La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







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miércoles, 23 de mayo de 2012

Cargos de conciencia (1ª Parte)


Hoy me espera un día ajetreado, todos los lunes lo son. Por eso nada más salir de casa, entro en la farmacia y compro una caja de alkazelzer. Pues ya empiezo a notar un cierto ardor de estómago. Desde luego es una lata esto de ser tan nervioso. Uno siempre anda con el estómago revuelto. Especialmente cuando tiene que realizar tareas poco gratas, pero que se  le va a hacer. Después de tomarme un par de pastillas y un agua mineral. Me encuentro en condiciones de iniciar la jornada. Como cada semana empiezo la ronda por los billares de la plaza Augusta. Todo marcha sobre ruedas, aquí nunca hay el más mínimo problema. Cosa que tampoco ocurre cuando visito las tiendas y comercios de las calles Trento y Quintiliano, o la gasolinera de Don Fausto. Así da gusto trabajar, uno agradece tratar con gente responsable. Profesionales acostumbrados a preocuparse por sus negocios. Que entienden, que uno también tiene sus obligaciones y no te hacen perder el tiempo con tonterías.- Lástima que no todos sean igual – pienso. Mientras cruzo la calle y entro en el hostal “ La Dolce Vita ".
 El estrecho y destartalado vestíbulo está completamente vacío, como si llevara años abandonado. Se respira una atmósfera cargada de olores desagradables, que agreden mi pituitaria nada más cruzar las puertas. Los primeros clientes habituales aún tardaran varias horas en hacer su aparición. Vendrán de la mano de las prostitutas, que los traerán para concretar los servicios previamente pactados. Esa es la clase de gente que visita este tugurio. Durante un par de minutos aporreo insistentemente el timbre del destartalado mostrador, sin que nadie acuda a mi llamada. El molesto chirrido metálico de aquel trasto resuena lúgubremente en las paredes manchadas por la humedad. Estoy empezando a sentirme agobiado. Finalmente la robusta figura de Doña Renata aparece en lo alto de la escalera. La mujer pone cara de pocos amigos en cuanto me ve. Es una matrona a la vieja usanza con más historias que la Biblia y mucho visto y vivido. Como siempre está de mal humor y se pasa unos minutos quejándose y refunfuñando. Aún que no la hago mucho caso, ya estoy acostumbrado. Primero vienen las protestas, luego las consabidas lamentaciones y por último asegura resignada, que de seguir así las cosas va atener que cerrar el negocio. Como ve, que no la tomo en serio insiste en su discurso. Hasta que empiezo a perder la paciencia y la ordeno que se calle de una vez. Siempre está con lo mismo me pone de los nervios.
-Tengamos la fiesta en paz Doña Renata. Que tengo mucho que hacer y ando escaso de tiempo. Así que abrevie y no me venga ahora con monsergas.- Interrumpo con malos modos. Por un momento parece como si fuera a responderme de igual manera. Pero conteniendo un gesto airado desiste en su actitud. Sabe que no la conviene soliviantarse, va siendo hora de llamar a su hombre.
-Humberto te buscan - grita en tono imperioso con su potente vozarrón. Mientras se acerca a la escalera. El tal Humberto no tarda en reunirse con nosotros. Sin duda la noche pasada debió de ser muy larga, a juzgar por sus ojeras y el aspecto somnoliento y desaliñado. Tan impropio de él que siempre anda de punto en blanco, haciéndose notar y acotando su zona de influencia. Al contrario que su compañera Humberto no es un tipo muy hablador, y menos en un día de resaca. Esta claro que desea volver a la cama cuanto antes y vamos directo al grano. La mujer es quien lleva el negocio o mejor dicho quien lo trabaja. Humberto se dedica a administrar y salvaguardar los intereses de ambos. Sabe perfectamente que yo por mi parte hago lo mismo, nos entendemos a la perfección. Ya tiene suficientes quebraderos de cabeza controlando a los chicos de la zona, no necesita meterse en más problemas.
El aire contaminado de la calle se me antoja de lo más puro y saludable cuando por fin salgo de " La Dolce Vita " . No soporto estas visitas y nunca conseguiré acostumbrarme. Ardo en deseos de salir de allí cuanto antes. Desde luego el nombrecito no deja de ser de lo más cínico. Compruebo el reloj son casi las diez y media, tendré que apretar el paso aún queda mucho que hacer.
En los talleres Carrera el contable parece un tanto despistado con las cifras. Así que he de recordarle que a mí los números nunca se me han dado nada mal. Es un hombre inteligente y sabe rectificar a tiempo, por esta vez lo dejaremos pasar. Aunque esta visto que a partir de ahora tendré que andarme con ojo con este tipo. Parece que hoy todo el mundo se ha levantado con ganas de fastidiar al prójimo. En las tres siguientes visitas opto por mostrarme algo más expeditivo. Un par de oportunas amenazas “soto voce” surgen el efecto adecuado. El quiosquero del parque de la Amistad no se deja amilanar tan fácilmente, es nuevo en el negocio y no acaba de entender como funcionan las cosas. Le acompañan un par de amigos y se creen situación de protestar. Un rodillazo en sus partes y una ración de sonoras bofetadas le bajan los humos y ponen las cosas en su sitio. Los dos pardillos no se atreven ni a parpadear han entendido el mensaje. No soporto a los gallitos que se soliviantan cuando creen que la diferencia numérica les va a proteger.
Este último altercado me impide llegar puntual a mi cita de las doce en “El Foro “.  Pietro ya va por su segundo Martini, cuando me siento a su lado en la única silla que queda libre, todo un lujo. La atestada terraza bulle de animación a estas horas. Docenas de turistas se reúnen bajo los toldos del pintoresco café, en busca de un ansiado refrigerio. Pietro es mi corredor de apuestas, todo un personaje. Por sus manos pasa la mitad del juego ilegal de esta ciudad. Muchos deben su fortuna o su ruina a los riesgos que con el han asumido. Llevamos mucho tiempo trabajando juntos y nos conocemos a la perfección. Por lo que hoy advierto enseguida que algo le preocupa. Así que mientras damos cuenta de nuestras bebidas me va poniendo al corriente de la situación. Hay un par de tipos que se han retrasado en el pago, las deudas de juego me revientan.
Los intentos de Pietro por solucionar el asunto han sido inútiles
- Sandro, el joyero de la Emporio no hace más que darme largas cada vez que logro dar con él. Cosa que no es nada fácil por que esta aprendiendo a escabullirse de lo lindo.- dice Pietro con fastidio.- El otro es Bruno Correa.- añade torciendo el gesto. Ambos sabemos que si bien Sandro no es más que un imbécil congénito. Correa en cambio es un autentico hueso.
- Ese hijo de puta pasó olímpicamente de nuestra última advertencia. No solo no nos paga las deudas, sino que además se entromete en el negocio organizando timbas por su cuenta.- protesta Pietro. En cuyo tono advierto un ligero reproche. Lleva un par de meses avisándome de los manejos de Correa. Insistiendo en que habría que ocuparse de el, antes de que las cosas se nos fueran de las manos. Estos contratiempos le están causando problemas.
- Tranquilo, esta vez lo resolveremos definitivamente. No tendrás que volver a preocuparte de ese tipo.- aseguro. Firmemente decidido a dejar zanjado el asunto de una vez por todas. Pietro necesita que pueda volver a garantizarle la estabilidad necesaria en el negocio. La determinación que le trasmiten mis palabras parece acabar por complacerle. Por lo demás las cosas marchan divinamente, me muestra su libreta en donde ya ha calculado los porcentajes y las ganancias. Todo está en orden, con Pietro los números cantan.
De pronto nos interrumpe un tipo con gesto furtivo - Pietro, Pietro te estaba buscando, -dice en tono nervioso. Un camarero que siempre nos atiende acude presuroso y le pide que nos deje en paz. Mientras le hace un gesto casi imperceptible para que me mire. El tipo capta el mensaje al instante y desaparece.
-Los hay que son insoportables, harían una apuesta hasta en su lecho de muerte. -se queja. Pietro disgustado por la interrupción. Con un gesto le resto importancia al asunto y pido otra ronda.  Martini para él y agua para mi, estoy sediento. Estas caminatas son agotadoras, pero necesarias. Podría hacer el recorrido en coche pero me gusta palpar el ambiente de la calle. En mi trabajo es importante estar al tanto de lo que se  cuece, pateando las aceras recibo y percibo más información de la que obtendría si fuera preguntando por ahí como una vulgar portera.
Con un apretón de manos me despido de Pietro hasta el próximo lunes, prometiendo ocuparme de los morosos. Tras este breve paréntesis retorno mis obligaciones, acercándome hasta el Paseo de los Soportables. Donde por este orden visito la fábrica de camisas, el horno de Don Ciriaco y  Las Bodegas Carlesi, dejando para el final la joyería Emporio. En otro tiempo floreciente negocio que fue perdiendo cache al jubilarse su fundador, y quedar en manos de su hijo Sandro. Las apuestas y los negocios no suelen tener muy buena relación. Pero para colmo de males Sandro se muestra igual de negado para lo uno como para lo otro. Lleva más de un mes esquivando a Pietro y sabe que va a tener problemas. Hoy no me conformaré solo con mí porcentaje, tendrá que darme algo más.
Sandro esta solo la dependienta que le ayuda se acaba de marchar, y por su expresión adivino que se arrepiente de no haberse dado más prisa en cerrar. Mi visita no es casual y no es necesaria ninguna cortesía ni comentario preliminar.
-Esto es lo único que tengo, le prometo que me pondré al día en menos de un mes, eso es cuanto necesito déme un mes de plazo y cubriré la deuda.- dice. Mostrándome la caja  registradora tras entregarme un puñado de billetes. Se ha echado a temblar en cuanto me ha visto entrar. Parece realmente asustado, pero conozco a muchos como el son mentirosos profesionales.
-Supongo que no habrás estado apostando con otra gente, - pregunto. Sentándome sobre el mostrador acristalado y observando la colección de ajuares que se exhibe al público. -Claro que no, ya tengo suficientes problemas, y además con que dinero, estoy sin blanca. -Responde con voz asustada evitando mirarme a los ojos. -¿Le gusta alguno de estos? Cójalo se lo regalo es lo mínimo que puedo hacer. –propone en tono ansioso. Sacando un juego de pendientes, pulsera y gargantilla.
-Es bonito –digo. Tomando la bandeja de su mano temblorosa. Antes de estampársela en la cara. Después agarrándolo de las ropas lo saco del mostrador y empiezo a golpearlo sin miramientos contra un viejo carillón. No dejo de hacerlo hasta que pierde el sentido y he de reanimarlo con unas suaves palmaditas en el rostro magullado.
-Escucha Sandro no me gustaría tener que hacerte daño entiendes, te doy una semana consigue el dinero, si no quieres que me enfade de verdad. -le advierto. Luego le pongo a dormir otra vez de un soberbio puñetazo en su estúpida bocaza. Antes de irme elijo un hermoso juego de pendientes, el maltrecho carillón se ha parado pero el mío señala las dos de la tarde, es hora de comer.
Las dos jóvenes dependientas del Bazar Oriental ya estan cerrando las puertas. Pero yo paso directamente a la trastienda sin ningún reparo. Rosana que está en su despacho  hablando por teléfono. Me hace un gesto para que suba arriba, a su casa. Sonriendo traviesa mente le dejo sobre la mesa la cajita con los pendientes provocando un espontáneo gesto de sorpresa.
Encuentro a Mario en la cocina, sentado frente a un enorme y suculento plato de espaguetis. El chico se alegra de veme, todo lo contrario que su abuela quien no oculta su desagrado por mi visita. Mientras come Mario me cuenta sus progresos en el colegio, es un buen estudiante algún día llegará a ser alguien en la vida. Después del postre me lleva a su cuarto para mostrarme un nuevo juego de ordenador. Tenemos el tiempo justo para jugar un par de partidas, antes de que su abuela lo llame para llevarlo al colegio. Rosana llega en ese momento a tiempo de despedirlo con un par de besos. En el recibidor la oigo intercambiar unas frases apresuradas con su madre, la vieja esta furiosa y se marcha refunfuñando. Cuando por fin nos quedamos solos ella va a la cocina mientras preparo la mesa. Tengo un hambre de lobo, me comería un buey entero.
Observo complacido que se ha puesto los pendientes, le sientan muy bien y no pide ninguna explicación. Comemos casi en silencio sin intercambiar apenas unas cuantas palabras, hasta que ella sirve el café. Entonces me cuenta que piensa llevar a Mario de vacaciones a Suiza, será este verano al chico le encantan las montañas y el campo. Me parece una gran idea a ambos les vendrá bien pasar unos días juntos. Normalmente ella siempre anda con exceso de trabajo.
- ¿Te gustaría acompañarnos?-propone. La pregunta me toma por sorpresa e inquieto no sé que contestar.
-No creo que pueda -digo finalmente. Intento añadir algo más pero ella asiente con gesto de comprensión, cambiamos de tema.
El Bazar funciona a la perfección y la clientela es cada vez más numerosa. Rosana ya tiene incluso una larga lista de artículos reservados por encargo. Si las cosas siguen yendo así de bien estas Navidades va a tener que contratar dependientas de refuerzo. Comenta como si el breve momento de incomodidad no hubiera llegado a producirse. Me ofrece otro café, pero no me apetece. Seguramente no tendría que haber tomado ni sí quiera el primero comento. Así seguro que no consigo tranquilizarme estoy tenso como una cuerda. Ella sonríe  y mira hacia el sofá –Relájate un rato-  ordena. Mientras empieza a recoger la mesa, hoy le toca lavar los platos. Así que sin dudarlo ni un instante me dejo caer en el sofá. Desde donde la oigo trajinar por la cocina. Como siempre no puedo evitar fijarme en que aún conserva sobre el aparador la foto de boda. Desde luego aquel día estaba radiante, junto a ella Marco sonreía satisfecho. Corrían buenos tiempos, lástima que siempre apreciemos lo bueno cuando ya lo hemos dejado muy atrás.
Marco fue mi socio hasta poco después de aquella boda. El decidió entonces seguir su propio camino. Aquella súbita decisión me sorprendió un poco, pero quedamos como amigos. Durante un par de años la vida continuó, como si nada, hasta que las cosas se torcieron. Marco empezó a meterse en problemas cada vez más graves hasta que ni si quiera mi ayuda fue suficiente. Rosana pidió el divorcio y la custodia de Mario. Eso fue poco antes de que el volviera a meter la pata en uno de sus negocios y le cayeran diez años en el talego. Por entonces Marco se había vuelto un autentico cabronazo y se lo tenía bien merecido. De un tiempo a esta parte no respetaba a nada ni a nadie. En una ocasión le prometí que si le ocurría cualquier cosa ayudaría a su mujer y al hijo que por entonces venía en camino. Por su parte me aseguró que intentaría hacer lo posible por enderezar su vida, no cumplió su parte del trato. Por eso llegado el momento yo si lo hice, aunque a mi manera. 

4 comentarios:

Meg dijo...

Me alegra saber de ti, buen relato, imagino que no queda ahi la cosa, no?

Un besote!!

Doctora Anchoa dijo...

Me ha gustado, espero las siguientes partes ;).

pseudosocióloga dijo...

Se te echaba de menos....

juan andrés estrelles dijo...

Gracias Meg.
También a mi me agrada estar de vuelta. Otro besazo para ti.

Gracias Doctora. Un beso.

Gracias Pseudo no sabes cuanto me agrada leer eso.