Era la hora del
almuerzo y como era de esperar el bar estaba atestado de gente. Currantes de
una obra cercana, empleados de las oficinas de los alrededores y dependientas
del Hiper. Que mientras daban cuenta del bocata, el pincho o el café y la
pasta. Comentaban animadamente los unos, las andanzas y actividades del fin de
semana. O las incidencias de los partidos del día anterior, los que más. Una
desbordante armonía verbal que me machacaba los adormilados sentidos con
fatídica precisión.
-¿Pensaba que
habías terminado?- protesté en tono contrito. Lanzándole a Dani la mas patética
de mis miradas lastimeras. -¿Vas a tomar café? - inquirí con aire de
desesperación.
-Si, he terminado y
si voy a tomar café.- respondió el. Levantando la vista del periódico en que se
había enfrascado. Dado mi nula disposición a conversar esta mañana. -Tu eres
quien de vería esforzarse en comer un poco antes de tomarte eso.- añadió en
tono aleccionador. Señalando el comprimido efervescente que yo acababa de sacar
del bolsillo. Con la encarecida esperanza de que su ingestión, me supusiera una
sino total al menos si rápida mejoría de mis males.
-No me apetece
comer, de hecho casi me he ahogado para haber de tragarme los dos bocados que
he tomado.- gruñí con voz patosa. Empezando a pelearme con el dichoso
envoltorio de la pastilla.
- Tomar esa
pastilla en ayunas te puede sentar como una patada en el estomago.- reprochó
el. Alargando la mano y arrebatándome a
mi encarnizado contrincante. -Deja.- suspiró resignado. Abriendo finalmente
aquella cosa.
-Una patada¡¡ Daría
lo que fuera, por que el grupo flamenco que en estos momentos parezco tener en
la cabeza. Dejase de una vez el zapateado que se están marcando sobre mi
cerebro.- reconocí llenando mi vaso de agua.
-Esta bien a ya tú.-
aceptó el. Encogiéndose de hombros con ademán despreocupado. -Supongo que al
menos me agradecerás que abrevie. Acercándome a la barra para tomar el café mientras
pago la cuenta.- comentó empezando a levantarse.
-Eres un santo.-
reconocí escuetamente. Incapaz de reunir las fuerzas y la voluntad necesarias
para declararle mi más profundo amor verdadero por semejante detalle.
-Esta bien, ahora
vuelvo.- gruñó Dani alejándose con gesto de fastidio. Dejándome absorto en la
contemplación de cómo -tras echarla en el agua- la pastilla empezaba a
deshacerse. Para transformarse -al menos eso esperaba- en una especie de
brebaje milagroso que lograra reanimarme lo suficiente como para aguantar al
menos hasta la hora de comer.
Estaba hecho una
mierda, y la verdad es que hasta donde conseguía recordar tampoco era de
extrañar. La cosa había
empezado el día anterior con una llamada de Oscar. El típico amigo que suele
encargarse de preparar a conciencia todo tipo de fiestas, reuniones y saraos.
-Animo tío. Estaremos en el chalet, hoy hace un día ideal para inaugurar la
temporada de verano en la piscina. Coque, Eva y Tomas han salido a comprar
hemos quedado en organizar un barbacoa. Roberto llegara a medio día con Noelia
que se trae a unas amigas de la boutique. Roberto asegura que las tías están de
muerte. Así que date aire y tráete algo de priva.- expuso en tono apremiante.
En principio desde luego la cosa había sonado muy bien. Bebida, barbacoa,
piscina, un poco de buena música e inmejorable compañía. Aquello era
decididamente como una especie de sueño cumplido. Una oferta completa y
prometedora. Que por supuesto no me vi capaz de rechazar.
Como era de esperar
con semejantes ingredientes el resultado fue una fiesta de las que hacen época.
Una fiesta formidable que me había dejado como regalo este no menos formidable
dolor de cabeza. Un dolor insoportable que esta madrugada a eso de las cuatro
me había echo volver a la vida para desear haber muerto al instante. Por ahora
no había tenido fuerzas ni ganas para tratar de recordar lo ocurrido. Desde el
momento en que junto a la piscina había dejado de contar los chupitos que
llevaba. De todas formas y teniendo en cuenta que había despertado en pelotas
acostado entre el degenerado de Coque y una de rubia despampanante. La verdad
es que no tenía muy claro si me apetecía recordar algo de lo sucedido. O quizás
seria más prudente optar por correr un tupido velo y seguir en una inocente a
la par que conveniente inopia.
-Va por ustedes.-
musite entre dientes y tras tomar un poco de aire. Me lleve el baso a los
labios con gesto decidido, apurando el contenido de un solo trago. Esforzándome
a conciencia por tragar aquello lo más rápidamente posible. Como solía decirme
mi abuela en estos casos si hay que hacerlo cuanto más te lo piensas peor.
Recordé en tanto me servía un poco más de agua para quitarme el regusto de la
boca. Entonces la vi.
Pese a la distancia
la distinguí con total y nítida claridad como un faro en la niebla. Aquella era
sin duda el más grafico ejemplo de la llamada sonrisa Profidentet que recordaba
haber visto. Una deslumbrante sonrisa de foto exhibida orgullosamente por su
dueña. Quien acababa de entrar por la puerta y tras detenerse unos segundos.
Para -con un gesto perfectamente estudiado- quitarse las gafas de sol. Mientras
aprovechaba para recorrer el local con una rápida mirada. Empezó a avanzar
entre las mesas precedida por su cautivadora expresión. Había que reconocer que
sin ser una topmodel la chica tenía un buen físico. Que convenientemente
enfundado en un estilizado traje chaqueta en tonos salmón. Capto de inmediato
la atención de buena parte de la concurrencia. Cuyas miradas empezaron a
seguirla expectantes por ver donde se dirigía su desenvuelto caminar. Fue
precisamente en ese momento mientras la observaba. Cuando nuestras miradas se
cruzaron durante un instante. Provocando que de pronto su sonrisa se ensanchara
unos centímetros más. Aquello era mi perdición supe al instante viéndola
acercarse decidida. Tras reparar en el portafolios de Dani y el maletín con el portátil
que teníamos sobre la mesa.
-Hola buenos días.-
saludó -¿Me permite?- solicito amablemente. Mientras se sentaba frente a mí y
me tendía la mano presentándose con gesto resuelto. Ni que decir tiene que
semejante derroche de arrolladora vitalidad no solo consiguió desbordarme al
instante si no que me dejo totalmente a su merced. De forma que en unos
segundos y mientras yo aún trataba de recordar el nombre con que ella se había
presentado. Algo así como Rosario, Rosana o Rosita. Ella sin perder ni por un
segundo su imperturbable sonrisa. Siguió realizando una batería de preguntas
que saturaron aun más si cabe mi mermada capacidad de comprensión.
-¿Utiliza
habitualmente el móvil en su actividad cotidiana? ¿Es usted autónomo o trabaja
por cuenta ajena? ¿Esta contento con el servicio que le proporciona su
operador?- inquirió. Sometiéndome a una especie de tercer grado. Del que por el
modo en que se sucedieron el alud de preguntas. En realidad ni siquiera pareció
molestarse en atender a las respuestas. Que yo le fui dando mediante una serie
de asentimientos y negaciones de cabeza. Cuya secuencia tampoco estoy muy
seguro que se ajustara con el de su desbocado interrogatorio. La verdad, no es
que tuviera muchas ganas de hablar, ni de seguir con aquello. Pero con
semejante chachara me había sido imposible siquiera colar una sola palabra. En
tanto ella que seguía a lo suyo. Desplegaba una carpeta de la que empezaron a
salir uno tras otro media docena de folletos promocionales. Del servidor de
telefonía móvil al que ella representaba.
-Esta sería la
descripción básica de nuestros principales paquetes de contratación.- señalo
pasándome un reluciente tríptico tamaño folio. Antes de dar comienzo a lo que
parecía iba a ser una detallada exposición de sus productos estrella. Lo que me
hizo resoplar con fastidio. Por un momento pareció que mi reacción contrariada
había logrado frenarla. Pero resulto un espejismo y lejos de desanimarse con el
desaire contraataco de inmediato.
-Si, si ya se lo
que esta pensando esto es básicamente lo mismo que ofrecen otros operadores.
Por lo que tal vez en su caso lo más adecuado sería optar por un contrato en
modalidad combinada. Lo más novedoso y competitivo que le aseguro pueda
encontrar en el mercado.- apunto abriendo otra carpetilla cuyas excelencias se
dispuso a enumerarme. Repare entonces en la tarjeta de visita sujeta con un
clip al ángulo superior del tríptico promocional. Rosalía Sáez Arjona delegada
comercial leí. Mira tú por donde, así que al final resulta que era Rosalía pensé
sacando la tarjeta. Mientras uno de mis descabellados pensamientos me pasaba
por la cabeza. Que diablos de alguna forma había que parar aquello me dije.
Dándole la vuelta a
la tarjetita de marras y sacando mi bolígrafo. Desconcertada por mis manejos
Rosalía amaino ligeramente su rauda y detallada descripción del contrato de
turno. Intrigada por lo que yo, adoptado una estudiada expresión de plena
concentración -Gesto de reflexión y punta de la lengua asomando por entre la
comisura de los labios.- estaba escribiendo. Me llevo apenas un momento y de
inmediato me apresure –con aire inocente- a mostrarle el resultado. Para que
pudiera satisfacer su curiosidad. Como fulminada por un rayo la resplandeciente
sonrisa desapareció al instante. Al tiempo que su adorable expresión se iba
transformando en una mezcla de desconcierto, vergüenza y desconcierto.
-Joder, joder,
joder.- mascullo repetidamente con un hilo de voz. Empezando a recoger
apresuradamente todos sus papeles que embutió de cualquier forma en la carpeta.
Al tiempo que se levantaba apresuradamente para marcharse con tanta
precipitación que apunto estuvo de arroyar a Dani.
-¿Pero..- empezó a
decir mi socio desconcertado por tan impetuosa desbandada. Viendo como la chica
enfilaba rápidamente la salida con gesto cabizbajo. Visiblemente deseosa de
desaparecer lo antes posible.
-Se puede saber a
que demonios venía eso.- inquirió Dani mirándome totalmente desconcertado.
Antes de que esbozando una sonrisa ladina. Le mostrara las palabras escritas
con letra de imprenta en el reverso de la tarjeta de visita. Que Rosalía había
olvidado en su apresurada huida. OLVIDELO NO ME AGOBIE, SOY SORDOMUDO.
-Un cabrón eso es
lo que eres.- afirmo Dani con un bufido.
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