La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







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viernes, 10 de diciembre de 2010

UN VIEJO CAMARADA

UN VIEJO CAMARADA


Tal y como temía, aquello acabó resultando mucho más duro de lo que esperaba. Llevaba más de un mes tratando de hacerme a la idea. Pero la verdad es que llegado el momento, apunto estuve de derrumbarme. Cierto es -por otra parte - que yo sabía demasiado bien que aquello tenía que terminar así. Pues aunque varías veces, aplazado y postergado, el final estaba cantado. No había ninguna otra solución. Fue como digo muy duro, pues soy una persona sensible y me costó horrores poder contenerme. Los recuerdos se agolparon en mí mente con una cruel nitidez. Como sí por un instante pudiera volver a revivir nuevamente, todos aquellos retazos de mí vida. Eran muchos los buenos momentos que habíamos pasado juntos, las alegrías vívidas, las emociones compartidas, incluso los malos tragos y amargas decepciones, -que también las hubo - parecían ahora menos duras. Al recordarlas con nostalgia, en un momento tan dramático como este. Lejos quedaba ya el día en que empecé a notar los primeros signos inequívocos del implacable declive de mi fiel y leal compañero. Obstinadamente trate de negar la evidencia desoyendo los comentarios de mi familia. Ellos nunca comprendieron nuestra sólida y excelente relación, nuestra entera comunión de ideas. Pero yo me mantuve firme en mis trece. Seguí actuando como si nada, rehuyendo tener que afrontar lo que ocurría. Haciendo oídos sordos a las advertencias de mi mujer, que termino haciéndose cargo de la situación, e insistía constantemente en encontrar una solución. Aprovechando la más mínima ocasión para recordármelo con continuas insinuaciones. Yo entre tanto seguí aplicando la táctica del avestruz, escondiendo  la cabeza ante las dificultades. Si bien aquello no servia de nada, las cosas no hicieron sino empeorar. La piel de mí fiel compañero fue perdiendo su agradable suavidad. Se torno áspera y deslucida y no tardó en empezar a ajarse. No se salvaron tampoco sus fuertes y recias patas que empezaron a flojear de forma más que evidente. Protestando sonoramente en cuanto las sometía al más mínimo esfuerzo. Su solidez se fue diluyendo a la par que empeoraba su aspecto. Hasta que ya solo quedó de él una sombra de su espléndido pasado.
 Me daba mucha pena verlo así, pero he de reconocer que no sabía que hacer. Aquello estaba siendo una experiencia traumática. A la que mí mujer decidió poner fin de una vez por todas en vista yo era incapaz de hacerlo. No pude hacerle entender eran mis sentimientos. Puesto que ya había decidido por propia cuenta y riesgo que era inútil pretender seguir engañándonos, negándonos lo evidente. Confieso que llegué a rogarle y a implorarle que reconsiderara su decisión. Pero no me sirvió de nada, pues se mostró inflexible
-Lo siento mucho pero no aguanto más. Estás convirtiendo todo esto en una cuestión de estado y creo que exageras. No podemos seguir así, me niego a que continué en la casa.- Sentenció ella con rotundidad. Yo, que en el fondo esperaba algo así, me mostré muy disgustado. Pero ella ni se inmutó ante mí enojo. Incluso llegó a burlarse en diversas ocasiones del afecto y cariño que yo le mostraba a mi viejo camarada. Celosa sin duda porque ella con su forma de ser tan actual, moderna y desenfadada era incapaz de soñar si quiera con experimentar una compenetración semejante, a la que yo tenía con mí compañero. Evidentemente, en estas circunstancias mí pareja no iba a suponer el menor apoyo ante la profunda aflicción que sentía.

De mis hijos mejor no hablar. Los adolescentes de hoy en día, son incapaces de pararse a tener en cuenta los valores morales. Así que no hay que esperar que se esfuercen en intentar comprender una situación como la presente. Donde las cosas como el aprecio, la camaradería o el afecto, salen a relucir. Son estos sentimientos demasiado intangibles como para que puedan despertar su atención.

Malhumorado estuve unos días en los que me fue imposible acercarme a él siquiera. No me sentía capaz de mirarle, sabiendo lo cerca que estaba el final. Me paseaba por la casa como alma en pena incapaz de encontrar el ansiado descanso final, el reposo absoluto a mí tormento. Me sentía culpable por lo que iba a suceder a mí pobre y viejo amigo.
En un arranque de pundonor y autoestima este domingo pasado me obligué a pasar la tarde con él. Sería una postrera despedida pensé. Aunque aquellas tres horas que estuvimos juntos fueron las más largas de mí vida. Tal fue la inquietud y congoja que sentí -claro que esto ya importaba más bien poco- me dije viendo como sin ninguna oposición por mi parte. Aquellos tres extraños entraban en mi casa -que hasta ahora también había sido la de él- para llevárselo en mis propias narices. Consumando definitivamente la traición que le estaba haciendo a mí camarada. Vi como aquellos hombres lo agarraban con sus fuertes y poderosas manazas. Alzándolo sin apenas esfuerzo aparente para sacarlo de aquélla habitación que siempre había sido nuestro rincón particular. El lugar donde nadie venía a molestarnos y en donde nuestra amistad se forjo tan intensa. Se me antojó estar protagonizando una de esas películas en las que un grupo de malvados.  –Solo los malvados, pueden actuar tan mezquinamente - Acuden en plena noche a sacar de sus casas a los indefensos e inocentes, sabiendo que nadie va a interponerse en su camino, pudiendo obrar con toda impunidad. Como en este caso en que ninguna voz se levantó a protestar ante semejante atropello. Afortunadamente mí amigo opuso una enconada resistencia a aquellos energúmenos, que aun con sus anchas y fornidas espaldas y tremenda fuerza bruta. Sudaron la gota gorda para llevarle hasta la calle. En donde a empujones, sin ninguna consideración, le metieron en la furgoneta que tenían preparada. Apunto estuve entonces de recriminarles, de protestar indignado por su brusquedad. Pero un certero y oportuno codazo, de mí querida esposa lo evitó.
-Por favor, trata de no hacer más el ridículo.- Me censuró con un furioso suspiro y una mirada airada.
Cuando la furgoneta desapareció calle arriba llevando en su interior a mí camarada sentí que se me formaba un nudo en la garganta. Me encontraba muy mal e incluso noté un ligero mareo. Llevaba casi media hora de pie en la acera sin moverme. Resistiéndome a volver a entrar en casa, ya nada seria como antes. Él no estaría esperándome como siempre.
-Venga Papá, entra de una vez va a empezar el partido - Dijo mí hijo pequeño asomándose al portal. Entonces recordé que era Miércoles, el Madrid jugaba una interesantísima eliminatoria europea. No podía perdérmelo por nada del mundo. Sino de qué iba a hablar mañana en el trabajo. -A mis compañeros no les interesaría demasiado que mí mujer hubiera decidido cambiar algunos muebles viejos- Pensé mientras pasaba por la cocina para coger una cerveza de la nevera. Sólo esperaba que mí nuevo sofá actuara de talismán y ganáramos esta noche. Sería una forma de mostrar que estaba a la altura de su predecesor. Un triunfo, aquella sería la mejor manera de iniciar una buena y duradera relación de amistad.

1 comentario:

pseudosocióloga dijo...

Me gusta la foto que has puesto de fondo, yo tengo un teléfono como ese, de 1930.