La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







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viernes, 10 de diciembre de 2010

UNA SONRISA PROFIDENT


Era la hora del almuerzo y como era de esperar el bar estaba atestado de gente. Currantes de una obra cercana, empleados de las oficinas de los alrededores y dependientas del Hiper. Que mientras daban cuenta del bocata, el pincho o el café y la pasta. Comentaban animadamente los unos, las andanzas y actividades del fin de semana. O las incidencias de los partidos del día anterior, los que más. Una desbordante armonía verbal que me machacaba los adormilados sentidos con fatídica precisión.
-¿Pensaba que habías terminado?- protesté en tono contrito. Lanzándole a Dani la mas patética de mis miradas lastimeras. -¿Vas a tomar café? - inquirí con aire de desesperación.
-Si, he terminado y si voy a tomar café.- respondió el. Levantando la vista del periódico en que se había enfrascado. Dado mi nula disposición a conversar esta mañana. -Tu eres quien de vería esforzarse en comer un poco antes de tomarte eso.- añadió en tono aleccionador. Señalando el comprimido efervescente que yo acababa de sacar del bolsillo. Con la encarecida esperanza de que su ingestión, me supusiera una sino total al menos si rápida mejoría de mis males.
-No me apetece comer, de hecho casi me he ahogado para haber de tragarme los dos bocados que he tomado.- gruñí con voz patosa. Empezando a pelearme con el dichoso envoltorio de la pastilla.
- Tomar esa pastilla en ayunas te puede sentar como una patada en el estomago.- reprochó el.  Alargando la mano y arrebatándome a mi encarnizado contrincante. -Deja.- suspiró resignado. Abriendo finalmente aquella cosa.
-Una patada¡¡ Daría lo que fuera, por que el grupo flamenco que en estos momentos parezco tener en la cabeza. Dejase de una vez el zapateado que se están marcando sobre mi cerebro.- reconocí llenando mi vaso de agua.
-Esta bien a ya tú.- aceptó el. Encogiéndose de hombros con ademán despreocupado. -Supongo que al menos me agradecerás que abrevie. Acercándome a la barra para tomar el café mientras pago la cuenta.- comentó empezando a levantarse.
-Eres un santo.- reconocí escuetamente. Incapaz de reunir las fuerzas y la voluntad necesarias para declararle mi más profundo amor verdadero por semejante detalle.
-Esta bien, ahora vuelvo.- gruñó Dani alejándose con gesto de fastidio. Dejándome absorto en la contemplación de cómo -tras echarla en el agua- la pastilla empezaba a deshacerse. Para transformarse -al menos eso esperaba- en una especie de brebaje milagroso que lograra reanimarme lo suficiente como para aguantar al menos hasta la hora de comer.
Estaba hecho una mierda, y la verdad es que hasta donde conseguía recordar tampoco era de extrañar.  La cosa había empezado el día anterior con una llamada de Oscar. El típico amigo que suele encargarse de preparar a conciencia todo tipo de fiestas, reuniones y saraos. -Animo tío. Estaremos en el chalet, hoy hace un día ideal para inaugurar la temporada de verano en la piscina. Coque, Eva y Tomas han salido a comprar hemos quedado en organizar un barbacoa. Roberto llegara a medio día con Noelia que se trae a unas amigas de la boutique. Roberto asegura que las tías están de muerte. Así que date aire y tráete algo de priva.- expuso en tono apremiante. En principio desde luego la cosa había sonado muy bien. Bebida, barbacoa, piscina, un poco de buena música e inmejorable compañía. Aquello era decididamente como una especie de sueño cumplido. Una oferta completa y prometedora. Que por supuesto no me vi capaz de rechazar.
Como era de esperar con semejantes ingredientes el resultado fue una fiesta de las que hacen época. Una fiesta formidable que me había dejado como regalo este no menos formidable dolor de cabeza. Un dolor insoportable que esta madrugada a eso de las cuatro me había echo volver a la vida para desear haber muerto al instante. Por ahora no había tenido fuerzas ni ganas para tratar de recordar lo ocurrido. Desde el momento en que junto a la piscina había dejado de contar los chupitos que llevaba. De todas formas y teniendo en cuenta que había despertado en pelotas acostado entre el degenerado de Coque y una de rubia despampanante. La verdad es que no tenía muy claro si me apetecía recordar algo de lo sucedido. O quizás seria más prudente optar por correr un tupido velo y seguir en una inocente a la par que conveniente inopia.
-Va por ustedes.- musite entre dientes y tras tomar un poco de aire. Me lleve el baso a los labios con gesto decidido, apurando el contenido de un solo trago. Esforzándome a conciencia por tragar aquello lo más rápidamente posible. Como solía decirme mi abuela en estos casos si hay que hacerlo cuanto más te lo piensas peor. Recordé en tanto me servía un poco más de agua para quitarme el regusto de la boca. Entonces la vi.
Pese a la distancia la distinguí con total y nítida claridad como un faro en la niebla. Aquella era sin duda el más grafico ejemplo de la llamada sonrisa Profidentet que recordaba haber visto. Una deslumbrante sonrisa de foto exhibida orgullosamente por su dueña. Quien acababa de entrar por la puerta y tras detenerse unos segundos. Para -con un gesto perfectamente estudiado- quitarse las gafas de sol. Mientras aprovechaba para recorrer el local con una rápida mirada. Empezó a avanzar entre las mesas precedida por su cautivadora expresión. Había que reconocer que sin ser una topmodel la chica tenía un buen físico. Que convenientemente enfundado en un estilizado traje chaqueta en tonos salmón. Capto de inmediato la atención de buena parte de la concurrencia. Cuyas miradas empezaron a seguirla expectantes por ver donde se dirigía su desenvuelto caminar. Fue precisamente en ese momento mientras la observaba. Cuando nuestras miradas se cruzaron durante un instante. Provocando que de pronto su sonrisa se ensanchara unos centímetros más. Aquello era mi perdición supe al instante viéndola acercarse decidida. Tras reparar en el portafolios de Dani y el maletín con el portátil que teníamos sobre la mesa.
-Hola buenos días.- saludó -¿Me permite?- solicito amablemente. Mientras se sentaba frente a mí y me tendía la mano presentándose con gesto resuelto. Ni que decir tiene que semejante derroche de arrolladora vitalidad no solo consiguió desbordarme al instante si no que me dejo totalmente a su merced. De forma que en unos segundos y mientras yo aún trataba de recordar el nombre con que ella se había presentado. Algo así como Rosario, Rosana o Rosita. Ella sin perder ni por un segundo su imperturbable sonrisa. Siguió realizando una batería de preguntas que saturaron aun más si cabe mi mermada capacidad de comprensión.
-¿Utiliza habitualmente el móvil en su actividad cotidiana? ¿Es usted autónomo o trabaja por cuenta ajena? ¿Esta contento con el servicio que le proporciona su operador?- inquirió. Sometiéndome a una especie de tercer grado. Del que por el modo en que se sucedieron el alud de preguntas. En realidad ni siquiera pareció molestarse en atender a las respuestas. Que yo le fui dando mediante una serie de asentimientos y negaciones de cabeza. Cuya secuencia tampoco estoy muy seguro que se ajustara con el de su desbocado interrogatorio. La verdad, no es que tuviera muchas ganas de hablar, ni de seguir con aquello. Pero con semejante chachara me había sido imposible siquiera colar una sola palabra. En tanto ella que seguía a lo suyo. Desplegaba una carpeta de la que empezaron a salir uno tras otro media docena de folletos promocionales. Del servidor de telefonía móvil al que ella representaba.
-Esta sería la descripción básica de nuestros principales paquetes de contratación.- señalo pasándome un reluciente tríptico tamaño folio. Antes de dar comienzo a lo que parecía iba a ser una detallada exposición de sus productos estrella. Lo que me hizo resoplar con fastidio. Por un momento pareció que mi reacción contrariada había logrado frenarla. Pero resulto un espejismo y lejos de desanimarse con el desaire contraataco de inmediato.  
-Si, si ya se lo que esta pensando esto es básicamente lo mismo que ofrecen otros operadores. Por lo que tal vez en su caso lo más adecuado sería optar por un contrato en modalidad combinada. Lo más novedoso y competitivo que le aseguro pueda encontrar en el mercado.- apunto abriendo otra carpetilla cuyas excelencias se dispuso a enumerarme. Repare entonces en la tarjeta de visita sujeta con un clip al ángulo superior del tríptico promocional. Rosalía Sáez Arjona delegada comercial leí. Mira tú por donde, así que al final resulta que era Rosalía pensé sacando la tarjeta. Mientras uno de mis descabellados pensamientos me pasaba por la cabeza. Que diablos de alguna forma había que parar aquello me dije.
Dándole la vuelta a la tarjetita de marras y sacando mi bolígrafo. Desconcertada por mis manejos Rosalía amaino ligeramente su rauda y detallada descripción del contrato de turno. Intrigada por lo que yo, adoptado una estudiada expresión de plena concentración -Gesto de reflexión y punta de la lengua asomando por entre la comisura de los labios.- estaba escribiendo. Me llevo apenas un momento y de inmediato me apresure –con aire inocente- a mostrarle el resultado. Para que pudiera satisfacer su curiosidad. Como fulminada por un rayo la resplandeciente sonrisa desapareció al instante. Al tiempo que su adorable expresión se iba transformando en una mezcla de desconcierto, vergüenza y desconcierto.
-Joder, joder, joder.- mascullo repetidamente con un hilo de voz. Empezando a recoger apresuradamente todos sus papeles que embutió de cualquier forma en la carpeta. Al tiempo que se levantaba apresuradamente para marcharse con tanta precipitación que apunto estuvo de arroyar a Dani.
-¿Pero..- empezó a decir mi socio desconcertado por tan impetuosa desbandada. Viendo como la chica enfilaba  rápidamente la salida con gesto cabizbajo. Visiblemente deseosa de desaparecer lo antes posible.
-Se puede saber a que demonios venía eso.- inquirió Dani mirándome totalmente desconcertado. Antes de que esbozando una sonrisa ladina. Le mostrara las palabras escritas con letra de imprenta en el reverso de la tarjeta de visita. Que Rosalía había olvidado en su apresurada huida. OLVIDELO NO ME AGOBIE, SOY SORDOMUDO.
-Un cabrón eso es lo que eres.- afirmo Dani con un bufido.
     


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