La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







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lunes, 3 de enero de 2011

VODEVIL

Desperté sobresaltado y sudoroso. Con el corazón latiéndome desbocado en el interior del pecho y la respiración agitada. Noté además la frente bañada en un sudor frío que empapaba mis cejas. Mientras mi mano se precipitaba al instante en busca del interruptor que presione con urgencia. La luz inundó entonces la habitación rebelando lo inofensivo de las amenazadoras sombras que se habían cernido sobre mi al abrir los ojos en la penumbra del dormitorio. Acababa de sufrir una de esas horribles pesadillas que te asaltan de improvisto. Convirtiendo un sueño placido y reparador, en la más dramática de las experiencias. Aun que como por otra parte suele ocurrir en estos casos, su recuerdo ya empezaba a difuminarse rápidamente en mi memoria. Borrando los detalles más escabrosos y que con tanto realismo y nitidez acababa de sufrir. Antes de que la brusca interrupción de este intranquilo letargo me devolviera a una realidad a la que en la pesadilla, había tratado inútilmente de regresar una y otra vez. Eran poco más de las seis de la mañana descubrí echando un vistazo al despertador. Mientras sentado en la cama aguardaba pacientemente a que el pulso y la respiración se me fueran normalizando. La pesadilla no era ya más que un amargo y deslavazado montón de recuerdos. A los que por mas que lo intentara no lograba encontrar explicación alguna. Cosa que en honor a la verdad tampoco es que me preocupara en exceso. No era la primera vez que me ocurría, así que lo mejor sería ir pensando en algo más practico. La tensión y el esfuerzo del sueño me habían consumido las fuerzas, tenía hambre. Lentamente salí de la cama y cubriéndome con el batín fui a la cocina.

El pedazo de tarta de manzana que había sobrado la tarde anterior me supo a gloría y decidí acompañarlo con un buen vaso de leche y un chorrito de coñac para templar el animo. Después de aquello me encontré totalmente despejado e incapaz de volver a conciliar el sueño. La idea de madrugar un Domingo me remordía la conciencia y más con el frío que estaba haciendo en la calle. Lo mejor sería matar el tiempo viendo la tele o leyendo alguna revista. Hasta que fuera una hora más razonable para bajar a por el periódico. Pensé regresando a la habitación y encendiendo el televisor. No hubo suerte la programación era un asco y me canse en seguida. Las revistas tampoco prometían resultar demasiado útiles, tendría que probar con un libro. Tenía varios recién comprados no perdía nada con intentarlo .Fue entonces cuando oí el frenazo, seguido del inconfundible sonido de un faro al hacerse pedazos.

Acababa de levantarme de la cama para elegir con que libro entretenerme. Cuando el ruido del choque me hizo acercarme a la ventana y concentrarme en lo que ocurría en la calle. Vivo en un segundo piso, por lo que dispongo de una panorámica privilegiada que se presentó ante mí cuando descorrí ligeramente la cortina para echar un vistazo. El autor del desaguisado resultó ser un aparatoso Crisler Lexus que a la hora de aparcar no debía haber calculado bien las distancias. Reconocí entonces a su propietario - un vecino del edificio de enfrente- que saliendo del coche examinaba contrariado los desperfectos. El faro delantero izquierdo había quedado echo cisco tras embestir un contenedor de basuras. El hombre un cincuentón fornido y de cabello plateado estaba muy excitado. Aun que su actitud no parecía tener nada que ver con el incidente del faro. Intuí viendo como olvidándose del coche  avanzaba hacía la entrada del edificio. Lanzando rápidas miradas hacia la fachada, como esperando que algo ocurriera. Sin embargo no parecía que aparte de mí, nadie en el vecindario se hubiera apercibido del incidente. Todo permanecía tranquilo y silencioso sin asomo de curiosos. Hasta el momento en que el hombre entró en el portal dando un portazo. Fue como si se tratara de una señal para una esperpéntica puesta en escena.

Las luces se encendieron en el apartamento del segundo piso que quedaba justamente en frente del mío y donde una febril actividad parecía adivinarse, a través de las cortinas echadas. Aquel edificio es gemelo del mío construidos simétricamente uno a cada lado de la calle. Por lo que en unos segundos deduje, que las ventanas iluminadas debían corresponder al dormitorio y a una especie de sala de estar contigua. Eso en el supuesto de que no se hubiera alterado la distribución original del apartamento. No tuve tiempo de plantearme más conjeturas. Puesto que en ese instante se abrió una ventana corredera y un hombre desnudo salió precipitadamente al balcón. Viendo aquel tipo acorralado en tan absurdas circunstancias comprendí al instante lo sucedido. El marido les había pillado infraganti y al adultero no le quedaba la más mínima oportunidad de huir. Pense viéndole revolverse con expresión decidida buscando como salir de allí. Dicen que la determinación de algunas personas las hace capaces de todo y aquel tipo parecía ser una de ellas. Sin pensárselo dos veces, pasó una pierna por encima de la barandilla y tras asegurarse de que resistiría su peso empezó a descolgarse por ella. Viendo sus manejos apunto estuve de asomarme para intentar disuadirle, temiendo que pretendiera saltar. Pero no era esa su intención comprendí. Cuando agarrado a la base de la barandilla, con el cuerpo pendiendo en el vacío. Se contorsionó un par de veces intentando tomar algo de impulso. Antes de dejarse caer al balcón del primer piso.
-Jodido cabrón – Musité asombrado cuando logró su objetivo. Segundos antes de que el verdadero cabrón, o sea el tipo del Lexus. Apareciera en su balcón con expresión desconcertada. Vamos la que corresponde a todo cornudo burlado en sus propias narices. Bajo sus pies, el improvisado escapista  se mantuvo inmóvil –rezando imaginé – para que al viejo no se le ocurriese asomarse al piso inferior. O que alguien pudiera verle desde la calle o los edificios colindantes. Pero nada de esto ocurrió y el iracundo marido volvió a meterse en casa. Mientras a mí, se me escapaba un ruidoso suspiro de alivio. Viendo que al menos de momento el improvisado Casanova parecía haberse librado. Si bien no podía decirse que su situación fuera precisamente airosa. Acorralado en pelotas, en el balcón de un piso deshabitado.
Viendo que empezaba a frotarse las piernas con gesto vigoroso por un momento pensé que pudiera haberse lesionado en la caída. Hasta que empezó a frotarse el resto del cuerpo y comprendí que estaba aterido de frío. La temperatura exterior era de cuatro grados, comprobé. Oteando en la distancia el indicador digital que coronaba la parada del autobús, al final de la calle. No me extrañó pues que el pobre estuviera tiritando visiblemente. De poco le iban a servir aquellas friegas de seguir mucho rato en semejantes circunstancias. Pensé contrariado con la suerte del desconocido, que me estaba empezando a caer bien. Como atraída por mis pensamientos, surgió entonces la esposa incestuosa que se materializó en su balcón con aire apresurado. Envuelta en una bonita bata de seda rosa que se ceñía perfectamente a una agraciada figura. Puede que no fuera una topmodel, pero estaba espléndida en su papel de amante adultera. Con la espesa melena de un negro azabache revuelta y desordenada sirviendo de marco a un rostro angelical. En cuya expresión se adivinaba un profundo desconcierto. Mientras miraba en todas direcciones en busca de su escurridizo amante. Decidí entonces, no se por qué intervenir apartando la cortina desde tras la cual había estado observando todo aquel desbarajuste. Me vio al instante, nuestras miradas se encontraron como si las hubieran conectado automáticamente. Sobresaltada, apunto estuvo de retroceder sin darme tiempo a indicarle por señas que mirara hacia el piso inferior. Braceando desesperado conseguí que comprendiera lo que intentaba decirle, esbozo entonces una sonrisa forzada mientras asentía un par de veces con evidente satisfacción. Para a continuación dar medía vuelta y desaparecer en el interior del piso. Regresó casi al instante cargada con un fardo de ropa. Desde luego era una mujer decidida. Pensé observándola inclinarse sobre la barandilla y llamar la atención del desconocido. Antes de dejar caer la ropa que el consiguió atrapar al vuelo. A excepción de uno de los zapatos que se le escapó y fue a parar sobre la acera. Escasa perdida para una operación que parecía perfectamente coordinada y que no debió de durar más de siete u ocho segundos, y en la que mi a mi díscola vecina aún le dio tiempo a mandarme un beso desde el otro lado de la calle. Antes de regresar a la trifulca domestica con su furibundo esposo.

Tras los agobiantes momentos de apuro aquel último gesto consiguió arrancarme una sonora carcajada satisfecha. Que murió casi al instante con la nueva irrupción en el balcón del cada vez más patético marido. Seguramente habría puesto patas arriba el apartamento buscando a una presa que sabía cerca, pero que parecía haberse esfumado. Plantado en el centro del balcón parecía una fiera enjaulada capaz de despedazar a quien se le acercara. - Hay que hacerle volver al redil no vaya a fastidiarla a última hora.- Pensé dejándome llevar nuevamente por mi recién estrenado papel de ángel de la guarda.
- Buenos días- Grité abriendo la ventana y saliendo a mí balcón luciendo la más amistosa de las sonrisas.- ¿Vaya día verdad? Esta haciendo un frío de cojones.- Añadí ganándome una taladrante mirada más gélida que el ambiente que se respiraba.
- Anda y que te den – Fue la exigua aun que contundente respuesta de mi malhumorado vecino. Antes de desaparecer cerrando su corredera con una brusco chasquido que resonó como un tiro en el silencio de la calle. En tanto que desde el balcón del primer piso mi anónimo protegido me dedicaba una exagerada reverencia de pleno agradecimiento.

Nos encontramos en el portal de mi casa, desde donde tras un caluroso apretón de manos. Fuimos derechitos al bar más cercano para conversar dando cuenta de un par de buenos carajillos bien cargados. Después de vestirse apresuradamente, mientras yo hacia lo mismo en mi casa sin perderle de vista ni un instante. Ezequiel, que así me había confesado que se llamaba. Solucionó la cuestión de cómo descolgarse desde el balcón hasta el suelo, utilizando un par de trozos de cuerda de tender que encontró enrollados a la barandilla. El resto fue coser y cantar en cuanto estuvo en la acera y recupero su zapato, cruzó la calle para venir a mi encuentro.- Esto hay que celebrarlo- Fueron sus primeras palabras. Y en esas estábamos dando cuenta de otro par de carajillos. Mientras por descontado satisfacía mi curiosidad por conocer el resto de la historia. No podía negarse me debía una gorda.

Aparte de muy ilustre profesor de la facultad de empresariales Agustín Requejo era un consumado seductor de jovencitas. Al que gustaba presumir de sus conquistas delante de los demás. Al parecer había llevado una vida de lo más entretenida hasta que cinco años atrás había sufrido un infarto del que aun que salió sin se cuelas. Le quedó un amargo recuerdo, decidió entonces sentar cabeza y encauzar su vida buscando una compañera estable. Amalia fue la elegida. Profesora de música, era culta agraciada y vio en el al hombre con quien romper su soltería. Los doce años de diferencia no fueron obstáculo durante los primeros tiempos. Hasta que el bueno de Don Agustín volvió a las andadas y busco un poco de emoción extraconyugal. Seguía teniendo recursos para atraer la atención de mujeres más joven que él y no pudo resistirse a la tentación. Una vez y otra, hasta que Amalía le pilló. Tras unos meses de reiterados intentos para que le perdonara, él consiguió hacer las paces. Todo volvió pues a la normalidad. Aun que el tubo que permitirla aceptar la oferta de una academia, para impartir clases tres tardes a la semana. Además de un dinero extra aquello le daba a Amalia la posibilidad de conocer gente nueva de relacionarse. A Don Agustín la idea no le pareció tan atractiva, empezó a desconfiar de la actitud independiente y abierta de su mujer. Ella no necesitaba dar clases particulares o podía darlas en casa. Detestaba tantas salidas tanto ir y venir, ella estaba radiante y el mosqueado.- Creó que me la esta pegando con uno de sus compañeros.- Dijo Don Agustín a Ezequiel cuando fue a visitarle a su despacho, para encargarle un seguimiento.
-¿Se la pegaba?- Indagué impaciente interrumpiendo el relato.
- No - Respondió mi nuevo amigo con una medía sonrisa que se ensancho al ver mi expresión contrariada.- No, ya en aquel momento. Se había peleado con aquel profesor de solfeo, con el que había pretendido vengarse de su marido. En el fondo aquello no le gustaba en absoluto. – Añadió Ezequiel con una mueca triunfal. Había tardado casi un mes en descubrir la historia del flautista como ella lo llamaba. Un mes de seguimientos constantes en los que llegó a conocerla muy bien. Pero en el que no se cometió ni la más pequeña infidelidad. Amalia estaba dispuesta a seguir viviendo su vida con su marido sin más historias raras. Pero el no lo tenía tan claro. El que Ezequiel no encontrara pruebas ni le hubiera hablado de lo del flautista. No convencía a un marido cuyo propio sentimiento de culpa le hacia desconfiar plenamente. Tenía que haber algo.
- Ese condenado cabrón consiguió que me acabara gustando su parienta. Ella intentando ser buena y el de picos pardos y tratándola de furcia desvergonzada. Tócate los huevos, con el santo barón.- Espetó Ezequiel con amargura- Decidí buscarle las vueltas a la gachí, y plantárselos al muy cabrón con banderillas picador y banda de música. Que se los tiene bien merecidos. Total cuando se canso de oírme decir que su mujer era una santa me despidió, sin abonar el último recibo.- Zanjó sacando la cartera y abonando la cuenta. –Quien sabe igual me buscó sustituto tendré que preguntar entre los colegas.- Comentó irónico mientras salíamos del local, el tibio sol invernal empezaba a despuntar en el cielo.
- No olvides que estoy en deuda contigo - Repitió una vez más mientras se alejaba tras despedirnos con un abrazo.- Lo que haga falta.- Insistió mientras paraba un taxi al que le vi subir con gesto cansado. Desde luego era todo un personaje. Pensé mirando otra vez la tarjeta que me había dado.-Ezequiel Pancorbo detective privado- Leí en voz alta, todo un personaje si señor.

5 comentarios:

pseudosocióloga dijo...

Muy entretenido.

mamacuentista.blogspot.com dijo...

ME HA GUSTADO MUCHO Y ME HA ENGANCHADO

juan andrés estrelles dijo...

Hola pseudosocióloga.

Gracias por toda la serie de comentarios y el tiempo dedicado a leer los relatos. Un abrazo.

juan andrés estrelles dijo...

Gracias mamacuentista.

Me alegro muchisimo. De veras. Espero que te resultara al menos tan ameno como para mí lo son tus historias. Un abrazo. Nos leemos.

El guardian del Faro dijo...

Te devuelvo la visita, como no....
Y la verdad es que me he reído un rato.
;DD