La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







Para cualquier sugerencia, crítica u opinión.






jaestrelles@gmail.com






























lunes, 27 de diciembre de 2010

Trilogias literarias y cinematográficas.

AméricaLIBROS - LA CAIDA DE LOS GIGANTES LIBROS - EL DIA DEL WATUSI Como empecé diciendo en el comentario anterior. Hace unos días termine de leer La Caída de los Gigantes, el último de Ken Folett.  Quizás no acabo de ser lo que esperaba. Aún que tampoco es que me haya decepcionado. Después de todo resulta entretenido y no todo puede ser Los pilares de la tierra. Así que esperare el lanzamiento de los siguientes ejemplares que completan la trilogía. Para conocer el desenlace total de la historia. El caso es que de pronto caí en la cuenta de que para este próximo año ya tengo comprado, América. El libro con el que empieza la última trilogía de James Ellroy. Cuya lectura precisamente pospuse para empezar La Caída de los Gigantes. Lo curioso es que en Febrero de este año ya leí otra trilogía El Día del Watusi, de Francisco Casavella. Y como no en 2009 devoré los Millenium de Larsson. Así pues serán cuatro trilogías en tres años. Esto me hizo recordar algo que leí en una ocasión. Sobre lo mucho que tubo que pelear Tolkien para convencer a los editores de que publicaran el Señor de los Anillos sin limitar el texto. Desde luego eran otros tiempos y hoy sería impensable que alguien pretendiera recortar la historia del anillo. Sobre todo viendo la repercusión mediática que llego a generar de la mano de la reciente adaptación al cine. Así que Tolkien fue todo un precursor de las sagas de libros. A las que dicho sea de paso parecen haberse abonado últimamente autores y editoriales. -Si la historia es buena y funciona por que no aprovéchala al máximo.- Pero lo dicho, son otros tiempos. Tampoco en el cine se hubiera entendido en su momento -O mejor dicho hasta La Guerra de las Galaxias- lo de las películas con final abierto. Ahora editoriales y productoras se benefician por igual de la prodigalidad de los autores de estas historias. Que saltan del libro a la pantalla con una naturalidad pasmosa. Sin que nadie parezca recordar ahora aquello de los inconvenientes de adaptar un libro a un guión. Tal vez sea por aquello de acercar posturas. O por que todos están en el mismo barco. Y los autores ya no solo piensan en su libro sino también en la futura película a la hora de dar enfoque a su historia. Y los estudios relajan las limitaciones al guión y por descontado al presupuesto de producción. Todo sea por el espectáculo.


    

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Reflexión para futuros lectores

Tras dar cuenta de las últimas paginas de La Caída de los Gigantes. Empecé a reflexionar sobre lo que parece la última tendencia editorial los libros en serie, trilogías y demás. El caso es que teniendo el ordenador a mano se me ocurrió exponerlo en el blog. En principio no tenía pensado ponerme a publicar comentarios personales que no guardaran relación con los relatos. Pero tal vez por que como diría Perez-Reverte, me pilló con la tecla caliente. El caso es que me lance a aporrear el teclado. Al tiempo que otra nueva reflexión, -O tal vez sería mejor decir divagación- sustituía a la inicial.
Que más da en realidad la naturaleza de los comentarios que más da su contenido o incluso que más dan los relatos. Si en realidad el blog a parte de personal podría decirse que es también exclusivo. Escribo estas líneas como dirigiéndome a un grupo de lectores. Cuando en realidad en mi  natural introversión solo he llegado a hacer participe de la creación del blog a mi mujer. Que no pudo menos que sorprenderse con mi decisión de exponer libremente mis relatos a desconocidos. Cuando amigos o compañeros de trabajo desconocen la existencia ya no el blog si no los propios relatos. No se el por que no he llegado a hablarlo con nadie. No se si será por timidez o por el temor a las opiniones que puedan tener de esta afición personal. Pero entretanto mientras me decido a hacer participe de todo esto a la gente de la que me rodeo. Lo cierto es que la única posibilidad de que mi blog y su contenido sean visitados por alguien. Recae en que el azar que haga tropezar con el a algún que otro intrépido cibernauta. Que decida - o no- tomarse la molestia de dedicarle unos minutos a leer estas líneas o alguno de los relatos. Aún así y atendiendo a ese nuevo e intrépido espíritu por el que me dejo llevar estas últimas semanas. Queden aquí pues estas reflexiones para todo aquel que pueda llegar a leerlas.  

jueves, 16 de diciembre de 2010

LA DUDA

 ( un día de perros )


Inquieta, Marina se revolvió de nuevo en la cama intentando inútilmente encontrar una postura que le permitiera por fin conciliar el sueño. Aquel había sido uno de esos días intensos, repletos de una asfixiante actividad y la verdad es que estaba agotada. Tendría que haber caído rendida y estar durmiendo a pierna suelta. Pero por alguna razón que se le escapaba una extraña sensación de duda la mantenía despierta. Era como si en el transcurso del día algo se le hubiera pasado por alto, y su cerebro tratara ahora de obligarla a recordar ese detalle que no encajaba.
La duda la había asaltado a medía tarde, cuando en un inesperado momento de respiro decidió tomarse un minuto para saborear un café. Acababa de concluir una tediosa reunión con unos clientes especialmente puntillosos que la habían puesto de vuelta y medía. Estaba necesitando urgentemente una ración de cafeína que le levantara el ánimo y la preparara para la vuelta a casa. Era jueves y para rematar semana sus hijos la estarían esperando con un buen surtido de tareas escolares. Primero tendría que preparar el examen de ciencia con el mayor, y luego supervisar los costosos progresos aritméticos del pequeño. Un programa de lo más interesante si señor. Pensó hastiada, terminando el café mientras repasaba mentalmente la lista de la compra que tenía previsto hacer de  camino a casa. Fue en ese preciso instante cuando un fugaz pensamiento cruzo por su mente como un relámpago y sin saber por que se le formo un nudo en el estomago. Repentinamente se sintió embargada por una inexplicable desazón que le acelero el pulso. Era una sensación horrible de la que parecía no iba a conseguir librarse de ninguna de las maneras. Llevaba horas dándole vueltas al asunto tratando de encontrar una explicación, pero nada. Cuanto más lo intentaba más frustrada y contrariada se sentía.
Ahora tras darle muchas vueltas estaba casi segura de que el fallo, – si es que era un fallo – no era una cuestión del trabajo. De regreso a casa y mientras bregaba resignadamente con sus hijos, y con las tareas caseras que tenía pendientes. Había conseguido repasar paso a paso todos y cada uno de sus movimientos en la oficina. Allí la cosa había estado movida, pero aun que un tanto agobiada nada se había salido de madre. Su inquietud no venía de allí, tenía que ser algo personal. Comprendió frustrada cambiando otra vez de postura, procurando no despertar a su marido. Sobre la mesilla de noche el despertador marcaba las cuatro y media comprobó desesperada. Mañana iba a estar para el arrastre y tendría que echar mano de una buena dosis de café que la pusiera a tono, haciéndole polvo el estomago claro esta.
Entonces recordó que aquella mañana al salir de casa su vecina, la señora Clara, le había recomendado unas nuevas vitaminas de lo más eficaces. Se habían encontrado aguardando el ascensor y como era inevitable en cada ocasión, Doña Clara se había lanzado a contarle un montón de cotilleos intrascendentes sobre personas que Marina ni siquiera conocía. Aquellos encuentros matinales era un auténtico suplicio, - el solo hecho de recordarlos la ponía de los nervios - máxime cuando a primeras horas de la mañana ella no estaba para chácharas. Mientras que aquella buena mujer parecía capaz de estar hablando horas y horas sin parar ni preocuparse por el tiempo trascurrido. Era como si le hubieran dado cuerda antes de salir de casa. Disimuladamente, Marina recordó haber intentado desconectar haciendo como si escuchara pero ignorando cuanto decía la buena señora. Tenía otras cosas en la cabeza, el trabajo, la compra, encontrar un fontanero que reparase de una vez por todas el maltrecho desagüe del lavavajillas. Con todo el lió que llevaba en la cabeza los comentarios de Doña Clara sobre sus achaques – En aquel momento debió de comentarle  lo de las vitaminas.- la verdad es que le  sonaron a chino. Marina entendía que la pobre se aburriera y no supiera como ocupar su tiempo más que en chorradas. Pero no veía por que encima tenía que contárselo a ella, que andaba siempre la mar de agobiada intentando sacar tiempo de donde fuese para poder ocuparse de algo tan simple como las cuestiones domesticas que no entraban en su agenda. Lo que daría por un par de horas libres, - había pensado resignada arreglándose el pelo - estaba necesitando  que le recortaran un poco las puntas y aún no había conseguido encontrar un hueco para ir a la peluquería.
     Fue como divisar un faro en la niebla, de pronto todo encajo, se hizo la luz. Angustiada, Marina dio un brinco y se quedó sentada en la cama con el corazón latiéndole desenfrenado dentro del pecho. Mientras el recuerdo de la imagen que había estado intentando recordar con tanto denuedo parecía quedar bruscamente congelado en su memoria, golpeándola con toda su crudeza. La presión en el estomago desapareció como por ensalmo y tras el profundo suspiro de alivio por haber dado con lo que la atormentaba. Marina salto de la cama y se encamino penosamente hacia el cuarto de baño. El recuerdo era ahora demasiado nítido como para tratarse de un error. La había visto de pasada mientras repasaba su imagen en el espejo del ascensor antes de salir a escape para librarse de doña Clara. Aquella imagen casual que apenas debió durar un segundo la había estado martirizando todo el día reacia a pasar de largo sepultada entre todos los demás recuerdos de la jornada, no quería ser olvidada. Resignada Marina entró en el cuarto de baño y se plantó ante el espejo. Donde con las lágrimas recorriendo sus mejillas confirmo el oscuro presagio. A su poblada y orgullosa melena negro azabache había salido su primera cana. Derrotada sintió que le fallaban las piernas y tubo que sentarse en el bidé. Aquello era justamente lo que necesitaba para acabar un día de perros.


viernes, 10 de diciembre de 2010

UNA SONRISA PROFIDENT


Era la hora del almuerzo y como era de esperar el bar estaba atestado de gente. Currantes de una obra cercana, empleados de las oficinas de los alrededores y dependientas del Hiper. Que mientras daban cuenta del bocata, el pincho o el café y la pasta. Comentaban animadamente los unos, las andanzas y actividades del fin de semana. O las incidencias de los partidos del día anterior, los que más. Una desbordante armonía verbal que me machacaba los adormilados sentidos con fatídica precisión.
-¿Pensaba que habías terminado?- protesté en tono contrito. Lanzándole a Dani la mas patética de mis miradas lastimeras. -¿Vas a tomar café? - inquirí con aire de desesperación.
-Si, he terminado y si voy a tomar café.- respondió el. Levantando la vista del periódico en que se había enfrascado. Dado mi nula disposición a conversar esta mañana. -Tu eres quien de vería esforzarse en comer un poco antes de tomarte eso.- añadió en tono aleccionador. Señalando el comprimido efervescente que yo acababa de sacar del bolsillo. Con la encarecida esperanza de que su ingestión, me supusiera una sino total al menos si rápida mejoría de mis males.
-No me apetece comer, de hecho casi me he ahogado para haber de tragarme los dos bocados que he tomado.- gruñí con voz patosa. Empezando a pelearme con el dichoso envoltorio de la pastilla.
- Tomar esa pastilla en ayunas te puede sentar como una patada en el estomago.- reprochó el.  Alargando la mano y arrebatándome a mi encarnizado contrincante. -Deja.- suspiró resignado. Abriendo finalmente aquella cosa.
-Una patada¡¡ Daría lo que fuera, por que el grupo flamenco que en estos momentos parezco tener en la cabeza. Dejase de una vez el zapateado que se están marcando sobre mi cerebro.- reconocí llenando mi vaso de agua.
-Esta bien a ya tú.- aceptó el. Encogiéndose de hombros con ademán despreocupado. -Supongo que al menos me agradecerás que abrevie. Acercándome a la barra para tomar el café mientras pago la cuenta.- comentó empezando a levantarse.
-Eres un santo.- reconocí escuetamente. Incapaz de reunir las fuerzas y la voluntad necesarias para declararle mi más profundo amor verdadero por semejante detalle.
-Esta bien, ahora vuelvo.- gruñó Dani alejándose con gesto de fastidio. Dejándome absorto en la contemplación de cómo -tras echarla en el agua- la pastilla empezaba a deshacerse. Para transformarse -al menos eso esperaba- en una especie de brebaje milagroso que lograra reanimarme lo suficiente como para aguantar al menos hasta la hora de comer.
Estaba hecho una mierda, y la verdad es que hasta donde conseguía recordar tampoco era de extrañar.  La cosa había empezado el día anterior con una llamada de Oscar. El típico amigo que suele encargarse de preparar a conciencia todo tipo de fiestas, reuniones y saraos. -Animo tío. Estaremos en el chalet, hoy hace un día ideal para inaugurar la temporada de verano en la piscina. Coque, Eva y Tomas han salido a comprar hemos quedado en organizar un barbacoa. Roberto llegara a medio día con Noelia que se trae a unas amigas de la boutique. Roberto asegura que las tías están de muerte. Así que date aire y tráete algo de priva.- expuso en tono apremiante. En principio desde luego la cosa había sonado muy bien. Bebida, barbacoa, piscina, un poco de buena música e inmejorable compañía. Aquello era decididamente como una especie de sueño cumplido. Una oferta completa y prometedora. Que por supuesto no me vi capaz de rechazar.
Como era de esperar con semejantes ingredientes el resultado fue una fiesta de las que hacen época. Una fiesta formidable que me había dejado como regalo este no menos formidable dolor de cabeza. Un dolor insoportable que esta madrugada a eso de las cuatro me había echo volver a la vida para desear haber muerto al instante. Por ahora no había tenido fuerzas ni ganas para tratar de recordar lo ocurrido. Desde el momento en que junto a la piscina había dejado de contar los chupitos que llevaba. De todas formas y teniendo en cuenta que había despertado en pelotas acostado entre el degenerado de Coque y una de rubia despampanante. La verdad es que no tenía muy claro si me apetecía recordar algo de lo sucedido. O quizás seria más prudente optar por correr un tupido velo y seguir en una inocente a la par que conveniente inopia.
-Va por ustedes.- musite entre dientes y tras tomar un poco de aire. Me lleve el baso a los labios con gesto decidido, apurando el contenido de un solo trago. Esforzándome a conciencia por tragar aquello lo más rápidamente posible. Como solía decirme mi abuela en estos casos si hay que hacerlo cuanto más te lo piensas peor. Recordé en tanto me servía un poco más de agua para quitarme el regusto de la boca. Entonces la vi.
Pese a la distancia la distinguí con total y nítida claridad como un faro en la niebla. Aquella era sin duda el más grafico ejemplo de la llamada sonrisa Profidentet que recordaba haber visto. Una deslumbrante sonrisa de foto exhibida orgullosamente por su dueña. Quien acababa de entrar por la puerta y tras detenerse unos segundos. Para -con un gesto perfectamente estudiado- quitarse las gafas de sol. Mientras aprovechaba para recorrer el local con una rápida mirada. Empezó a avanzar entre las mesas precedida por su cautivadora expresión. Había que reconocer que sin ser una topmodel la chica tenía un buen físico. Que convenientemente enfundado en un estilizado traje chaqueta en tonos salmón. Capto de inmediato la atención de buena parte de la concurrencia. Cuyas miradas empezaron a seguirla expectantes por ver donde se dirigía su desenvuelto caminar. Fue precisamente en ese momento mientras la observaba. Cuando nuestras miradas se cruzaron durante un instante. Provocando que de pronto su sonrisa se ensanchara unos centímetros más. Aquello era mi perdición supe al instante viéndola acercarse decidida. Tras reparar en el portafolios de Dani y el maletín con el portátil que teníamos sobre la mesa.
-Hola buenos días.- saludó -¿Me permite?- solicito amablemente. Mientras se sentaba frente a mí y me tendía la mano presentándose con gesto resuelto. Ni que decir tiene que semejante derroche de arrolladora vitalidad no solo consiguió desbordarme al instante si no que me dejo totalmente a su merced. De forma que en unos segundos y mientras yo aún trataba de recordar el nombre con que ella se había presentado. Algo así como Rosario, Rosana o Rosita. Ella sin perder ni por un segundo su imperturbable sonrisa. Siguió realizando una batería de preguntas que saturaron aun más si cabe mi mermada capacidad de comprensión.
-¿Utiliza habitualmente el móvil en su actividad cotidiana? ¿Es usted autónomo o trabaja por cuenta ajena? ¿Esta contento con el servicio que le proporciona su operador?- inquirió. Sometiéndome a una especie de tercer grado. Del que por el modo en que se sucedieron el alud de preguntas. En realidad ni siquiera pareció molestarse en atender a las respuestas. Que yo le fui dando mediante una serie de asentimientos y negaciones de cabeza. Cuya secuencia tampoco estoy muy seguro que se ajustara con el de su desbocado interrogatorio. La verdad, no es que tuviera muchas ganas de hablar, ni de seguir con aquello. Pero con semejante chachara me había sido imposible siquiera colar una sola palabra. En tanto ella que seguía a lo suyo. Desplegaba una carpeta de la que empezaron a salir uno tras otro media docena de folletos promocionales. Del servidor de telefonía móvil al que ella representaba.
-Esta sería la descripción básica de nuestros principales paquetes de contratación.- señalo pasándome un reluciente tríptico tamaño folio. Antes de dar comienzo a lo que parecía iba a ser una detallada exposición de sus productos estrella. Lo que me hizo resoplar con fastidio. Por un momento pareció que mi reacción contrariada había logrado frenarla. Pero resulto un espejismo y lejos de desanimarse con el desaire contraataco de inmediato.  
-Si, si ya se lo que esta pensando esto es básicamente lo mismo que ofrecen otros operadores. Por lo que tal vez en su caso lo más adecuado sería optar por un contrato en modalidad combinada. Lo más novedoso y competitivo que le aseguro pueda encontrar en el mercado.- apunto abriendo otra carpetilla cuyas excelencias se dispuso a enumerarme. Repare entonces en la tarjeta de visita sujeta con un clip al ángulo superior del tríptico promocional. Rosalía Sáez Arjona delegada comercial leí. Mira tú por donde, así que al final resulta que era Rosalía pensé sacando la tarjeta. Mientras uno de mis descabellados pensamientos me pasaba por la cabeza. Que diablos de alguna forma había que parar aquello me dije.
Dándole la vuelta a la tarjetita de marras y sacando mi bolígrafo. Desconcertada por mis manejos Rosalía amaino ligeramente su rauda y detallada descripción del contrato de turno. Intrigada por lo que yo, adoptado una estudiada expresión de plena concentración -Gesto de reflexión y punta de la lengua asomando por entre la comisura de los labios.- estaba escribiendo. Me llevo apenas un momento y de inmediato me apresure –con aire inocente- a mostrarle el resultado. Para que pudiera satisfacer su curiosidad. Como fulminada por un rayo la resplandeciente sonrisa desapareció al instante. Al tiempo que su adorable expresión se iba transformando en una mezcla de desconcierto, vergüenza y desconcierto.
-Joder, joder, joder.- mascullo repetidamente con un hilo de voz. Empezando a recoger apresuradamente todos sus papeles que embutió de cualquier forma en la carpeta. Al tiempo que se levantaba apresuradamente para marcharse con tanta precipitación que apunto estuvo de arroyar a Dani.
-¿Pero..- empezó a decir mi socio desconcertado por tan impetuosa desbandada. Viendo como la chica enfilaba  rápidamente la salida con gesto cabizbajo. Visiblemente deseosa de desaparecer lo antes posible.
-Se puede saber a que demonios venía eso.- inquirió Dani mirándome totalmente desconcertado. Antes de que esbozando una sonrisa ladina. Le mostrara las palabras escritas con letra de imprenta en el reverso de la tarjeta de visita. Que Rosalía había olvidado en su apresurada huida. OLVIDELO NO ME AGOBIE, SOY SORDOMUDO.
-Un cabrón eso es lo que eres.- afirmo Dani con un bufido.
     


UN VIEJO CAMARADA

UN VIEJO CAMARADA


Tal y como temía, aquello acabó resultando mucho más duro de lo que esperaba. Llevaba más de un mes tratando de hacerme a la idea. Pero la verdad es que llegado el momento, apunto estuve de derrumbarme. Cierto es -por otra parte - que yo sabía demasiado bien que aquello tenía que terminar así. Pues aunque varías veces, aplazado y postergado, el final estaba cantado. No había ninguna otra solución. Fue como digo muy duro, pues soy una persona sensible y me costó horrores poder contenerme. Los recuerdos se agolparon en mí mente con una cruel nitidez. Como sí por un instante pudiera volver a revivir nuevamente, todos aquellos retazos de mí vida. Eran muchos los buenos momentos que habíamos pasado juntos, las alegrías vívidas, las emociones compartidas, incluso los malos tragos y amargas decepciones, -que también las hubo - parecían ahora menos duras. Al recordarlas con nostalgia, en un momento tan dramático como este. Lejos quedaba ya el día en que empecé a notar los primeros signos inequívocos del implacable declive de mi fiel y leal compañero. Obstinadamente trate de negar la evidencia desoyendo los comentarios de mi familia. Ellos nunca comprendieron nuestra sólida y excelente relación, nuestra entera comunión de ideas. Pero yo me mantuve firme en mis trece. Seguí actuando como si nada, rehuyendo tener que afrontar lo que ocurría. Haciendo oídos sordos a las advertencias de mi mujer, que termino haciéndose cargo de la situación, e insistía constantemente en encontrar una solución. Aprovechando la más mínima ocasión para recordármelo con continuas insinuaciones. Yo entre tanto seguí aplicando la táctica del avestruz, escondiendo  la cabeza ante las dificultades. Si bien aquello no servia de nada, las cosas no hicieron sino empeorar. La piel de mí fiel compañero fue perdiendo su agradable suavidad. Se torno áspera y deslucida y no tardó en empezar a ajarse. No se salvaron tampoco sus fuertes y recias patas que empezaron a flojear de forma más que evidente. Protestando sonoramente en cuanto las sometía al más mínimo esfuerzo. Su solidez se fue diluyendo a la par que empeoraba su aspecto. Hasta que ya solo quedó de él una sombra de su espléndido pasado.
 Me daba mucha pena verlo así, pero he de reconocer que no sabía que hacer. Aquello estaba siendo una experiencia traumática. A la que mí mujer decidió poner fin de una vez por todas en vista yo era incapaz de hacerlo. No pude hacerle entender eran mis sentimientos. Puesto que ya había decidido por propia cuenta y riesgo que era inútil pretender seguir engañándonos, negándonos lo evidente. Confieso que llegué a rogarle y a implorarle que reconsiderara su decisión. Pero no me sirvió de nada, pues se mostró inflexible
-Lo siento mucho pero no aguanto más. Estás convirtiendo todo esto en una cuestión de estado y creo que exageras. No podemos seguir así, me niego a que continué en la casa.- Sentenció ella con rotundidad. Yo, que en el fondo esperaba algo así, me mostré muy disgustado. Pero ella ni se inmutó ante mí enojo. Incluso llegó a burlarse en diversas ocasiones del afecto y cariño que yo le mostraba a mi viejo camarada. Celosa sin duda porque ella con su forma de ser tan actual, moderna y desenfadada era incapaz de soñar si quiera con experimentar una compenetración semejante, a la que yo tenía con mí compañero. Evidentemente, en estas circunstancias mí pareja no iba a suponer el menor apoyo ante la profunda aflicción que sentía.

De mis hijos mejor no hablar. Los adolescentes de hoy en día, son incapaces de pararse a tener en cuenta los valores morales. Así que no hay que esperar que se esfuercen en intentar comprender una situación como la presente. Donde las cosas como el aprecio, la camaradería o el afecto, salen a relucir. Son estos sentimientos demasiado intangibles como para que puedan despertar su atención.

Malhumorado estuve unos días en los que me fue imposible acercarme a él siquiera. No me sentía capaz de mirarle, sabiendo lo cerca que estaba el final. Me paseaba por la casa como alma en pena incapaz de encontrar el ansiado descanso final, el reposo absoluto a mí tormento. Me sentía culpable por lo que iba a suceder a mí pobre y viejo amigo.
En un arranque de pundonor y autoestima este domingo pasado me obligué a pasar la tarde con él. Sería una postrera despedida pensé. Aunque aquellas tres horas que estuvimos juntos fueron las más largas de mí vida. Tal fue la inquietud y congoja que sentí -claro que esto ya importaba más bien poco- me dije viendo como sin ninguna oposición por mi parte. Aquellos tres extraños entraban en mi casa -que hasta ahora también había sido la de él- para llevárselo en mis propias narices. Consumando definitivamente la traición que le estaba haciendo a mí camarada. Vi como aquellos hombres lo agarraban con sus fuertes y poderosas manazas. Alzándolo sin apenas esfuerzo aparente para sacarlo de aquélla habitación que siempre había sido nuestro rincón particular. El lugar donde nadie venía a molestarnos y en donde nuestra amistad se forjo tan intensa. Se me antojó estar protagonizando una de esas películas en las que un grupo de malvados.  –Solo los malvados, pueden actuar tan mezquinamente - Acuden en plena noche a sacar de sus casas a los indefensos e inocentes, sabiendo que nadie va a interponerse en su camino, pudiendo obrar con toda impunidad. Como en este caso en que ninguna voz se levantó a protestar ante semejante atropello. Afortunadamente mí amigo opuso una enconada resistencia a aquellos energúmenos, que aun con sus anchas y fornidas espaldas y tremenda fuerza bruta. Sudaron la gota gorda para llevarle hasta la calle. En donde a empujones, sin ninguna consideración, le metieron en la furgoneta que tenían preparada. Apunto estuve entonces de recriminarles, de protestar indignado por su brusquedad. Pero un certero y oportuno codazo, de mí querida esposa lo evitó.
-Por favor, trata de no hacer más el ridículo.- Me censuró con un furioso suspiro y una mirada airada.
Cuando la furgoneta desapareció calle arriba llevando en su interior a mí camarada sentí que se me formaba un nudo en la garganta. Me encontraba muy mal e incluso noté un ligero mareo. Llevaba casi media hora de pie en la acera sin moverme. Resistiéndome a volver a entrar en casa, ya nada seria como antes. Él no estaría esperándome como siempre.
-Venga Papá, entra de una vez va a empezar el partido - Dijo mí hijo pequeño asomándose al portal. Entonces recordé que era Miércoles, el Madrid jugaba una interesantísima eliminatoria europea. No podía perdérmelo por nada del mundo. Sino de qué iba a hablar mañana en el trabajo. -A mis compañeros no les interesaría demasiado que mí mujer hubiera decidido cambiar algunos muebles viejos- Pensé mientras pasaba por la cocina para coger una cerveza de la nevera. Sólo esperaba que mí nuevo sofá actuara de talismán y ganáramos esta noche. Sería una forma de mostrar que estaba a la altura de su predecesor. Un triunfo, aquella sería la mejor manera de iniciar una buena y duradera relación de amistad.