-¿Te ayudo?- ofrecí viéndola fruncir el ceño mientras se peleaba con el cierre de un colorido collar.
-No gracias, ya esta.- respondió en tono cortante. Clavando la mirada en el espejo para terminar de colocárselo.
-Un diseño original. ¿Es nuevo?- pregunté. Mientras su semblante se relajaba complacida con el resultado.
-Lo es.- asintió escuetamente, cerrando el joyero y empezando a ponerse los zapatos.
-Te queda bien.
-Démonos prisa vamos a llegar tarde.- urgió. Levantándose decidida y tomando el bolso con gesto apresurado. Ignorando mi comentario con deliberada frialdad. Seguía enfadada conmigo, muy enfadada. Así que por mucho que fuera a acompañarme a aquella cena. Dispuesta a desplegar su arrollador encanto durante toda la velada. Como si fuéramos la más encantadora y feliz de las parejas. Eso solo ocurriría en público, ahora no tenía por que hacer concesiones. Aquello era cuanto podía esperar así que tendría que conformarme. El cabreo le iba a durar barios días, me lo tenía ganado y lo sabía. Rumié contrariado mientras salíamos del piso y cerraba la puerta.
En el pasillo, frente al ascensor, la hija de nuestros vecinos y su novio se comían a besos con la apasionada y entusiasta dedicación, correspondiente a una pareja de veinteañeros. Desde luego se estaban poniendo morados. Pensé mientras nos acercábamos y ella pulsaba repetidamente el botón de llamada, en tanto intercambiábamos una mirada de circunstancias. Ajenos a todo los chicos seguían a lo suyo con inagotable ímpetu.
-Las buenas costumbres no cambian. Los pasillos y zaguanes también eran lo nuestro.- la susurré. Acercándome con una mirada socarrona. Ella ignoró la insinuación apartando la mirada con gesto incomodo. –Vamos no seas así. ¿No te recuerda algo?- insistí con un gesto taimado que le arrancó una media sonrisa.
-Algo- respondió finalmente resignándose a seguirme el juego.
-¡Solo algo¡- protesté por lo bajo. Mientras se abría la puerta y entrábamos en el ascensor. Los chicos no se dieron por aludidos. Decididamente aquello era pasión, convinimos con una mirada. Finalmente tras unos segundos de espera ella emitió un leve carraspeo que consiguió captar la atención de la pareja.
-¿Bajáis?- preguntó en tono cordial. Consiguiendo que se separaran dedicándonos una serie de sonrisas azoradas.
-Si, perdón- consiguió musitar apenas el chico. En tanto la vecina bajaba la mirada tratando de controlar una risita nerviosa.
-Tengo que irme, hablamos luego.- dijo el en tono apresurado pero sin deshacer el abrazo que les unía.
-Hasta luego.- respondió ella con una sonrisa sofocada que el interrumpió con un nuevo morreo.
-Lárgate.- ordenó finalmente ella. Separándose y haciendo como si le empujara aunque sin mucha convicción.
-Te llamaré- aseguró el entrando finalmente en el ascensor y accionando el pulsador.
-Más te vale- advirtió ella cubriéndose el rostro ruborizado.
-¡Espera!- reaccionó de pronto la chica con gesto apresurado, haciéndonos dar un respingo. El consiguió detener la puerta antes de que se cerrara.
-Te ibas ligero de equipaje.- bromeó ella divertida. Pasándole la mochila que había quedado en el suelo. Lo que el chico aprovechó para volver a abrazarla rápidamente y plantarle un nuevo morreo. Que provocó que nosotros volviéramos a intercambiar nuevas miradas de resignación.
-Seguro que nosotros lo hacíamos mucho mejor.- aseguré puntilloso con gesto convencido. Ella asintió esbozando una sonrisa que se fue ensanchando. De pronto como llevada por una repentina determinación. Avanzó decidida y empezó a besarme con impetuoso deseo. Al que tras un momentáneo desconcierto, no dudé en unirme abrazándola y correspondiéndola con idéntica avidez. Por el rabillo del ojo capté como se cerraba la puerta. El ascensor empezó a bajar y junto a nosotros el chico se revolvía, seguramente incomodo con su nuevo papel de espectador.
Pero entonces ella me soltó retrocediendo para tomar aire. Durante unos segundos los tres nos quedamos mirándonos con repentina incomodidad. De la que ella se rehizo en seguida para abalanzarse sobre el chico al que empezó a besar con idéntico ardor al que me había dedicado segundos antes a mí. Desconcertado, la contemplé mientras le comía la boca al chico, que dejándose llevar le devolvió el beso. Incluso empezó a magreárle el trasero, lo que al menos ella interrumpió de inmediato con un contundente palmetazo que delimitó el terreno. Tras lo que se me antojó unos interminables segundos, el ascensor se detuvo y ella se apresuró a soltar a su presa. A quien dedicó una sonrisa satisfecha y un guiño de complicidad.
-Sabes, tienes toda la razón.- reconoció. Volviéndose para mirarme con gesto desafiante. Mientras se ajustaba el vestido y comprobaba el peinado en el espejo.
-Nosotros lo hacíamos mucho mejor. Lástima que esa sea la palabra clave. Lo hacíamos.- zanjó saliendo con paso decidido.