La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







Para cualquier sugerencia, crítica u opinión.






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miércoles, 25 de enero de 2012

Oficial y Confidencial, para uso exclusivo del Director

Hace un par de meses cotilleando en FilmAffinty me encontré con que Clint Eastwood tenía nueva película. Por lo que se decía en Internet, prometía ser un peliculón con un reparto de lujo. Leonardo DiCaprio, Naomi Watts, Josh Lucas, Judi Dench, Dermot Mulroney, Lea Thompson, Michael Gladis. En fin una súper producción con una historia apasionante que contar. Nada más y nada menos que la vida de J.Edgar Hoover. El hombre quien durante décadas llevó la cuenta de los secretos y pecados de miles de personas influyentes. A las que no dudó en manipular a su conveniencia sin que nadie osara oponérsele. Reconozco que desde que leí una concienzuda biografía sobre el, Hoover es uno de mis personajes históricos predilectos. Así que al enterarme de lo de la película me propuse publicar un post hablando del tema. Pero como soy un caso entre el trabajo, la pereza y demás, pues eso que por poco se estrena la película y el post se queda en el olvido. Permitidme pues que aunque con el tiempo muy apurado presente mi propio expediente sobre J.Edgar Hoover.

--------------------------  Oficial y Confidencial     --------------------------------

                                  

En 1919 cuando  Mitchell Palmer el nuevo y ambicioso ministro de justicia llegó al cargo.  El auge que empezaban a tener el país de las asociaciones socialistas e izquierdistas alentadas por el triunfo de la revolución rusa y las reivindicaciones de los movimientos obreros de toda Europa. Se consideraban elementos desestabilizadores a los que había que poner freno de inmediato. Tras algunas recomendaciones Palmer acabó contratando a un joven Edgar como ayudante especial para ocuparse de controlar aquel problema.  Pronto demostró de lo que era capaz. En su primera gran operación contra la amenaza roja medio millón de personas fueron fichadas y se abrieron  60.000 expedientes. Lo que permitió tener una idea clara de cómo infiltrar, debilitar y atacar a innumerables asociaciones y personas cuyas actividades fueron consideradas subversivas. Para cuando finalmente los defensores de los derechos civiles consiguieron echar el freno a esta primera caza de brujas. Edgar había llegado a perfeccionar ampliamente un sistema y una doctrina de la que seguiría sirviendo se el resto de su vida. Sus métodos fueron muy criticados pero tras muchas protestas y revuelo, consiguió salir indemne del escándalo. Finalmente resultó que cuando por momentos temió perder su trabajo. Se encontró con que de pronto le ofrecieron uno mucho mejor. El trabajo al que consagraría su vida.
Parece ser que cuando en 1924 un nuevo ministro de justicia decidió nombrar a Hoover como director del FBI. Se apresuró a dejarle muy claro que el nombramiento tenía carácter puramente provisional. La institución por entonces estaba muy cuestionada, a causa de su ineficacia ante el crimen y los casos de corrupción que afectaban a la organización. El nombramiento de Edgar era pues un parche de urgencia, un intento de centrar la atención del público y la prensa en una cara nueva. Mientras se decidía que hacer definitivamente con  la agencia. Pero desde el momento en que Hoover tomó las riendas lo hizo con la plena convicción de no moverse del puesto. Obviamente se salió con la suya.
Al fallecer el 2 de mayo de 1972 tras casi cincuenta años en el cargo J.Edgar Hoover seguía siendo el todo poderoso director del FBI. Los ocho presidentes habían pasado por la casa blanca durante aquellos años. Habían visto impotentes como sus respectivas administraciones vivían bajo la “tutela” de un personaje oscuro e intrigante, cuyo poder con los años no había parado de crecer. Y ante quienes los sucesivos gobiernos se habían tenido que plegar incapaces de asumir el riesgo de enfrentarle. Un hombre a quien millones de conciudadanos tenían como el más destacado referente de lo que tenía que ser el espíritu americano. Trabajador incansable y concienzudo, de moralidad intachable, respetuoso defensor de las tradiciones norteamericanas. Que desde su puesto velaba tenazmente por la seguridad del país y sus ciudadanos. Ante cualquier tipo de enemigo o amenaza interna o externa. Todos estos años Hoover había sido la indiscutible figura de referencia para los norteamericanos. Así pues miles de ellos acudieron a rendirle su último homenaje y presentarle sus respetos. En una fastuosa capilla ardiente instalada en el Capitolio, sobre el mismo catafalco usado en el funeral de Lincold. Un funeral de estado para despedir a un abnegado y venerado servidor publico.

La realidad en cambio era muy distinta. Tras acceder al cargo, Edgar se encontró realmente ante una situación muy comprometida. Con el país sumido en la depresión la corrupción dentro y fuera de las instituciones campaba a sus anchas. Por no hablar del lado más visible de la delincuencia. Encarnado por una serie de peligrosos y sangrientos delincuentes que parecían recorrer el país a sus anchas como en los tiempos de los cowboys. John Dillinger, Ametralladora Kelly, Babe Face Nelson, Pretty Boy Floyd, Ma Barker.
Constantemente los periódicos estaban llenos de noticias sobre sus sangrientas correrías. Alentando la desconfianza de los ciudadanos respecto a la capacidad de las fuerzas del orden para solucionar toda aquella locura. Hoover tuvo claro desde el principio que precisamente aquella situación era a la vez su principal problema y su mejor oportunidad. Lo primero fue acometer una contundente reorganización de la agencia. Todo aquel sospechoso de ser corrupto o de tener “conducta impropia” fue fulminantemente despedido. El nuevo FBI estaría provisto de agentes honrados, leales y especializados en las últimas técnicas de investigación. Los ideales de la institución y de sus agentes debían ser un referente para los ciudadanos a los que servían. Ese fue el mensaje que a través de la prensa Edgar se empeño en hacer llegar al público. Mediante una cuidadosa campaña de relaciones publicas. Para la que supo aprovechar los éxitos que poco a poco sus agentes empezaron a cosechar. Unos éxitos convenientemente publicitados con bombo y platillo.  Para cuya consecución, sin embargo, no se dudo en recurrir a todo tipo de reprobables artimañas, abusos y mentiras. Sin duda el fin justifica los medios debió de pensar Edgar. Que tras ganar la “guerra” a los gánsters y reflotar la imagen del FBI. Se encontró en una posición inmejorable para hacer y deshacer a su antojo. Sabía perfectamente de la importancia de controlar la imagen y la información. Así que se preocupo de difundir ampliamente su empeño y esfuerzo personal en la modernización de la agencia y los logros que ello suponían. Implantó la tecnología de recogida y archivo de huellas, la vigilancia mediante escuchas, los equipos y protocolos de investigación forense. Edgar tenía vía libre podía hacer prácticamente lo que quisiera. De hecho entre 1924 y 1971 ninguna administración realizó ni una sola auditoria sobre el presupuesto del FBI.
Tras acabar con los gansters, llegarían los infiltrados nazis, los agitadores sociales y por supuesto la gravísima amenaza comunista y su deseo de acabar con el estilo de vida norteamericano. Un enemigo retorcido e invisible que se convirtió en la autentica piedra filosofal de la doctrina Hoover. El creciente y desafiante poder de los ¨Rojos”.  Empezaba a calar en partes de la sociedad norteamericana a la que pronto hubo de empezar a proteger y concienciar de este nuevo peligro. Los rojos estaban siempre al acecho siempre intrigando para debilitar y corromper Norteamérica aseguraban la prensa y los políticos. Pero desde el principio a los americanos se les empezó a vender la idea de que nada parecía poder escapar al control de los agentes del FBI y de su Director. Que controlaba escrupulosamente cuanto sucedía. No podían ni imaginar cuan real era aquella afirmación. O más concretamente cuan real era ese control sobre todo aquello que verdaderamente interesaba al Director.

Pues la historia de J.Edgar Hoover es la historia de sus expedientes clasificados como Oficial y Confidencial. Un enorme archivo sobre las historias y trapos sucios de miles de personas que a lo largo de décadas captaron la atención de Edgar por uno u otra razón. Siempre se ha dicho que la información es poder. Edgar sin duda llevó esta afirmación a su máxima expresión.
Ningún presidente, administración, político, empresario, artista, institución, nada que pudiera resultar importante escapaba al concienzudo escrutinio del FBI de Hoover. Que mientras se ocupaba de pregonar sobre su defensa de los valores y el estilo de vida americano. Mantuvo a sus agentes  muy ocupados recopilando todo tipo de información -cuanto más escabrosa mejor- sobre todo y sobre todos. Deforma que no paso mucho tiempo antes de que cualquier persona, independientemente de su condición o del cargo que ocupara. No tuviera muy claro que sus más inconfesables secretos estaban seguramente en posesión del taimado Director. Que supo sacar partido de las debilidades humanas. Desviaciones sexuales, infidelidades, fraude fiscal, problemas con la bebida, consumo de drogas o por descontado unas inapropiadas simpatías izquierdistas. Podían acabar con la vida de cualquiera que osara cruzarse en el camino del señor Hoover. O simplemente no accediera a plegarse a sus deseos.

Mediante el descrédito, la calumnia, o directamente el chantaje. Compró voluntades, acalló voces y manipulo a su antojo sin la menor vacilación. Pisoteando tanto a los derechos civiles las leyes o a personajes e instituciones. Presidentes como Roosevelt, Truman, Kennedy, Johnson o Nixon que llegaron a plantearse seriamente el relevarle de su cargo al verse abiertamente desafiados. Terminaron reculando  a la hora de enfrentarse a un enemigo tan poderoso. Los expedientes eran la espada de Damocles de la que Edgar no dudo en servirse siempre que le resultó necesario. Paradójicamente sus propias debilidades no distaban mucho de a aquellos a los que chantajeó.

Las relaciones de Hoover con su madre no fueron nunca fáciles y se cree que esto pudo influir en sus relaciones con el sexo opuesto. Podría decirse que Helen Gandy, su fiel secretaria durante cincuenta y tres años. Fue probablemente la mujer que más cerca estuvo de el. En una insólita entrevista concedida a mediados de los cincuenta Edgar hizo alusión a que el amor siempre se había mostrado esquivo con el. Dejando entre ver que en una ocasión le habían partido el corazón. Esta especie de extraña confesión podría tener su origen en la historia de Alice. Una muchacha a la que según Gandy, Edgar estuvo apunto de pedir matrimonio en 1918. Pero que le dejó para casarse con otro hombre. Estos escasos detalles son prácticamente lo único que trascendió de sus relaciones personales. Durante algún tiempo empezó a dejarse ver en compañía de Lela Rogers -madre de Ginger Rogers- incluso se especulo con una posible boda. Aun que finalmente todo quedo en un rumor. Se le atribuye también una buena amistad con Dorothy Lamur. La única mujer por la que en opinión de algunos, Edgar llegó a mostrar cierta consideración.



En 1928 Clyde Tolson ingresó en el FBI en tan solo tres años ascendió a uno de los puestos de subdirector. En donde bajo la tutela de Edgar permanecería hasta 1971. El verano de 1937 con motivo del vigésimo aniversario de Edgar en el Departamento de Justicia. Tubo lugar una pequeña fiesta en la que entre otras cosas le regalaron la insignia numero uno del FBI en oro puro. Para celebrarlo Edgar y Clyde vestidos con trajes color crema y sumergidos en un mar de flores. Inmortalizaron el momento, con una foto que para muchos hubiera sido como la confirmación de lo en aquel entonces en muchos círculos de poder de la capital era un secreto a voces. Del que jamás nadie se atrevió a hablar abiertamente pese a la evidencia.  Edgar y Clyde eran amantes y cinco noches a la semana durante más de cuarenta años cenarían en el restaurante Harvey. A excepción de los periodos de vacaciones. Cuando por lo general se escapaban al  sur de California. Habían empezado a veranear allí a mediados de los años treinta. Pero cuando en la década de los cincuenta cuando su amigo el millonario tejano Clint Murchinson. Adquirió el exclusivo hotel Del Charro en La Jolla Edgar y Clyde se convirtieron en clientes preferenciales. Que disfrutaban de un lujoso y bungalow a 700 dólares la noche pero que en su caso corría por cuenta de la casa. En Del Charro Edgar coincidía con Lewis Rosenstiel otro amigo multimillonario. Quien aparte de asegurarle buenos “soplos” de primera mano para apostar en las carreras de los hipódromos cercanos. Al parecer también empezó a ocuparse de organizarle a Edgar encuentros con jovencitos. Cuando su relación con Clyde empezó a atravesar crisis frecuentes. 
Tal vez fuera durante una de estas crisis cuando en la primavera de 1958. Tuvo lugar un episodio que la mujer de Rosenstiel relataría años después. Según parece todo ocurrió una tarde cuando en compañía de su marido fue a una suite del hotel plaza donde se estaba celebrando una fastuosa orgía.  Una orgía en la que para su sorpresa se encontró con el mismísimo Edgar ataviado con ropa de mujer.

                             

Todo apunta a que la homosexualidad y su relación con Clyde era precisamente el punto débil de Edgar que explotaron aquellos a quienes jamás se atrevió verdaderamente a acosar. La Nochevieja de 1936 tras una lujosa cena en el Store Club Edgar y Clyde fueron sorprendidos en actitud comprometida por diferentes personas. Nadie difundió nunca lo que ocurrió  pero el Store era un local controlado por la Mafia. Una organización a la que el poderoso FBI de Hoover  jamás reconocería como tal y con la que a excepción de puntuales encontronazos. Incluso llegó a colaborar en diferentes momentos. Con el paso de los años diferentes testimonios y actitudes de jefes mafiosos. Darían a entender  que en esta especie de entente cordial entre Edgar y las familias aquella noche del Store tenía mucho que ver. ¿El chantajista, chantajeado? O tal vez sería mejor decir el chantajista ganado para la causa. No en vano el propio Rosenstiel había sido colaborador directo del mismísimo Meyer Lansky otro genio indiscutible de la manipulación.

Así pues J.Edgar Hoover máximo exponente de los principios y valores de la sociedad norteamericana. También tenía su propia y abultada ración de secretos inconfesables. Muchos de los cuales se me quedan ahora en el tintero. Su patente racismo y ultraderechismo, las disputas con los Kennedy y su actuación en el asesinato presidencial, los trapìcheos con  McCarthy, el asesinato de Luther King, la chapuza de los Rosenberg.  Pero es que este post me va a quedar kilométrico. Eso si espero que sirva para haceros una idea de lo que en teoría podéis encontrar en la película.

Que yo sepa a excepción  una breve secuencia de Nixon, la película de Oliver Stone en la que el personaje de Edgar besa a un camarero. La figura del Director del FBI nunca se ha puesto abiertamente en entredicho en la gran pantalla.
DiCaprio quien en El Aviador, ya se atrevió a meterse en la piel de Hooward Hughes y que ya prepara una película sobre Sinatra. -Con lo que completará un trío de los personajes a la vez más influyentes, oscuros y relevantes de la historia de los Estados Unidos.- Dará vida a uno –si no el que más- de los grandes manipuladores de la historia.
Aun después de su muerte, la figura de Hoover permaneció durante años intocable. Como si el temor a que el poder del sempiterno Director del FBI pudiera caer sobre cualquiera que se arriesgara a hurgar en su historia. Se atreverá el gran Eastwood a desafiarle. Quien sabe, la verdad es que por su edad no sería de extrañar que en alguna parte exista un expediente con su nombre. En el que aparezca algún pecadillo de juventud, cuando empezaba en esto del cine. Un expediente por supuesto clasificado Oficial y Confidencial para uso exclusivo del Director.


martes, 3 de enero de 2012

Ebenezer

Antes de fiestas desde su pequeño oasis Layna nos propuso a unos cuantos que habláramos un poco de lo que nos suponía la Navidad. Ante la previsible desbandada de blogeros con motivo de las fiestas. La idea era animarnos a elaborar algunos post sobre nuestro modo de ver la Navidad. Mantendríamos animada la bloggosfera contando lo que más nos gusta de este periodo y lo que no.
La propuesta de Layna y el post que la acompañaba estaba muy bien. En cuanto a que animaba a tomar parte publicando y comentando. Pero en mi caso presentaba dos grandes inconvenientes. El primero es que mi trabajo iba a mantenerme ocupado todas las fiestas y por lo tanto al margen del blog y de la bloggosfera. –Ya veis lo que he tardado en publicar el post – El segundo inconveniente era el tema de la propuesta en si.  Carezco de espíritu navideño, así que enumerar TRES cosas por las que las navidades me parecen especiales. Resulta una tarea tan complicada, como sencilla la de encontrar tres docenas de razones para que no me gusten. Con decir, que el primer personaje “navideño” que me viene a la mente cuando me preguntan por la navidad, es Ebenezer Scrooge. El avaro protagonista que Dickens  creó para su Cuento de Navidad.

Es precisamente pensar en Scrooge, y en el último post que leí al visitar a Abril y su apartamento en Paris. Lo que me hizo reflexionar sobre las historias navideñas seguramente lo único que no me desagrada del tema. Esos dramas con final feliz, ambientados en el periodo navideño con toda su parafernalia. La literatura y el cine han sabido sacar partido al tema y dejando a parte los empalagosos dramones  lacrimógenos. Hay toda una serie de grandes películas “navideñas” que valen la pena. Seguro que todos recordáis un puñado de buenas historias al respecto. Por supuesto convenientemente aderezadas con las canciones  apropiadas.

Las historias ficticias son pues para mí lo único salvable de la Navidad. Tal vez por eso el día uno, tras salir de trabajar y reunirme con mi mujer. De lo único que tenía ganas era de llegar a casa ponerme cómodo y arrellanarme tranquilamente en el sofá. Tocó sesión doble de cine y aunque juro que no lo hicimos a propósito  acabamos viendo dos películas ¨navideñas¨.  
La primera, Los Amigos de Meter, es una comedia británica que me dejó un amigo hace unos días. Fue producida en los noventa y no la conocíamos, la verdad es que nos gustó. A petición de mi mujer después le tocó el turno a Love Actually con lo que supongo que  pusimos el broche final a las fiestas. Aún queda el fin de semana de Reyes, pero la Navidad se acabó, prueba superada. Feliz año a todos.