Mierda- gruñó contrariado viendo que había olvidado la mostaza en la cocina. Acababa de dejarse caer en el sillón y ahora tendría que volver a levantarse. Menuda putada rezongó con resignación, incorporándose pesadamente, no le quedaba otra. Un buen solomillo como aquel requería su ración de mostaza. Se dijo mientras iba apresuradamente a la cocina. Ya de vuelta, cayó en la cuenta de que no había bajado al garaje a por el móvil. Tenía que estar en la furgoneta puesto que no lo veía por ninguna parte. -Que le den- Bajaría a buscarlo en el descanso. Decidió ocupando el sillón, con solo ver la carne se le hacia la boca agua.
El inicio del partido prometía, una serie de jugadas de peligro se sucedieron en ambas áreas despertando expectación. No era un gran fan del fútbol en particular. Pero ya que aquel jodido resfriado le había chafado el plan de salir el fin de semana con los amigos a cazar. Al menos se entretendría con algo mientras degustaba el solomillo. Afortunadamente el resfriado no le había afectado al apetito. Y seguro que su cuerpo le agradecería que degustara aquel festín antes de endosarle las preceptivas dosis de jarabe y antibióticos recetados por el matasanos de la mutua.
Por desgracia la emoción del juego terminó casi a la par que la carne. Tras un inicio trepidante los equipos se apelotonaron en el centro del campo. El partido se trabó convirtiéndose en una sucesión de faltas y pelotazos sin sentido. Lo que aprovechó para llevar los platos a la cocina y hacer algo de zaping. No hubo suerte la programación era un asco comprobó resignado, volviendo al fútbol. Estaba tomándose el antibiótico cuando la cosa pareció animarse otra vez. El equipo local creo un par de ocasiones de peligro que los visitantes contrarrestaron en un contraataque que acabo en corner. -El partido esta vivo- proclamó satisfecho el comentarista saliendo de su apatía. En medio de todo aquel correcalles un delantero local controló el balón, dribló a su marcador, encaró el área rival… y fue derribado por otro defensa. La grada estalló en protestas mientras todos los jugadores acudían al lugar encarándose entre ellos. ¿Estaba fuera del área o estaba dentro? Era una jugada confusa que la repetición no terminaba de aclarar.
-Ya esta, al lío- bufó. Cuando los jugadores de ambos equipos rodearon al arbitro para protestar. La había pitado fuera. Tres minutos, unos cuantos empujones y aspavientos y un par de tarjetas después, la tangana quedo sofocada.
-Tanto barullo para nada.- resopló con fastidio. Viendo que finalmente el encargado de tirar la falta enviaba el balón a la grada con un lanzamiento propio de un ensayo de rugby. Una vez más la acción volvió a estancarse. Estaban apunto de llegar al descanso comprobó arrellanándose en el sillón, apenas quedaban cinco minutos. Tan solo necesitó dos para quedarse dormido.
Despertó sintiendo el cuerpo envarado y dolorido. El maldito resfriado le había tenido todo el día machacando. Pero ahora era como si de golpe se le hubiera ido a sentar encima, aprisionándole contra el sillón. Era una sensación desagradable, tal vez no había sido una buena idea salir de la cama. En la tele se sucedía un bloque de anuncios, el fútbol parecía haber acabado. Estaba pensado que lo mejor sería acostarse, cuando el inicio de una película captó su atención. No reconoció ninguno de los nombres de los títulos de crédito. Si bien por el formato de la presentación debía tratarse de uno de esos telefilmes presuntamente basados en hechos reales. Algún melodrama seguro, rumió adormilado. Sería mejor que se acostara, tenía que levantarse, tenía que ir a la cama.
El melodrama estaba en pleno apogeo cuando entreabrió los ojos. La protagonista recorría apresuradamente la casa con expresión angustiada comprobando puertas y ventanas. Por supuesto era de noche y la banda sonora se acelero anunciando un momento de tensión. Que no sirvió para despejarle. Pues lentamente empezó a notar como de nuevo el sopor le invadía. Pese a sus esfuerzos los parados se le cerraban. Al menos los dolores parecían haber remitido un poco.
¿Qué era eso? ¿Había sonado el timbre, o era el teléfono? Se dijo abriendo los ojos de golpe y agitando levemente la cabeza. No, no podía ser el teléfono, recordó cayendo en la cuenta de que había olvidado el aparato en la furgoneta. Tendría que bajar a por el de una vez, no fueran a llamarle del curro para pasarle algún aviso y entonces si que se iba a liar. Rumió con un suspiro de fastidio, sentía la boca pastosa. Nadie volvió a insistir con el timbre, seguramente no era eso lo que le había despertado. ¿Qué hora sería? Tardísimo seguro, asumió. En el televisor tras un par de anuncios de tarot apareció otro de una línea erótica. Era uno de esos largísimo anuncios donde se van alternando imágenes provocativas acompañadas por una narración igual de insinuante y adormecedora.
El medicamento parecía haber echo su efecto ya no sentía molestias. Tan solo tenía frío y sueño, mucho sueño. En la pantalla una rubia enfundada en un mini vestido. Le animaba a completar el refrán del panel luminoso que tenía a su espalda. Solo tenía que llamar al número que aparecía sobre impresionado en la imagen. Le recordaba machaconamente mientras se agitaba provocativa al ritmo de la música. Volvió a cerrar los ojos.
Ya no se escuchaba la música. Más bien parecía sonido de voces, como de una conversación. Sintió un escalofrió.
Finalmente parecía haberse hecho el silencio. Incluso el dolor y el frío habían desaparecido.
El rumor de unas voces que sonaban como alejadas fue aumentando poco apoco. Al principio no entendía lo que decían pero pronto empezaron a sonar más cercanas.
Entonces le vio, un tipo impecablemente trajeado se plantó frente a el. ¿Quién era aquel tipo? ¿Qué estaba haciendo en su casa?
-¿Esta bien ya pueden llevárselo?- dijo el hombre con desgana. Llevándose un pañuelo a la nariz y dando media vuelta, para desaparecer por la puerta con gesto apresurado.
¿Llevárselo? ¿Qué coño estaba pasando?
-Mira que bien eso podría haberlo dicho yo hace dos horas.- refunfuñó entre dientes un tipo alto y espigado. Que aguardaba a un lado en compañía de otro más bajo y calvo en los que no se había fijado.
-Claro, solo que el es el juez y nosotros los currantes. Así que aligeremos.- gruñó el calvo acercándose a la puerta y asomándose al pasillo.-Listo chicos todo vuestro, acabemos de una vez.- dijo chasqueando los dedos con gesto decidido.
Fue todo muy rápido. Tres desconocidos equipados con monos y caretas entraron en el salón y se dirigieron hacia el. No sintió nada cuando le arrebataron el cuerpo hinchado. Ni siquiera se dio cuenta de donde había salido aquel ataúd al que fueron a parar sus restos tras levantarlo del sillón y meterlo en un saco de plástico.
Mientras, ajenos a su presencia toda aquella gente seguía moviéndose de aquí para allá.
El calvo y su compañero empezaron a repasar las notas de un cuaderno. Cuarenta y tres años, divorciado el aviso lo habían dado sus compañeros después de que faltara un par de días al trabajo. La autopsia tenía la última palabra pero al parecer se había tratado de un infarto que probablemente pudo sufrir el sábado por la noche. Enumeró el calvo entono monocorde como recitando una letanía.
-Listo- concluyó el tipo alto cerrando el cuaderno.
Fue un autentico mazazo que le hizo comprender horrorizado. Tres días, habían pasado tres días antes de que alguien decidiera buscarle. Confuso y desconcertado descubrió que pese a ser incorpóreos los fantasmas seguían teniendo la capacidad de llorar.