga¡¡
-Joder¡¡ Ya creía que habías olvidado como descolgar el puto teléfono.
-¿Márquez? ¿Eres tú?
-No soy tú jodida hada madrina. Aunque teniendo en cuenta el afecto que me mostráis. La verdad, no se por que coño me preocupo tanto por salvaros el culo.
-Vale Márquez no divagues. El papel de mártir como que no te va nada. Así que al lío. ¿De que coño va todo ese royo? El caso es raro, pero no parece que vaya a descontrolarse. Los munipas montaron un poco de circo y la cagaron. Pero cuando se sepa son ellos quienes van a tener que apechugar.  Ya he hablado con el Capitán. Así que se ha apresurado a desentenderse del tema.
-A ver Castillo cariño, tanto juntarte con Calero te está volviendo un pelin lentito. Si de veras crees, que te estoy llamando únicamente por que me apetece oír tú voz sensual y aterciopelada. Vas listo. En cuanto al Capitán, acaba de salir hacia ahí cagando leches con un cabreo de la hostia. La verdad, esa apatía de la que hablas se le ha quitado de golpe.
-Hacía aquí¡¡ ¿Pero que coño dices?
-Perfecto veo que por fin he conseguido captar tu atención. No te soporto cuando andas acarajotado. 
-Márquez por tu madre¡¡
-De mi madre no, de la vuestra  ha empezado a acordarse el Capitán. Cuando ha llamado uno de nuestros coches para dar el aviso. Ahí enfrente, al otro lado de esa plaza que tenéis convertida en una jodida verbena. El segurata  de un edificio de oficinas ha pillado metidos en una furgoneta, a dos individuos sospechosos cargados con todo un equipo de grabación.
-Hay que joderse¡¡
-Ni te imaginas cuanto.
-¿Está relacionado con nuestro asunto? ¿Se han hecho los nuestros cargo de los tipos?
-Ese es el tema mi querido Castillo. El segurata nos pasó el aviso de que estaba pasado algo raro. Pero cuando los nuestros acudieron a su llamada. Se lo encontraron acompañado de cuatro tíos sacando de la furgoneta sin mucha delicadeza a los sospechosos.
-¿El segurata y otros cuatro tíos?
-Cuatro tíos… que resultaron ser del servicio de información de la guardia civil. El asunto de la detención se embrolló un poco y ya te puedes imaginar el resto.
-Picolos¡¡¡ Mierda, mierda, mierda. Esto es un puto circo.

martes, 18 de diciembre de 2012

Enigma (Emergencia IV)


Ring, ring, rinnng
-Vaya que original un politono de teléfono antiguo.
-Si…Disculpe.
-Claro, como no.
-¿Diga?
-¡Joder Castillo¡ ¿No le dijo Márquez que llamaran para ponerme al corriente cuando estuvieran sobre el terreno? ¿Por qué supongo que ya se habrán podido hacer una idea de que coño esta pasando por ahí? A que cojones viene tanto jaleo.
-En ello estamos mi capitán. Precisamente Calero anda distribuyendo a los nuestros que acaban de llegar. Mientras que yo recababa la información que nos acaban de pasar los municipales. Quienes por el momento se estaban ocupando del asunto. Le puedo confirmar que solo tenemos una victima. El revuelo tiene que ver con otro incidente ajeno al asunto y que ya ha quedado resuelto. 
-Entiendo tiene ahí a los munipas pegando la oreja. E imagino que muy satisfechos de ver que han tenido que cubrirnos el culo. ¡Mierda¡ Menuda nochecita llevamos, un tiroteo, una reyerta apuñaladas y un fiambre que ha aparecido en la sala de calderas del club de natación. Estamos desbordados.
-Bueno señor como le digo aquí ya estamos metidos en faena. El doctor Esparza ha empezado a examinar a la victima. En cuanto llegue el resto de su equipo estaremos a tope.
-¿El resto de su equipo? Oiga Castillo, la noche anda muy jodida, y si como dice la cosa no es tan comprometida como parecía y es un simple fiambre. Van a tener que apechugar con los recursos que tiene. ¿Estamos?
-Por supuesto.
-Pues a la al lío y procure que no haya sorpresas.
-¨Susordenes¨ mi Capitán.

-Desde luego hay que ver como se les aprieta el culo a los mandos cuando los a políticos les da por ponerse a patalear. Mi Subinspector también me ha llamado ya un par de veces, para ¨recordarme¨  que debo ofrecerles nuestra colaboración. Aun que claro esta el caso les pertenece.
-¿Ah si, no me diga?
-Le digo, le digo. Es más como usted acaba de apuntar ya tiene aquí a su gente. Pueden hacerse cargo del asunto. Así que lo dicho todo suyo. Nos ocuparemos de despéjarles la calle y si necesitan algo más ya sabe solo tienen que pedirlo.
-Si claro.
-Buenas noches detective Castillo. Como siempre ha sido un placer.
-Igualmente

-Por Dios que pelmazo. Pensaba que no iba a largarse nunca.
-¿Así de veras? Pues gracias por acudir a echarme una mano. No se como hubiera podido librarme de el sin tú ayuda.
-Ya, ya se que te la he jugado. Lo siento, soy un capullo. Aunque sabes también como yo que hoy lo mejor ha sido que me quitara de en medio. Morales es un mal bicho y me la tiene jurada.
-Eso no te lo discuto. Pero y del capitán que me dices. ¿O es que también te llevas mal con tú teléfono y pasas de el?
-Hombre…
-Da igual déjalo. Morales ya se ha quitado de en medio y el Capitán dice que nos apañemos tal cual estamos. Así que dime al menos que aunque sea a medio gas. Tú sesera ha podido hacerse una idea de lo que tenemos entre manos.
-Pues si, mira tú por donde algo te tengo. Estoy fastidiado y renqueante, pero no se que harías sin mi.
-Creéme  yo también me lo pregunto cada día.
-Que te den¡¡
-¿Qué tienes? ¿Sabemos quien es?
-En principio no llevaba documentación y como veras el tipo esta hecho un cromo.
-¡Un cromo¡¡Por Dios como coño han podido dejarle así¡
-Pues sobre eso…
-¡Has dicho que tenemos algo¡ ¿Es el arma?
-¿Arma? No apostaría a que eso lo hicieron a medias entre la gravedad y uno o más de esos balcones tan chulos.
-¡Balcones¡ ¡Joder¡
-Si la verdad es que es una pasada de fachada. Me extraña que no te hubieras percatado con lo que te gusta a ti eso de la arquitectura.
-No me jodas. ¿De verdad crees que es un suicida? Sería tener la hostia de suerte.
-Si como una flor en el culo. He pedido que inspeccionen la azotea para ver si damos con algo. Desde luego eso que pringa la barandilla del balcón del segundo parece sangre. 
-Sería un puntazo. Solo que esa ropa deportiva parece más propia de alguien que ha salido a correr o algo así. No de un suicida. Por no hablar de las lesiones son doce pisos de caída. Pero joder la cabeza parece una pasa.
-Bueno eso tiene una explicación. Supongo que ya te habrás enterado del episodio del munipa deslizante.
-No me hables de eso.
-Tengo que hacerlo. Resulta que en su viaje y tras arroyar al sanitario. El munipa le dio una patada a la cabeza del fiambre. O a lo que quedaba de ella. El caso es que ahora hay trozos de cerebro repartidos un poco por aquí y por aya. Los de la científica van a flipar en colores.
-Genial. Una descripción muy real la tuya. Gracias por el detalle, otra enternecedora imagen grabada en mi mente.
-No me seas nenaza. Mira Esparza esta moviendo el cuerpo parece que tiene algo. Joder¡¡ ¿Qué coño es eso?


domingo, 9 de diciembre de 2012

Despropósito ( Emergencia III )


-Perfecto, ese de ahí es Morales. Hay que joderse, la primera en la frente. Con la de munipas que debe de haber en esta jodida ciudad tenía que tocarnos el.
-Mierda que esperabas. Hoy llevamos todos los boletos del primer premio.
-Nos ha visto ahí viene.
-¿Preparado?
-Ni de coña. La birra y las cortezas de cerdo se están dando de hostias por salir de mi estomago. Como tenga que aguantarle el palique voy a echar la pota. Ocúpate tú, haré como que atiendo una llamada. Que te sea leve.
-¡Cabrón¡
-Vaya por Dios que sorpresa. Mira lo que trajo el gato los detectives Castillo y Calero en persona. Ya iba siendo hora.
-Menos chufla sargento. No creo que sea el momento, así que tengamos la fiesta en paz.
-Entiendo, a ustedes también les han dado ya el toque. Hay que ponerse las pilas. Solo hay que ver lo atareado que llega el detective Calero. Como mínimo debe de estar solicitando una escuadra de refuerzo.
-!Sargento!
-Ya, ya, lo siento. Tiene usted razón. Toca comportarse según el protocolo.  Todo muy profesional. Nada de sano e inocente compadreo.
-Exacto. Así que sí fuera usted tan amable de ir poniéndome al corriente. ¿Sabemos algo del fiambre?
-A parte de que esta muerto. Ni flores.
-Muy gracioso es usted para troncharse. Y del resto. A que viene tanto jaleo. ¿Puede decirme algo de eso?
-Si claro como no. Agarrarse, eso si es para troncharse.
-De veras, pues la verdad yo no le veo la gracia.
-Créame la tiene.
-Mire sargento si está... ¡Coño! Ése de la camilla es un sanitario.
-Si en efecto, uno de los que llegó en la primera ambulancia.
-Que rayos le ha...
-Un brazo roto y esguince de tobillo.
-¿Y en la UVI?
-Ahí  es donde esta nuestro chico. Conmoción cerebral, pero tranquilo parece ser que finalmente la cosa no es tan grave como pintaba en principio.
-¡No me joda¡ hay herido uno de los suyos. ¿Qué pasó les atacaron?
-Bueno más bien podríamos decir que es un caso de fuego amigo. Ya le dije que la cosa tiene su miga.
-¡Fuego amigo! Por Dios. ¿Se puede saber de que demonios habla?
-Vale hombre, no se sulfure. Ve el coche patrulla que hay sobre la acera, fue el primero en llegar. En el iban el agente Robles y un novato.
-¿Ha dicho un novato? Coño… por qué me da que me voy a arrepentir de oír esto.
-Se lo aseguro aún falta lo mejor. El caso es que Robles fue directo a atender a la mujer desmayada. Su marido que era quién había pasado el aviso estaba de los nervios. Gritando no se que sobre una bajada de azúcar, o algo así. La ambulancia y otra patrulla  llegaron  dos minutos después. Los sanitarios se hicieron cargo de la mujer. Así que Robles y los chicos se dispusieron a acordonar la zona. Según parece mientras Robles estaba con el matrimonio. A su novato se le ocurrió acercarse al fiambre para echarle un vistazo.
-¡Cristo¡ Ya decía yo que esto pintaba mal.
-Si bueno en fin ya sabe como es esta juventud de ahora. No hay forma de que presten atención les encanta ir por libre. El caso es que fue entonces, cuando se fijaron en que el novato había empezado a vomitar. Por lo que dicen parecía sentirse bastante mal y de pronto cayó a plomo como fulminado. Robles asegura que el golpe de su cabeza al rebotar contra la acera hizo un ruido de la hostia.
-¿Entonces el novato es el que esta en la UVI?
-Exacto
-¿Y que demonios le ocurrió al sanitario?
-Bueno ya le digo que el golpe del novato fue de impresión. Así que todo el mundo acudió corriendo a ver que le había ocurrido. Sin percatarse de que el chaval había estado echando la pota por media acera. Gálvez otro de los nuestros venía embalado y resbaló. Al caer se llevó por delante al sanitario que salió volando y se estampó.
-¡Al sanitario lo lesionó un municipal¡
-Se lo dije, fuego amigo. ¿Recuerda? Los chicos aseguran que Gálvez hizo una entrada sin balón y con los pies por delante. De roja directa vamos.
-¡No me joda sargento¡ Esto es de opereta.
-Si ya le dije que se iba a reír.
-¡A reír¡ ¡Una mierda¡ La prensa se va a poner las botas en cuanto se filtre el informe.
-Ya te digo.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Sorpresa ¡¡ (Emergencia II)


La Doctora Anchoa tiró del hilo que echó a volar esta historia. Así que va por ella.  

Sorpresa ¡¡  

-¿Dios se puede saber que coño tienes contra los semáforos?-
-Mierda. Acaso no has oído el nuevo aviso. Han pedido otra ambulancia para la dirección a la que nos dirigimos.-
-¿Para la misma? ¿Estas seguro?-
-Pues claro que estoy seguro. No me jodas. ¿Te habías dormido?
-Pues…
-Genial justo lo que me faltaba. Eres la hostia. Te advertí que no soplaras demasiado. Mira que lo sabía.
-Vale, vale no empecemos.
-¡Que no empecemos¡ Joder, estamos de guardia. Como se te ocurre quedar con tu hermano. Te lo advertí.
-Si, si ya se… Pero tío era una eliminatoria de Champions, es una tradición. Y tan solo me tomé tres míseras birras.
- ¡Tres birras¡ Con tu hermano y el resto de la peña. Vamos hombre no me jodas, a otro perro con ese hueso. Tres litros mínimo si no te conociese.
-Bueno vale ya joder. Estamos al llegar tengamos la fiesta en paz.

-Unidad doce aquí central. A ver Castillo, Calero responded. ¿Dónde coño estáis?-

-Aquí Castillo. Tranquí Marquez, recuerda que se supone que todo esto queda grabado. No está bien que una chica con tu educación hable de ese modo. Ya sabes que hablar bien no cuesta una mierda.

-Ya te vale Castillo. Dime que ya estáis ahí.

-Casi. Acabamos de enfilar la avenida, llegamos en dos minutos. ¿A que viene tanto jaleo?

-Pues eso es precisamente lo que querría que me aclararais. El SAMU acaba de despachar una UVI hacía el escenario. Los vecinos están colapsando la centralita de emergencias. Y el Capitán está que trina por que los munipas ya andan por ahí hace un rato. Mientras que vosotros seguís en la inopia.-

-¡Joder Márquez¡ El Capitán , está al loro de esto.
-Si eso. ¿A dónde demonios nos mandas?

-¡Hombre Calero si estas ahí¡ ¿Qué tal el partido?

-Menos guasa Márquez. Empieza a largar.

-Según parece, el asunto ha ocurrido a un par de puertas de la house de un diputado. El resto, en fin os lo podéis imaginar. Le habrá dado a la agenda del Iphone por la ¨pe¨ de pringadillos  y desde hace cinco minutos. El Capitán ha decidido que esta noche si le tocaba currar.-

-¡Perfecto¡ Un fiambre, dos ambulancias, los vecinos liándola parda, un diputado y el Capitán. ¡Mierda¡ ¿Cuando pensabas avisarnos de eso?

-Castillo hijo lo estoy haciendo.

-¡HAY QUE JODERSE¡

-¿Qué? ¿Qué pasa?-

- A Calero la cogorza de Champions se le acaba de pasar de golpe. Hemos llegado.

-¿Tan mal pinta?

-Para flipar. Cuatro coches de munipas, dos ambulancias, la calle repleta de vecinos en pijama y las luces de las putas sirenas animando la fiesta. Esto es un circo.

-Pues nada oye que lo disfrutéis.

-Márquez

-¿Si?

-Que te den. 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Emergencia

-Emergencias, dígame-
-¡ Oiga necesitamos que envíen a la policía ¡ Acabamos de encontrar un cadáver en la puerta de casa. Estamos en la travesía  de El Carnaval con…
-Perdón señor. ¿Ha dicho un cadáver?
-¡Si un cadáver¡ ¡Un muerto¡ Es horrible.
-Hay señales de agresión.
-De agresión… Si, si. Dios santo señorita, hay sangre por todas partes, es una carnicería.
- Un momento señor, por favor mantenga la calma.-
-¡La calma¡ ¡Mierda¡ le digo que esto es espeluznante.
 -Si, le entiendo. Pero necesito que responda a unas preguntas. Tranquilícese un poco y todo será más rápido.
-¡Tranquilizarme¡ Joder. Estoy de los nervios. Tiene que mandar a alguien de inmediato.
-Si por supuesto. Ha dicho que está en su casa. ¿Conoce a la victima?
-¿Conocerlo? ¿Victima? ¡No¡ Mierda no conozco de nada a este tipo. Acabamos de cenar en casa de unos amigos y al llegar al portal nos encontramos con esto. ¡Joder¡  es que no ha escuchado nada de lo que le he dicho.
-Esta bien señor, tranquilo nos ocuparemos de todo.
-¿Cuándo?
-De inmediato ¿Dónde está?
-¿Cómo que donde estoy? En mi casa.
-¡Señor¡ Necesito su dirección.
-Dirección, mierda, Travesía del Carnaval número veintisiete, esquina Galileo Galilei
- Esquina Galileo Galilei veinti…
-¡Veintisiete¡ Travesía del Carnaval esquina Galileo Galilei   número veintisiete. Frente a la glorieta de El Centenario… ¡Mierda, mierda, mierda¡
-¿Señor? ¿Señor me oye? ¿Está bien, que está ocurriendo?
-¡Joder¡ ¡Joder¡
-Señor, responda. Señor… ¿Sigue ahí?
-Es mi mujer.
-¡Su mujer¡ ¿Esta ahí su mujer? ¿Se encuentra bien, esta herida?
-Se ha desmayado
-¿Desmayado?
-Si, si. Desmayado ya le he dicho que esto es una carnicería. Por Dios envié a alguien de  una puñetera vez.
-Tranquilo paso el aviso, llegarán en unos minutos.
-¡Minutos¡ El aviso…No me joda ya tendrían que estar aquí.
-Lo estarán pronto. Señor, señor me escucha…
-¿Qué? ¿Qué? Maldita sea ¿Qué más necesita?
-Por favor. Podría indicar que señales evidentes de violencia muestra la victima.-
-¡Evidentes¡ ¿Quiere decir aparte de que le hayan machacado la cabeza y que sus sesos estén esparcidos por toda la acera?

martes, 29 de mayo de 2012

Cargos de conciencia ( Final )


Rosana está terminando de arreglar la cocina.
- Acabo enseguida. -dice al verme apoyado en el quicio de la puerta. Es una mujer fuerte, que ha sabido sobre ponerse a todo lo ocurrido sacando a su hijo adelante. -Marco nunca supo la suerte que tuvo al casarse con ella, lástima que no lo aprovechara.- pienso con una sonrisa picara. Mientras me acerco y la rodeo por la cintura.
-Espera un momento, -pide. Intentando hacerme a un lado, aunque sin mucho empeño.
-No me apetece esperar. –respondo en un susurro. Mientras empiezo a besarla y levantándola en brazos la llevo al dormitorio
Son más de las cinco cuando salgo del Bazar. Como siempre después de estas placenteras visitas, no puedo evitar sentirme culpable. Aunque tampoco se muy bien por qué. Quizás nunca debí liarme con Rosana. En cierta forma es como enredar aún más la madeja de un juego peligroso. Aun que ella siempre ha tenido muy claro que fue Marco quien destruyó su matrimonio. Obligándola a pasar un autentico calvario hasta lograr rehacer su vida. Mi ayuda le resultó vital para salir adelante y me está agradecida. Pero la verdad es que nunca esperé recibir nada a cambio, conozco a Rosana desde que éramos pequeños. Para mi echarla una mano no era sino una prueba de amistad. Luego lo uno trajo lo otro y en esas estamos. Nuestra actual relación es algo surgido de improvisto. No hay pues ninguna obligación del uno respecto al otro. Aquello es sin duda lo mejor, el tiempo ya se encargará de poner a cada cual en su sitio. De momento nos limitamos a disfrutar apasionadamente de estos encuentros esporádicos. Me digo repitiéndome la excusa a la que siepre recurro cuando pienso en todo esto.  

“Ultramarinos Baza" es probablemente la tienda más selecta da la ciudad. En ella uno puede encontrar la mejor selección de vinos, onservas y fiambres disponibles en el mercado. El señor Antonio su propietario, cuida personalmente la selección de los productos que se ofrecen a la clientela. Pues como no se cansa de repetir, esa es una de las claves de su éxito. Hoy lo encuentro muy atareado en el almacén clasificando una partida de conservas, que acaba de recibir.
- ¿Todo en orden?, -pregunto al verle repasar atentamente los albaranes de entrega.
- De momento si, aunque nunca se sabe, los repartidores pueden jugártela en cuanto te descuides, -responde con una sonrisa ladina. El verano anterior un repartidor de la casa, un tanto  listillo lo estuvo trayendo de cabeza durante unas semanas. Fingiendo una docena de pequeños accidentes en los que igual se perdían medía docena de botellas de vino. Que unos cuantos tarros de salazones o un par de garrafas de aceite de oliva. La selecta mercancía aparecía poco después en la trastienda de un barucho de mala muerte. Donde el fulano la revendía a precio de ganga a unos amigotes de paladar fino. Poco predispuestos a rascarse el bolsillo frente a la caja registradora del ultramarino. Don Antonio no pudo recuperar la mercancía ni el perjuicio económico ocasionado. Pero antes de romperle las piernas y los brazos el repartidor tuvo a bien firmar su renuncia al puesto de trabajo sin derecho a ningún tipo de remuneración.
- Acabo enseguida si no le importa –Dice Don Antonio señalado unas cajas que tiene a su lado. 
-Tranquilo estaré en su despacho.
Dos minutos después se reúne conmigo. Me gusta hablar con Don Antonio y él lo sabe. Siempre anda contando chismes y uno se divierte escuchándole. Como suele decir su comportamiento es digno de una tendera que siempre está al tanto de lo que ocurre en el barrio. Pues poco importa que su clientela sea de lo más selecto de la ciudad. Al final acaban comadreando igual que verdaderas marujas. Con lo cual cada vez que vengo, Don Antonio tiene alguna nueva historia que contarme. Es increíble de las cosas que uno acaba enterándose si sabe a donde acudir. En está ocasión veinte minutos de charla resultan de lo más interesantes.
Cuando salgo del ultramarino enfilo la calle de Correos. En donde procuro entretenerme lo justo haciendo otra media docena de visitas, en el mismo tiempo que he pasado charlando con Don Antonio. De esta forma doy por concluida mi ronda, ya puedo ocuparme de resolver el asunto del que me habló Pietro. Pero antes vuelvo a echar mano de los alkazelzer, este trabajo va a acabar conmigo. Bruno Correa es un individuo acostumbrado a moverse en situaciones de este tipo. Andar siempre a salto de mata metido hasta las orejas en problemas de toda índole, es para el cosa hecha. Así que como suponía no va a resultar fácil dar con el. En " La taberna. Del Condotiero ", donde últimamente era asiduo, nadie sabe nada de el. Por la cara que pone el dueño cuando pregunto no me extrañaría que también le deba dinero. Lo único que averiguo es que se le ha visto en un par de ocasiones con el estanquero de " Orzama”.
"Orzama" es una pequeña plazoleta enclavada a espaldas de la Catedral. Allí  convergen un entramado de angostas callejuelas en las que se congregan las putas, chulos y transexuales de más baja estofa. Sin duda el lugar ideal para dar cobijo a alguien como Correa. El estanco ya está cerrado, pero a su propietario lo encuentro cerca de allí. Intentando cerrar el trato con un pintarrajeado putón verbenero, al que sobran por igual kilos y arrugas. Mi interrupción no puede ser más inoportuna. Pero la mujer parece olerse el asunto y desaparece rápidamente, de mostrando saber perfectamente cuando conviene salir de en medio. El estanquero, un tipo flaco y enjuto de mirada libidinosa intenta hacerse el sueco, y trata de aparentar no saber nada de Correa. Tengo muy claro que miente y que a nuestro alrededor todo el mudo nos mira. Aunque jamás lo admitirían bajo ninguna circunstancia. Este es un mundo peligroso donde cada uno tira de su propio carro. De un empujón lanzo a aquel alfeñique contra la pared, con la que se golpea violentamente antes de caer enrollado en la acera. Donde empieza a chillar como un loco, está  aterrorizado, pero enmudece cuando le pateo un poco las costillas. Ahora ya está preparado para colaborar. Confiesa que es un pervertido al que Correa ha estado facilitando chicas con las que organizar grandes orgías en compañía de unos amigos. No sabe nada de timbas ni apuestas, asegura en tono lastimero. Lo suyo son las putas los travestís y los juegos eróticos. Hace casi dos semanas que no ve a Correa, perjura con la respiración entrecortada por la presión de mi pie sobre su garganta. Su rostro congestionado esta empezando a ponerse morado, no creo que mienta. Antes de irme le arreo un par de patadas más para que aprenda. Ahora ya sé como dar con mi escurridizo objetivo.
Petra e Iris, las pupilas de Correa, comparten una esquina con bastante transito. Al igual que el resto de las mujeres que pululan por estas calles no son nada del otro mundo. La primera tiene aspecto sudamericano y su prominente delantera queda compensada con una figura entrada en carnes. La otra bastante más alta, lleva el pelo teñido de un rubio chillón y al contrario que su compañera en su espigada silueta si se echan en falta algunas curvas que la hagan más atractiva Figuras anodinas que malviven como pueden sin esperanza de salir de este agujero.
El estanquero me ha informado de que Correa vigila a sus chicas de cerca. Sólo tengo que aguardar a que se presente, es la forma más segura de dar con el. Durante casi dos horas las observo desde un portal. Sin hacerme notar entre la gente que va y viene de un lado para otro. Obreros en busca de diversión, grupos de jóvenes curiosos, borrachos, mirones, parejas unidas temporalmente por una cantidad de dinero. La actividad que se palpa en las calles es sorprendente. No hay formulismos ni inhibiciones todo el mundo sabe cual es su papel en este lugar. Petra se muestra más productiva que Iris, quien solo se ocupa con un cliente en todo este rato. A estas alturas ya tengo claro que mis sospechas iniciales son ciertas y esta falsa rubia está más colgada que un murciélago. No creo que Correa aguante mucho tiempo a una yonki desahuciada. Aunque tampoco hay mucho más donde elegir en este inframundo. Empiezo a estar harto de todo esto y me planteo la posibilidad de largarme. Pero al final mi promesa a Pietro se impone y me obligo a seguir aguardando recostado contra la pared. Tengo los nervios crispados y la boca amarga a causa de la acidez.
A las nueve cuando mi paciencia se halla al limite se presenta mi presa, ya temía que no viniera. Correa trae cara de pocos amigos. Tal vez el estanquero le haya puesto sobre aviso, aunque no parece nervioso En la esquina Petra le recibe con un abrazo de lo más provocativo. Al que el responde con algunas cariñosas palmaditas en el trasero. Después busca a Iris con la mirada. Desde mi posición imagino que Petra lo esta poniendo al corriente de la situación. Mientras el cuenta el dinero que ella le acaba de entregar. Al parecer Petra goza de cierta fama entre la clientela, lleva media docena de clientes desde que he llegado. Su protector la premia con un magreo y algo de dinero que le introduce en el escote con un gesto lascivo, buena chica. Iris aparece en ese momento, solo ha dejado la esquina en dos breves ocasiones. Correa no parece muy contento y la reprende con aspavientos a los que ella estúpidamente intenta responder de igual forma. Ganándose un certero gancho al estomago que la pone de rodillas. Tirándola del pelo él la levanta y la sujeta por el cuello mientras la grita desaforadamente. En este lugar aquella acción se repite con brutal regularidad un día si y otro también. Sin que nadie le presta la más mínima atención. Unos metros más allá ajena todo, Petra trata con un nuevo cliente. Después de darle su merecido a su díscola protegida. Correa se dirige a un destartalado almacén no lejos de allí. Procurando que no me descubra y rogando para que no decida coger un coche, le sigo. Es un tipo peligroso, Pietro me  ha advertido que me ande muy atento. Por lo que estoy viendo, voy a tener que emplearme a fondo. Correa ya ha demostrado que no es de los que vuelven al redil con una simple advertencia. Por fortuna hay suerte, no tarda en abandonar el almacén. Acompañado por otro sujeto de aspecto patibulario, con el que conversa animadamente. No puedo seguir persiguiéndoles toda la noche, pronto tendré que actuar, en alguna parte un reloj da las diez.
Correa y su amigo llegan hasta la pensión Montecatini. El aspecto del destartalado caserón me recuerda a " La Dolce Vita “. Para entrar utilizan una puerta lateral,  que da a un lóbrego callejón. No se que se traerán entre manos pero aquel se me antoja un sitio perfecto para mis fines. Pienso preparando la porra que siempre llevo con migo, el corazón me palpita desenfrenadamente y me sudan las manos. Furioso y contrariado tengo ganas de solucionar todo esto cuanto antes.
Correa y el otro  tipo vuelven a salir cuando apenas si he tenido tiempo de ocultarme entre las sombras. Van riéndose de algo, parecen muy contentos ajenos a mí presencia, hasta que es demasiado tarde para ellos. Mi primer golpe alcanza al desconocido en la nuca derribándolo fulminado. Maldiciendo, Correa logra zafarse de mi segunda acometida y retrocede trastabillando hasta la pared. Desde donde me lanza una mirada cargada de ira. Si realmente no estaba al tanto de mi interés por encontrarle, no parece demasiado sorprendido de verme.
- Creía haber sido lo bastante claro. Te dije que no quería volver a verte, que aquí no había sitio para ti, sobras. Solo tenías que saldar tus deudas y esfumarte en busca de una pocilga más apropia de la gente de tu ralea. Era un mensaje sencillo, fácil de entender hasta para alguien tan estúpido como has demostrado ser.- dije recordando nuestro último encuentro.
- Cabrón- escupe. Lanzado una rápida mirada hacia su compinche tendido en el suelo. Le he desnucado, no causara más problemas. – Veremos quien sobra.- brama. Intentando separarse de la pared que le cierra el paso a su espalda. Los tipos como el están curtidos en peleas callejeras, esta situación no le gusta se sabe en desventaja. Con un rápido movimiento una navaja aparece en su diestra, y con los ojos inyectados de sangre avanza decidido a rajarme. Nuevamente intento reducirle pero elude mis golpes y se defiende con fieras puntadas al aire. En una de estas apunto está de alcanzarme, pero soy más rápido y le desarmo de una patada. Al tiempo que sin darle tiempo a reaccionar le derribo de un porrazo en la boca. Yo también se lo que es pelear en la calle, no hay cuartel. Sujetándose la mandíbula rota rueda por el suelo mientras sigo golpeándolo con saña hasta que queda inerte. Mis ruidosos jadeos resuenan lúgubremente en el oscuro callejón, pero no me preocupa. No hay testigos, en estos lugares nunca los hay, es malo para la salud. Apoyándome en la pared intento normalizar un poco mi agitada respiración, estoy exhausto y sudo como un cerdo. Mi mano sujeta férreamente con determinación la porra ensangrentada, mientras intento con tener las ganas de vomitar. He de salir de aquí, la sangre de Correa empieza a formar un charco bajo su desfigurada cabeza, y el denso olor dulzón invade el ambiente tornándolo irrespirable.
La iglesia da San Donato permanece aún abierta y una docena de feligresas rezan devotamente, repartidas por los primeros bancos. Tras santiguarme respetuosamente, avanzo por uno de los pasillos laterales hacia el confesionario. Al verme llegar dos ancianas que aguardan su turno me observan detenidamente. El estomago sigue martirizándome y tentado estoy de recurrir al alkazelzer. Hoy ha sido uno de esos días para olvidar. Pienso recordando los dos cadáveres del callejón. Pero es la única forma de ganarse el respeto. No sé donde íbamos a llegar, esta gente no entiende sino es a golpes. Por suerte esto va rápido, la segunda anciana se dirige al confesionario, soy el siguiente. Lentamente empiezo a rezar para tener la mente ocupada en algo constructivo, pero no resulta fácil. Mis pensamientos se remiten inevitablemente a Correa y a su acompañante. La gente de esta calaña suelen acabar siempre así, pero no es nada agradable. El confesionario queda vacío, ya era hora. Con las piernas temblando me dirijo hacia el y me arrodillo frente a la oscura rejilla. Nunca se como empezar, pero Don Alberto el párroco me reconoce y me ayuda. Poco a poco voy confesando todas las culpas que me afligen. El día ha dado para mucho, chantajes, robo, violencia, sexo. Cuando parece que me embarullo, Don Alberto me anima a continuar sin prisas. La. reflexión me hace sentir mejor. Paulatinamente voy ganando confianza en mi mismo, mientras me relajo. Cuando termino Don Alberto me impone una piadosa penitencia y me da su perdón. Sinceramente agradecido y más tranquilo dejo el confesionario. La iglesia va quedándose vacía mientras rezo fervientemente para expiar mis pecados. Cuando termino mis oraciones, ya sólo queda luz en el altar. Puesto en pie me santiguo y me dirijo hacia el cepillo. Don Alberto sale en ese momento de la sacristía para ver si aún queda alguien. Nuestras miradas se cruzan y asiente comprensivo. Ladino finge mirar a otra parte mientras deposito mi donativo en la desgastada caja de madera. Así que acabo añadiendo un par de billetes más a los que tenía previsto dejar en principio. Entonces se acerca para saludarme atentamente. Habla reposadamente en un tono amistoso que transmite seguridad. Intercambiamos unas frases triviales mientras me acompaña a la puerta. Son más de las once de la noche, hora de irse a casa me noto realmente cansado. Le prometo asistir a misa el domingo, antes da besarle la mano agradecido, por sus bendiciones. Cuando salgo a la calle y cierra la puerta a mi espalda, me encuentro realmente relajado. Libre del peso de la culpa, me siento que estoy en paz conmigo mismo y con Dios que es lo más importante. Es una suerte esto de ser tan devoto uno puede sentirse atormentado por las culpas y por sus actos. Pero basta una sincera confesión de arrepentimiento junto con el propósito de enmienda. Para que cualquier tipo de pecado por reprobable que sea pueda quedar redimido. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Cargos de conciencia (1ª Parte)


Hoy me espera un día ajetreado, todos los lunes lo son. Por eso nada más salir de casa, entro en la farmacia y compro una caja de alkazelzer. Pues ya empiezo a notar un cierto ardor de estómago. Desde luego es una lata esto de ser tan nervioso. Uno siempre anda con el estómago revuelto. Especialmente cuando tiene que realizar tareas poco gratas, pero que se  le va a hacer. Después de tomarme un par de pastillas y un agua mineral. Me encuentro en condiciones de iniciar la jornada. Como cada semana empiezo la ronda por los billares de la plaza Augusta. Todo marcha sobre ruedas, aquí nunca hay el más mínimo problema. Cosa que tampoco ocurre cuando visito las tiendas y comercios de las calles Trento y Quintiliano, o la gasolinera de Don Fausto. Así da gusto trabajar, uno agradece tratar con gente responsable. Profesionales acostumbrados a preocuparse por sus negocios. Que entienden, que uno también tiene sus obligaciones y no te hacen perder el tiempo con tonterías.- Lástima que no todos sean igual – pienso. Mientras cruzo la calle y entro en el hostal “ La Dolce Vita ".
 El estrecho y destartalado vestíbulo está completamente vacío, como si llevara años abandonado. Se respira una atmósfera cargada de olores desagradables, que agreden mi pituitaria nada más cruzar las puertas. Los primeros clientes habituales aún tardaran varias horas en hacer su aparición. Vendrán de la mano de las prostitutas, que los traerán para concretar los servicios previamente pactados. Esa es la clase de gente que visita este tugurio. Durante un par de minutos aporreo insistentemente el timbre del destartalado mostrador, sin que nadie acuda a mi llamada. El molesto chirrido metálico de aquel trasto resuena lúgubremente en las paredes manchadas por la humedad. Estoy empezando a sentirme agobiado. Finalmente la robusta figura de Doña Renata aparece en lo alto de la escalera. La mujer pone cara de pocos amigos en cuanto me ve. Es una matrona a la vieja usanza con más historias que la Biblia y mucho visto y vivido. Como siempre está de mal humor y se pasa unos minutos quejándose y refunfuñando. Aún que no la hago mucho caso, ya estoy acostumbrado. Primero vienen las protestas, luego las consabidas lamentaciones y por último asegura resignada, que de seguir así las cosas va atener que cerrar el negocio. Como ve, que no la tomo en serio insiste en su discurso. Hasta que empiezo a perder la paciencia y la ordeno que se calle de una vez. Siempre está con lo mismo me pone de los nervios.
-Tengamos la fiesta en paz Doña Renata. Que tengo mucho que hacer y ando escaso de tiempo. Así que abrevie y no me venga ahora con monsergas.- Interrumpo con malos modos. Por un momento parece como si fuera a responderme de igual manera. Pero conteniendo un gesto airado desiste en su actitud. Sabe que no la conviene soliviantarse, va siendo hora de llamar a su hombre.
-Humberto te buscan - grita en tono imperioso con su potente vozarrón. Mientras se acerca a la escalera. El tal Humberto no tarda en reunirse con nosotros. Sin duda la noche pasada debió de ser muy larga, a juzgar por sus ojeras y el aspecto somnoliento y desaliñado. Tan impropio de él que siempre anda de punto en blanco, haciéndose notar y acotando su zona de influencia. Al contrario que su compañera Humberto no es un tipo muy hablador, y menos en un día de resaca. Esta claro que desea volver a la cama cuanto antes y vamos directo al grano. La mujer es quien lleva el negocio o mejor dicho quien lo trabaja. Humberto se dedica a administrar y salvaguardar los intereses de ambos. Sabe perfectamente que yo por mi parte hago lo mismo, nos entendemos a la perfección. Ya tiene suficientes quebraderos de cabeza controlando a los chicos de la zona, no necesita meterse en más problemas.
El aire contaminado de la calle se me antoja de lo más puro y saludable cuando por fin salgo de " La Dolce Vita " . No soporto estas visitas y nunca conseguiré acostumbrarme. Ardo en deseos de salir de allí cuanto antes. Desde luego el nombrecito no deja de ser de lo más cínico. Compruebo el reloj son casi las diez y media, tendré que apretar el paso aún queda mucho que hacer.
En los talleres Carrera el contable parece un tanto despistado con las cifras. Así que he de recordarle que a mí los números nunca se me han dado nada mal. Es un hombre inteligente y sabe rectificar a tiempo, por esta vez lo dejaremos pasar. Aunque esta visto que a partir de ahora tendré que andarme con ojo con este tipo. Parece que hoy todo el mundo se ha levantado con ganas de fastidiar al prójimo. En las tres siguientes visitas opto por mostrarme algo más expeditivo. Un par de oportunas amenazas “soto voce” surgen el efecto adecuado. El quiosquero del parque de la Amistad no se deja amilanar tan fácilmente, es nuevo en el negocio y no acaba de entender como funcionan las cosas. Le acompañan un par de amigos y se creen situación de protestar. Un rodillazo en sus partes y una ración de sonoras bofetadas le bajan los humos y ponen las cosas en su sitio. Los dos pardillos no se atreven ni a parpadear han entendido el mensaje. No soporto a los gallitos que se soliviantan cuando creen que la diferencia numérica les va a proteger.
Este último altercado me impide llegar puntual a mi cita de las doce en “El Foro “.  Pietro ya va por su segundo Martini, cuando me siento a su lado en la única silla que queda libre, todo un lujo. La atestada terraza bulle de animación a estas horas. Docenas de turistas se reúnen bajo los toldos del pintoresco café, en busca de un ansiado refrigerio. Pietro es mi corredor de apuestas, todo un personaje. Por sus manos pasa la mitad del juego ilegal de esta ciudad. Muchos deben su fortuna o su ruina a los riesgos que con el han asumido. Llevamos mucho tiempo trabajando juntos y nos conocemos a la perfección. Por lo que hoy advierto enseguida que algo le preocupa. Así que mientras damos cuenta de nuestras bebidas me va poniendo al corriente de la situación. Hay un par de tipos que se han retrasado en el pago, las deudas de juego me revientan.
Los intentos de Pietro por solucionar el asunto han sido inútiles
- Sandro, el joyero de la Emporio no hace más que darme largas cada vez que logro dar con él. Cosa que no es nada fácil por que esta aprendiendo a escabullirse de lo lindo.- dice Pietro con fastidio.- El otro es Bruno Correa.- añade torciendo el gesto. Ambos sabemos que si bien Sandro no es más que un imbécil congénito. Correa en cambio es un autentico hueso.
- Ese hijo de puta pasó olímpicamente de nuestra última advertencia. No solo no nos paga las deudas, sino que además se entromete en el negocio organizando timbas por su cuenta.- protesta Pietro. En cuyo tono advierto un ligero reproche. Lleva un par de meses avisándome de los manejos de Correa. Insistiendo en que habría que ocuparse de el, antes de que las cosas se nos fueran de las manos. Estos contratiempos le están causando problemas.
- Tranquilo, esta vez lo resolveremos definitivamente. No tendrás que volver a preocuparte de ese tipo.- aseguro. Firmemente decidido a dejar zanjado el asunto de una vez por todas. Pietro necesita que pueda volver a garantizarle la estabilidad necesaria en el negocio. La determinación que le trasmiten mis palabras parece acabar por complacerle. Por lo demás las cosas marchan divinamente, me muestra su libreta en donde ya ha calculado los porcentajes y las ganancias. Todo está en orden, con Pietro los números cantan.
De pronto nos interrumpe un tipo con gesto furtivo - Pietro, Pietro te estaba buscando, -dice en tono nervioso. Un camarero que siempre nos atiende acude presuroso y le pide que nos deje en paz. Mientras le hace un gesto casi imperceptible para que me mire. El tipo capta el mensaje al instante y desaparece.
-Los hay que son insoportables, harían una apuesta hasta en su lecho de muerte. -se queja. Pietro disgustado por la interrupción. Con un gesto le resto importancia al asunto y pido otra ronda.  Martini para él y agua para mi, estoy sediento. Estas caminatas son agotadoras, pero necesarias. Podría hacer el recorrido en coche pero me gusta palpar el ambiente de la calle. En mi trabajo es importante estar al tanto de lo que se  cuece, pateando las aceras recibo y percibo más información de la que obtendría si fuera preguntando por ahí como una vulgar portera.
Con un apretón de manos me despido de Pietro hasta el próximo lunes, prometiendo ocuparme de los morosos. Tras este breve paréntesis retorno mis obligaciones, acercándome hasta el Paseo de los Soportables. Donde por este orden visito la fábrica de camisas, el horno de Don Ciriaco y  Las Bodegas Carlesi, dejando para el final la joyería Emporio. En otro tiempo floreciente negocio que fue perdiendo cache al jubilarse su fundador, y quedar en manos de su hijo Sandro. Las apuestas y los negocios no suelen tener muy buena relación. Pero para colmo de males Sandro se muestra igual de negado para lo uno como para lo otro. Lleva más de un mes esquivando a Pietro y sabe que va a tener problemas. Hoy no me conformaré solo con mí porcentaje, tendrá que darme algo más.
Sandro esta solo la dependienta que le ayuda se acaba de marchar, y por su expresión adivino que se arrepiente de no haberse dado más prisa en cerrar. Mi visita no es casual y no es necesaria ninguna cortesía ni comentario preliminar.
-Esto es lo único que tengo, le prometo que me pondré al día en menos de un mes, eso es cuanto necesito déme un mes de plazo y cubriré la deuda.- dice. Mostrándome la caja  registradora tras entregarme un puñado de billetes. Se ha echado a temblar en cuanto me ha visto entrar. Parece realmente asustado, pero conozco a muchos como el son mentirosos profesionales.
-Supongo que no habrás estado apostando con otra gente, - pregunto. Sentándome sobre el mostrador acristalado y observando la colección de ajuares que se exhibe al público. -Claro que no, ya tengo suficientes problemas, y además con que dinero, estoy sin blanca. -Responde con voz asustada evitando mirarme a los ojos. -¿Le gusta alguno de estos? Cójalo se lo regalo es lo mínimo que puedo hacer. –propone en tono ansioso. Sacando un juego de pendientes, pulsera y gargantilla.
-Es bonito –digo. Tomando la bandeja de su mano temblorosa. Antes de estampársela en la cara. Después agarrándolo de las ropas lo saco del mostrador y empiezo a golpearlo sin miramientos contra un viejo carillón. No dejo de hacerlo hasta que pierde el sentido y he de reanimarlo con unas suaves palmaditas en el rostro magullado.
-Escucha Sandro no me gustaría tener que hacerte daño entiendes, te doy una semana consigue el dinero, si no quieres que me enfade de verdad. -le advierto. Luego le pongo a dormir otra vez de un soberbio puñetazo en su estúpida bocaza. Antes de irme elijo un hermoso juego de pendientes, el maltrecho carillón se ha parado pero el mío señala las dos de la tarde, es hora de comer.
Las dos jóvenes dependientas del Bazar Oriental ya estan cerrando las puertas. Pero yo paso directamente a la trastienda sin ningún reparo. Rosana que está en su despacho  hablando por teléfono. Me hace un gesto para que suba arriba, a su casa. Sonriendo traviesa mente le dejo sobre la mesa la cajita con los pendientes provocando un espontáneo gesto de sorpresa.
Encuentro a Mario en la cocina, sentado frente a un enorme y suculento plato de espaguetis. El chico se alegra de veme, todo lo contrario que su abuela quien no oculta su desagrado por mi visita. Mientras come Mario me cuenta sus progresos en el colegio, es un buen estudiante algún día llegará a ser alguien en la vida. Después del postre me lleva a su cuarto para mostrarme un nuevo juego de ordenador. Tenemos el tiempo justo para jugar un par de partidas, antes de que su abuela lo llame para llevarlo al colegio. Rosana llega en ese momento a tiempo de despedirlo con un par de besos. En el recibidor la oigo intercambiar unas frases apresuradas con su madre, la vieja esta furiosa y se marcha refunfuñando. Cuando por fin nos quedamos solos ella va a la cocina mientras preparo la mesa. Tengo un hambre de lobo, me comería un buey entero.
Observo complacido que se ha puesto los pendientes, le sientan muy bien y no pide ninguna explicación. Comemos casi en silencio sin intercambiar apenas unas cuantas palabras, hasta que ella sirve el café. Entonces me cuenta que piensa llevar a Mario de vacaciones a Suiza, será este verano al chico le encantan las montañas y el campo. Me parece una gran idea a ambos les vendrá bien pasar unos días juntos. Normalmente ella siempre anda con exceso de trabajo.
- ¿Te gustaría acompañarnos?-propone. La pregunta me toma por sorpresa e inquieto no sé que contestar.
-No creo que pueda -digo finalmente. Intento añadir algo más pero ella asiente con gesto de comprensión, cambiamos de tema.
El Bazar funciona a la perfección y la clientela es cada vez más numerosa. Rosana ya tiene incluso una larga lista de artículos reservados por encargo. Si las cosas siguen yendo así de bien estas Navidades va a tener que contratar dependientas de refuerzo. Comenta como si el breve momento de incomodidad no hubiera llegado a producirse. Me ofrece otro café, pero no me apetece. Seguramente no tendría que haber tomado ni sí quiera el primero comento. Así seguro que no consigo tranquilizarme estoy tenso como una cuerda. Ella sonríe  y mira hacia el sofá –Relájate un rato-  ordena. Mientras empieza a recoger la mesa, hoy le toca lavar los platos. Así que sin dudarlo ni un instante me dejo caer en el sofá. Desde donde la oigo trajinar por la cocina. Como siempre no puedo evitar fijarme en que aún conserva sobre el aparador la foto de boda. Desde luego aquel día estaba radiante, junto a ella Marco sonreía satisfecho. Corrían buenos tiempos, lástima que siempre apreciemos lo bueno cuando ya lo hemos dejado muy atrás.
Marco fue mi socio hasta poco después de aquella boda. El decidió entonces seguir su propio camino. Aquella súbita decisión me sorprendió un poco, pero quedamos como amigos. Durante un par de años la vida continuó, como si nada, hasta que las cosas se torcieron. Marco empezó a meterse en problemas cada vez más graves hasta que ni si quiera mi ayuda fue suficiente. Rosana pidió el divorcio y la custodia de Mario. Eso fue poco antes de que el volviera a meter la pata en uno de sus negocios y le cayeran diez años en el talego. Por entonces Marco se había vuelto un autentico cabronazo y se lo tenía bien merecido. De un tiempo a esta parte no respetaba a nada ni a nadie. En una ocasión le prometí que si le ocurría cualquier cosa ayudaría a su mujer y al hijo que por entonces venía en camino. Por su parte me aseguró que intentaría hacer lo posible por enderezar su vida, no cumplió su parte del trato. Por eso llegado el momento yo si lo hice, aunque a mi manera. 

martes, 21 de febrero de 2012

Esperando a San Valentín ( III final )

-Gracias, que tenga una buena tarde.- dijo la dependienta tendiéndome el ticket con una sonrisa.
- Igualmente.- respondí, y dando medía vuelta salí de la librería resignada a continuar con la espera. Me vino entonces a la cabeza un algo que recordaba haber leído tras los sucesos del 11 S y la posterior guerra de Afganistán. De entre la enorme cantidad de artículos publicados. Me había llamado mucho la atención uno que hacia referencia a cierto sondeo referente el impacto económico que un conflicto bélico solía ejercer sobre los hábitos de las norteamericanas. Al parecer cierto sesudo analista se había parado a analizar ciertos cambios que sus compatriotas femeninas realizaban a la hora de adecuar la economía domestica en tiempo de guerra. Según su estudio entre las cosas en que las norteamericanas tendían a economizar. Los cosméticos ocupaban un lugar apreciable. Era algo pues, en lo que las mujeres buscaban una porción de ahorro domestico. Pero curiosamente de entre todos los cosméticos y productos de belleza que sufrían de esta restricción. Había uno que no solo escapaba a la norma. Si no que se veía claramente reforzado. Las americanas se resistían a prescindir de una buena barra de labios en condiciones y a ser posible de primera calidad. El espíritu del esfuerzo bélico podía llevarse por delante coloretes, sombras de ojos, cremas y de más. Pero el carmín escapaba siempre a esta factura.

La reflexión me hizo pensar que en mi caso los libros sustituían a la barra de labios. Ya podía estar fastidiada mi economía domestica. Que al primer conato de trifulca con Luis había acabado en una librería. De la que salía eso si relajada y con un buen par de libros a los que ya estaba deseando hincar el diente. Claro que en la bolsa con los libros para lastrar a un más mis finanzas, también venía una nueva factura. Una factura en este caso contante y sonante que debería cargarle a Luis. Junto con la extensa factura de pequeños desengaños y decepciones emocionales que me producían sus constantes retrasos. Pensé fijándome en la estilizada figura de la chica de la librería, que al otro lado de la calle hablaba por el móvil paseando inquieta por la acera.
-Si, si, ya se que tenías que ayudar a tu padre con lo del coche. Pero me dijiste que solo te llevaría una media hora así que ya deberías estar aquí-  la oí protestar en tono contrito. Mientras alcanzaba la triste y desangelada playa de almas solitarias en que parecía haberse convertido aquella esquina. Ella se volvió en ese instante hacia mí y nuestras miradas se encontraron.
-Vale, te espero.- dijo resignada. Mientras me dedicaba un leve gesto de saludo que correspondí de igual forma. -Que si pesado que te quiero.  Venga Carlos por favor no seas tonto.- protestó contrariada en tono quejumbroso.-Vale, un beso.- claudicó finalmente -Pero solo uno y más te vale estar aquí cuanto antes.- advirtió reaccionando en un último momento.
En tanto mi teléfono también cobraba vida. Al parecer me había llegado el turno de las buenas palabras y las disculpas improvisadas. Pensé descolgando sin mucho entusiasmo. Antes de caer en la cuenta de que también podía tratarse del aviso de un nuevo retraso.
-Por tu bien espero que ya estés de camino.- espeté en un tono desabrido. Provocado por el temor de mi último y funesto presentimiento.
-Que si mujer, caray que genio. Precisamente eso era lo que quería decirte.- protestó Luis a la defensiva- Hay algo de retención pero estoy de camino. Aunque pensándolo bien la verdad no tengo muy claro que sigas queriendo verme.- añadió. En un estudiado tono lastimero, del que solía echar mano en estas situaciones. El muy gandul se las sabía todas, pensé con un suspiro entre cabreado y resignado. Al menos ya había salido no había más sorpresas imprevistas.
-No seas trasto, que es la menda quien esta aquí plantada esperando mientras se congela.- recriminé algo menos expeditiva.- Estoy por dejarte escritos mis protestas y reniegos. Por si cuando llegues resulta que me he convertido en una especie de momia de hielo. Como la de ese hombre prehistórico que encontraron en un glaciar austriaco.- añadí con ironía, haciéndole reír. Si al final la cosa parecía que iba a arreglarse. Tampoco había por que ponerse demasiado bordes.
- Vale, ya se que la falta de riego en el cerebro puede producir alucinaciones.- aceptó el con resignación -Pero en tu caso esa teoría no sirve puesto que es sabido que estas loca. En fin prometo llegar lo antes posible, un beso.
-Bueno, supongo que tendré que conformarme.- acepté mientras se cortaba la comunicación. Unos metros más allá con expresión aterida y las manos profundamente hundidas en los bolsillos del abrigo. La chica me dedicó una desangelada sonrisa. La pobre debía estar congelada pensé. Mientras un escalofrió me recorría la espalda al recordar el exiguo vestuario que portaba bajo el abrigo.

Reparé entonces en la presencia de un nuevo recién llegado a la esquina de los que aguardan. No había duda, comprobé reconociendo en su expresión contrariada y aire de desconcierto. Las señales inequívocas que le convertían en el ¨afortunado¨ numero tres. Por lo menos esta vez se habían intercambiado las tornas. Pensé satisfecha cruzando una mirada cómplice con la chica que me respondió con un gesto de asentimiento y una mueca divertida. Mientras observábamos el abrumado gesto de decepción del desconocido al constatar finalmente que le iba a tocar esperar. Enhorabuena, bien venido al club. Cinco minutos, cuatros comprobaciones de reloj y dos intentos de llamada sin respuesta después. Estaba claro que a nuestro impaciente y desconcertado compañero de espera. Le faltaba aún mucha experiencia para sobrellevar este tipo de situaciones. Al menos los hay que tropiezan con la horma de su zapato. Parecían decir las sonrisas con las que la chica y yo observábamos sus contrariados manejos. En aquellos momentos el podía estar pasando por nuestra misma situación pero no había lugar para la compasión. Su espera jamás sería comparable a las nuestras. Simplemente hoy le tocaba probar un poco de la medicina a la que “su bando” era tan aficionado.
Quizás fueran precisamente nuestro inmisericorde regocijo y falta de consideración. Lo que propicio que su pareja una sonriente muchacha con un embarazo incipiente. Apareciera justo en ese preciso instante cargada con unas bolsas que el solícito, se apresuro a arrebatarle. Cinco minutos de espera aquello no era un retraso y encima a una embarazada a la que ni siquiera se le podía tener en cuenta. Pensé mirando a mi compañera de fatigas y haciendo un gesto de resignado fastidio. Estaba visto que hoy con nosotras, la vida había decidido ser especialmente injusta. Comprendí sintiendo un arrebato de contrariada melancolía. En tanto un aguerrido motorista ocupaba el sitio dejado por el coche de la feliz pareja.
-¿Qué guapa? ¿Te llevo?- propuso el recién llegado quitándose el casco. Mientras le dedicaba una cautivadora sonrisa a mi desprevenida compañera de espera. Quien le contemplaba atónita con el rostro demudado por la impresión.
-Carlos- acertó a articular la pobre tras unos segundos de pasmada incredulidad.
-¡Sorpresa¡- anunció el chico señalando la moto visiblemente satisfecho. -¿Qué te parece? ¿No es alucínate?- añadió desmontando y yendo a abrazarla. Para atraerla hacia su nueva y reluciente cabalgadura.
  -¿Pero tu, tu dijiste? ¿El coche?- interrogó ella sin dejar de contemplar la moto con expresión horrorizada. Con la que no pude menos que sentirme totalmente identificada. Un paseito en moto en un día como hoy y en sus circunstancias, menuda idea. Pensé compadeciéndome de la pobre chica. La ilusión y el entusiasmo con que ella había preparado su sorpresa iba a quedar congelada en cuanto se subiera aquella especie de maquina infernal. Por que ellas siempre se tenían que estar temiendo. Que las sorpresas que se les pueden ocurrir a sus parejas raramente acabaran encajando con lo que ellas esperaban de ellos.
El sonido de un claxon me sacó de mis cavilaciones. Al fin me dije frunciendo el ceño con un mohín de estudiado disgusto. En respuesta a la andanada de besos que Luis me enviaba mientras acercaba el coche a la acera.
-Soy culpable, perdonadme alteza concededme clemencia.- proclamó saliendo del coche agitando un pañuelo blanco en señal de rendición.
-Menos cuentos, caperucita. Lo que eres es una calamidad.- recriminé arrebatándole el pañuelo y dejando que me besara.
-Si, vale tienes razón lo soy. Pero te quiero muchísimo.- aseguró abrazándome zalamero.
-Claro y eso esta muy bien pero que tal si eso me lo sigues diciendo en otra parte. Sácame de aquí estoy helada.- solicité en tono perentorio.
-Hecho, sus deseos son ordenes.- aceptó haciéndose a un lado y cediéndome el paso hacia el coche.
-¿Has visto? ¿Ese juguete debe de ser una verdadera gozada?- dijo echando un vistazo a la moto. A la que su orgulloso propietario ayudaba a subir a su resignada acompañante.
-Si bueno, creéme hoy no es un buen día para ir en moto.- aseguré en tono enigmático. Mientras mi mirada se encontraba con la de la chica. Ajenos a todo mi Luis y su Carlos siguieron a lo suyo mientras con gesto solidario nosotras aprovechábamos para despedimos. Ella con una sonrisa resignada yo con un guiño cómplice.

sábado, 18 de febrero de 2012

Esperando a San Valentín ( II )

-¿Si busca algo en concreto?- se interesó amablemente la dependienta acercándose. Había terminado con los chicos que salían en aquellos momentos dejándonos a solas.
-En concreto la verdad es que no. Solo miraba a ver si algo podía ser interesante.- dije dejando el estuche con gesto resignado. Mientras una idea repentina me venía a la cabeza. - Aunque la verdad es que ahora que lo dice hace unos días me recomendaron una novela corta. El Alambique, me parece que se llamaba. No recuerdo el autor y me parece que salió hace ya algunos años. Pero se ha vuelto a reeditar.- comenté, repentinamente interesada y sorprendida. Pues si bien recordaba el titulo y los comentarios. La verdad es que ahora mismo no conseguía situar a la persona ni el momento en que se había producido aquella conversación.
-El Alambique, no se, el caso es que me suena.- aseguró la dependienta. Encaminándose hacia unas estanterías colocadas paralelamente y repletas de ediciones de bolsillo. -Últimamente nos han llegado un buen número de reediciones.- añadió empezando a repasar los estantes con gesto experimentado.
-Bueno la verdad es que aunque se comentó que era una reedición, tampoco sé, si era de ahora.- reconocí en tono contrito. Acercándome junto a ella que sonrió con gesto tranquilizador. 
-Bien, nadie dijo que fuera a ser fácil- comentó divertida. Rodeando la estantería y poniéndose en cuclillas para empezar a repasar atentamente los ejemplares de los estantes inferiores. Gesto que imité, quedando mis ojos frente a una nutrida representación de ejemplares de Vázquez-Figueroa. Que rápidamente desestimé tratando de ver que hacia mi guía. Quien si parecía haber encontrado algo. Justo en el momento en que la campanilla de la puerta anunció que alguien entraba en la librería.
-¿Rosa?- inquirió una joven voz femenina. - Rosa, soy yo.- anunció la voz acercándose.
-Genial ¡¡ Mira por donde resulta que la paloma ya vuela libre.­- comentó la dependienta en tono irónico a modo de respuesta. Mientras sacaba un ejemplar que me mostró enarcando las cejas, pues resultó ser de El Aleph. Lástima pareció decir con un mohín decepcionado.
  -Ya muy graciosa.- oímos refunfuñar la recién llegada. Que siguió a lo suyo.- ¿Dónde andas?­ -añadió en tono apresurado.
-Estoy aquí un minuto, no seas impaciente relájate. Que mucho quejarte y protestar pero al final vas a conseguir escaparte antes.- suspiró Rosa resignada devolviendo el libro a su lugar.
-¡Antes¡ Antes me hubiera ido, si no fuera por esa condenada puerta. He vuelto a tener que pelearme con ella para conseguir cerrar.- protestó la chica con vehemencia. Mientras la oíamos acercarse con paso decidido.- Bueno a lo que interesa. ¿Que te parece como me queda?- dijo rodeando la estantería. Mientras se abría el abrigo con gesto decidido. Dejando ver una delicada y vaporosa negligé. Bajo la que resaltaba un espectacular conjunto de lencería negra.
-¡Mierda¡- exclamó la chica. Al verme arrodillada frente a ella, contemplándola con expresión alucinada. –Joder, joder- resopló. Apresurándose a cubrirse con el abrigo con gesto turbado mientras desaparecía rápidamente en dirección a la trastienda.
-Lo siento.- se disculpó la dependienta con gesto de circunstancias. Cuando consiguió reaccionar tras el evidente desconcierto. -Primer San Valentín con novio formal.- reveló en tono de confidencia, con expresión cariacontecida.
-En tiendo.- respondí asintiendo comprensiva. Antes de que las dos empezáramos a desternillarnos de risa por lo sucedido.
-Le ruego que nos disculpe- pidió la dependienta tratando de contener la risa. Se le habían saltado las lágrimas.
-No se preocupe es una de esas anécdotas que podré estar contando toda mi vida.- aseguré restándole importancia.  
-En fin comprobaré lo de ese titulo. Si quiere seguir echando un vistazo. En la estantería de la esquina encontrará una selección de nuevos autores sudamericanos. Parece que vale la pena, al menos están teniendo bastante aceptación.- recomendó solicita. Antes de dirigirse al mostrador.
 -Esta bien, gracias.- respondí yendo a echar un vistazo.
Un minuto después mientras leía la biografía de un autor mejicano en la solapa de su libro de cuentos. Reparé en una estantería situada en un rincón. Fue apenas una mirada casual que de inmediato por alguna razón, me hizo acercarme a ella como atraída por un imán.
-Anda mi madre.- gruñí gratamente sorprendida. Empezando a leer habidamente títulos y nombres de autores en rápida sucesión. Sartre, Pérez Galdós, Joyce, Maupaussant, aparecían entremezclados sin orden ni concierto como si alguien hubiera tenido que escoger a toda prisa aquellos títulos que salvaría de entre su biblioteca. Caí entonces en la cuenta de que paradójicamente el contenido de aquella estantería reunía todo lo necesario para complacer al lector más exigente. Una especie de curiosa babel literaria que constituía en si misma una muestra representativa de la llamada literatura universal. Que de inmediato me apresuré a revisar con habido deleite. Era de locos, encontré a Kafka junto a Onetti, Thagore y Gogol acompañando a Lampelusa, en una suerte de caprichosos y sorprendentes hermanamientos. Cuyas sucesivas asociaciones consiguieron arrancarme más de una sonrisa. Mientras mis dedos se desplazaban suavemente sobre los lomos en tanto iba leyendo atentamente los títulos. Hasta que uno captó mi atención, El Extranjero. Cuidadosamente, pugné por sacarlo del estrecho espacio en donde había quedado emparedado entre -como no- dos extraños compañeros. El retrato de Doryan Grey, y Del Asesinato Visto como una de las Bellas Artes. Desde luego tendría que preguntar quién era el responsable de semejantes combinaciones. Pensé divertida, hace falta algún tipo de talento especial para alcanzar semejante nivel de refinada malicia. Oscar Wilde y Thomas de Gincey, escoltando estrechamente al pobre Camus. Quien a buen seguro que habría alucinado. De haberse podido llevar a cabo realmente aquel encuentro con semejantes personalidades.
-Camus- comentó la dependienta acercándose -Buena elección- añadió asintiendo complacida.
-El Extranjero.- dije pasándoselo
-Desde luego los clásicos nunca defrauda son una apuesta segura.­- convino tomando el libro y palmeándolo suavemente.
-Hace años que le presté un ejemplar a un familiar y supongo que ya va siendo hora de pensar en reemplazarlo.- comenté en un tono resignado que la hizo sonreír.
-En tiendo. Pero en fin, ya conoce el dicho. Amigos y parientes suelen ser los principales enemigos de una biblioteca.- aseguró con expresión resignada. -Créame se lo digo por propia experiencia.- confesó. Mientras ambas nos volvíamos hacia la puerta de la trastienda. Por la que, con el rostro encendido por el rubor apareció la chica del abrigo. Que se quedó mirándome con expresión azorada.
-Anda, ven para acá que desde luego eres única.- dijo la dependienta con un resignado suspiro.- ¿Ya?- inquirió con expresión divertida.
-Perdóneme, por lo de antes. He sido una idiota lo siento.- musitó la chica entono contrito, mientras se acercaba.
  -Por favor, no ha sido nada olvídalo no hay nada que disculpar.­- interrumpí con gesto desenfadado restándole importancia.
-¿Bueno y qué? ¿Cómo te quedan?- inquirió la dependienta con expresión picara. Haciendo que la muchacha volviera ruborizarse de golpe. Mientras nos miraba con expresión cohibida. -Disculpe, espero que no le moleste.- solicitó la dependienta volviéndose hacia mi. Interpretando las dudas de su amiga.
-No claro. ¿Pero si prefieren quedarse a solas?- respondí con una sonrisa. En tono desenfadado.
-Querida a la señora ya la pillaste con el ensayo general. Pienso que es justo que vea el resto de la función.- bromeó la dependienta en tono irónico. Mientras con gesto trémulo la chica empezaba a abrir el abrigo. El sensual y vaporoso atuendo había quedado completado con un delicado conjunto de medias y liguero a juego que lo volvían más sugerente si cabe. Lo que unido a unos estupendos zapatos con tacones de vértigo sin duda completaban la fantasía masculina por excelencia.
-Genial.- elogió la dependienta. Asintiendo resuelta con gesto aprobador.
-¿En serio?- dudó la chica.
-Pues claro, estás de muerte. Ya veras, le vas a dejar sin aliento.-aseguró su amiga- A los tíos les chiflan estas cosas, es una de sus fantasías recurrentes. Pero seguro que ni en sueños esperaba algo así. - añadió mirándome  con gesto de complicidad.
-Desde luego es todo un golpe.- coincidí al instante con una sonrisa traviesa.
 -Bueno, no se. ¿Seguro?- balbució la chica. Mirándonos alternativamente a mi y a su amiga que asentía aprobadora.
-Nada, lo dicho, excelente, el toque perfecto. Estas fantástica, ya verás lo vas a dejar pasmado.- remachó la dependienta plenamente convencida.
-Ya. Pero, en fin, no se igual es demasiado. Tampoco quiero quedar como una loba.- comentó dubitativa. Provocando la airada e inmediata reacción de su amiga.
- ¡Una loba¡ Por Dios, que ocurrencia, llevas dos semanas preparándolo todo hasta el más mínimo detalle. Querías que fuera una sorpresa muy especial, no me dirás que te va a dar ahora un arrebato de recato y decoro.­- argumentó en tono convincente.  Mirándome decidida como buscado mi respaldo.
-Desde luego si lo que buscabas era sorprenderle. Te aseguro que esto será algo inolvidable.- reconocí con gesto aprobador. -Y seguro que tú tampoco olvidaras la cara que se le va a quedar cuando te vea. Después de esto que le den la Playstation.- concluí en un tono socarrón que las hizo reír de buena gana.   
-¿Ves? Ahí lo tienes.- remarcó la dependienta asintiendo con vehemencia. Mientras la expresión de circunstancias de la chica se tornaba mucho más decidida.
-Pues nada, vamos a ya.- aceptó llevada por un renovado ímpetu. ­-Gracias eres un sol.- añadió dando un abrazo a su amiga.
-Que si pesada, anda, lárgate que aún vas a hacer tarde.- ordenó la dependienta apartándola con gesto apresurado.
-Perfecto- dijo la chica en tono complacido cerrando y ajustándose la chaqueta. -Tengo que irme, chao, nos vemos mañana. Adiós.- se despidió con una amplia sonrisa. Dejándonos finalmente a solas.
-El estrés de los veinte. Que si voy, que si vengo, que si quiero, que si no. Por Dios que locura.- comentó divertida la dependienta con un resignado suspiro.
-Gajes de la edad. Aun que por lo que veo usted le tiene tomado el punto.
-Si, bueno, no crea que a veces no consigue sorprenderme con alguno de sus arrebatos. Pero en fin, tengo una hija de cuatro años así que esto es como estar haciendo un cursillo preparatorio y la verdad es que me lo paso en grande.- reconoció divertida. Mientras se fijaba en el librito de cuentos del autor mejicano que sin darme cuenta aún sostenía en mis manos. -¿Hubo suerte?- se interesó al punto, recuperando la faceta profesional.
-Pues no, por ahora no, este solo lo estuve hojeando.- dije devolviéndoselo y tomando El Extranjero.
-Bueno me temo en el stock no aparece referencia alguna sobre el Alambique.-informó resignada.
-Tranquila ya habíamos quedado en que no iba a ser fácil. ¿Recuerda?- bromeé con una sonrisa.
-Si es cierto.-convino, frunciendo el ceño con expresión pensativa. -Pero el caso es que ese titulo me suena haberlo leído hace poco.- insistió pensativa. Clavando repentinamente la mirada en el librito que tenía en las manos.-Cuentos, relatos.- dijo. Alzando la cabeza con expresión decidida.-Claro que si, relatos.- insistió. Dirigiéndose resuelta hacia una estantería situada frente al mostrador de caja. De la que tras un rápido repaso tomo un ejemplar. -Aja, aquí estas. Te pillé.- proclamó en tono satisfecho tendiéndomelo con gesto ceremonioso.
-Los misterios del desván, selección de relatos.- leí abriéndolo y buscando el índice. -El Alambique -dije  en tono satisfecho señalando el titulo con el dedo.-Rosa es usted única.- reconocí en un tono sincero que la hizo reír. Después de todo parecía que la tarde empezaba a encarrilarse. Pensé recordando a Luis.