-Que rabia, con lo a gusto que estaba durmiendo.- pensó con fastidio. Abriendo los ojos en la penumbra de la habitación. La habían despertado unas molestas y urgentes ganas de ir al baño. Pero aun se resistió un minuto bajo la colcha, desperezándose lentamente Mientras su mano tanteaba la mesilla de noche en busca del interruptor de la lámpara. -Mierda- masculló contrariada. Entrecerrando los ojos cuando la luz hizo desaparecer la agradable penumbra. Cinco y veinte de la mañana comprobó. Echando un vistazo al despertador mientras se calzaba las zapatillas. En su lado de la cama Pablo dormía a pierna suelta. Por suerte hoy era sábado y no tenían que madrugar. Eso si, tendría que volver rápido a la cama no fuera a despejarse del todo. Se dijo apresurándose a llegar al cuarto de baño.
Notaba la garganta un poco seca, estaría bien beber un poco de agua antes de regresar a la cama. Decidió saliendo del baño y yendo a la cocina. –Ya empezamos- gruñó. Dándose cuenta de que comenzaba a despejarse. Aquello era absurdo, hoy tenía tiempo para dormir unas horas más y recuperar el sueño que llevaba arrastrando toda la semana. Tenía que volver a la cama enseguida. –Date aire y no empieces con historias- se recriminó. Sirviéndose el agua y empezando a beber. Aún era noche cerrada, afuera debía hacer bastante frío. No se veía un alma y tampoco nada de tráfico, se notaba que era sábado. Comprobó acercándose a la ventana y asomándose para observar la calle desierta.
Justo en el momento en que un vehículo giró por la esquina más alejada y enfiló la calle. Una furgoneta de reparto pensó, observando la maciza figura que avanzaba a la luz de las farolas. La curiosidad la hizo tratar de descifrar las gruesas letras del rótulo que lucia en el lateral. Mientras pasaba bajo la luz de alguna de las farolas que iluminaban la calle. Lo que sin sus gafas no era nada fácil. Comprobó con fastidio, mientras la furgoneta atravesaba un tramo de calle poco iluminado. Prensa acertó a leer finalmente, a la difusa luz de la farola más cercana. Antes de que la furgoneta saliera de su campo de visión. Tras pasar junto a la batería de contenedores de basura, situados frente a la entrada del garaje del edificio. Si bien fue algo en aquellos contenedores lo que de inmediato captó su atención. Casi al instante supo lo que era. Le había bastado una mirada para distinguir una pila de libros precariamente colocada sobre el contenedor del cartón. Lo que inevitablemente le provocó unas irresistibles ganas de ir a echarles un vistazo. ¿Cómo podía alguien tirar libros a la basura? Acaso la gente no conocí la existencia de las bibliotecas. Por Dios, aquello si que era un sacrilegio. Lamentó contrariada resoplando por lo bajo, mientras regresaba a la habitación y cogía una bata. Muy probablemente se trataría de una de esas antiguas enciclopedias que la gente acaba quitándose de encima por que han perdido utilidad. Pero aún así tenía que comprobarlo decidió. Regresando a la habitación y empezando a ponerse una bata. Tendría que darse prisa rumió apagando la luz de la mesilla de noche. Pablo que era de los que dormía de un tirón. Iba a alucinar como se le ocurriera despertarse y no la encontrara en casa. Pero solo será un vistazo rapido se dijo yendo hacia la puerta y alcanzaba las llaves. Le bastaron dos minutos para meterse en el ascensor, salir a la calle y rodear la esquina hasta la entrada del aparcamiento.
Los libros del montón resultaron no ser una enciclopedia. Sino una colección completa sobre historia y técnicas de pintura y cerámica. Que pese a estar bastante manoseados, aún se conservaban en razonable estado. Comprobó hojeando rápidamente un par de ejemplares. A sus pies desparramados por el suelo entre lo que parecían folios de apuntes. Distinguió algunos temarios de oposiciones, mezclados con ediciones de libros de auto ayuda. Con títulos como, Técnicas para relacionarse en el trabajo, Refuerza tu auto estima o Diez trucos para optimizar el tiempo de estudio.
-Vaya, que más tenemos aquí.- dijo. Agachándose para alcanzar un manoseado ejemplar de La Colmena que había estado apunto de pisar. Estaba manchado y desencuadernado, probablemente le faltaran algunas paginas. Una lastima, no tenía salvación. Pensó mientras su atención se fijaba en lo que se le antojo la siniestra boca del contenedor. Parte de las rojas tapas de un libro asomaban por la ranura superior que se utilizaba para introducir el cartón. No podía ser cierto se dijo llevada por una especie de presentimiento. Mientras dejaba en el suelo la colección sobre pintura y levantaba la tapa del contenedor para abrirlo totalmente.
Fue como abrir el cofre del tesoro. A simple vista debía haber más de un centenar largo. De todo tipo y tamaños, mezclados de cualquier manera. Alguien habría estado muy ocupado acarreando hasta allí aquel enorme montón de libros que colmaba el interior del contenedor. Un montón cuya cúspide parecía ser aquel libro de tapas rojas. Que ella alcanzó para echarle un vistazo. Gran enciclopedia practica tomo cuarto leyó, premio allí estaba la desfasada enciclopedia de turno. Pensó haciéndolo aún lado, junto con los tomos sexto y octavo que aparecieron de entre unas cuantas novelas en edición de bolsillo. Ninguno de cuyos títulos le sonaba en absoluto. Parecían las típicas novelas de intriga de autores anglosajones. Pensó amontonándolas a un costado y empezando repasar los nuevos hallazgos que emergían del montón. Guerra y paz primer volumen, El Decamerón, El caballero de Olmedo, La Odisea, De la tierra a la luna. Una selección muy surtida para empezar una biblioteca pensó. Dejando en el suelo una pila en la que había juntando los dos volúmenes de La Regenta, con La casa de los espíritus, La barraca, El tartufo y La peste. Independientemente del tipo de edición, el estado general de los ejemplares era bástate bueno. Lo que hacía más inexplicable que hubieran decidido deshacerse de ellos de aquella forma. Era una autentica lastima pensó contrariada terminando de formar otra pila y uniéndola a las que ya había en el suelo. Encuadernado en un curioso formato alargado un ejemplar llamó su atención. Recopilación de cuentos clásicos Norteamericanos por diferentes autores. Leyó con curiosidad sacándolo del contenedor y empezando a hojearlo. –Este sin duda se viene conmigo.- Decidió al instante empezando a rebuscar de nuevo. La satisfacción del hallazgo había espoleado su curiosidad. El Quijote, Cumbres borrascosas, La plaza del diamante, Los santos inocentes, repasó habidamente sin soltar el volumen de cuentos. Un ejemplar de La hojarasca y otro algo ajado de El amante de Lady Chatterley pasaron a engrosar su botín particular. Parecía haber dado con un filón se dijo satisfecha, alcanzando un ejemplar de El Agente confidencial. Esta reponiendo de una tacada, barias de las pedidas que con el tiempo había ido sufriendo su biblioteca. Pero era una locura comprendió. Tomando un respiro, y contemplando los libros que tenía en las manos y las pilas en el suelo a su alrededor. Que se suponía que iba a hacer con todo aquello. Tal vez pudiera llamar al ayuntamiento, muchos de aquellos libros se podían aprovechar en los centros de lectura de los colegios. Sin duda era la mejor opción decidió. Terminaría de echar un rápido vistazo y haría esa llamada antes de que pasaran a recoger los contenedores de reciclaje. Claro que el otro problema era como llevarse a casa los libros que estaba separando para si. De momento solo eran cuatro pero apenas si llevaba vista la mitad del contenedor y conociéndose dudaba que la cosa se fuera a quedar en eso. Lo mejor sería ir a buscar una bolsa o mejor una caja. Pensó con desgana, a sabiendas de que no se movería de allí. Mientras un alocado pensamiento se le cruzaba por la mente. –Genial justo lo que faltaba. Ahora empiezo a desvariar.- gruñó. Agitando la cabeza para apartar una imagen mental. En la que se veía en camisón, acarreando un pesado montón de libros que llevaba liados en una especie de saco formado con su bata. Como la pillarán y seguro que alguien lo hacia, aquello arrasaría en YouTube. Claro que pensándolo bien, los veinte minutos que llevaba rebuscando en el contenedor tampoco tenían desperdicio. Refunfuñó dejando “sus” libros en una pila aparte y empezando a rebuscar. Tenía que darse prisa en acabar. Era raro que hasta el momento no hubiera pasado nadie por allí, pero la cosa no podía durar. A estas horas solo le faltaría tener que ponerse a balbucear dando explicaciones ataviada de aquella guisa.
Decididamente estaba claro, es que o todo aquello había pertenecido a diferentes personas. O se trataba de un lector con una amplia variedad de gustos. Pensó, cuando tras hacer a un lado unos cuantos ejemplares de novelas de ciencia ficción. Unos tomos de historia natural y dos ediciones distintas de Archipiélago Gulag. Empezó a encontrar ejemplares de novelas del oeste. Había un montón, el sueño de cualquier coleccionista del género. Se dijo mientras le venía a la cabeza las visitas a casa de su amiga Clara. Y el recuerdo del abuelo de Clara leyendo tranquilamente aquel tipo de novelas. Nunca había leído nada de aquel género pero desde luego el abuelo de su amiga parecía pasarlo en grande. Aquí se hubiera puesto las botas suspiró apartando otro puñado de novelas. Reparó entonces en un ejemplar que apenas si asomaba bajo el montón de novelas. No se veía el titulo. Pero su tapa de un azul desvaído en cuyo centro destacaba un pequeño grabado atrajo su atención. ¿Era un molino? Si, el pequeño grabado parecía un molino, rumió forzando la vista para distinguir la imagen. Y como llevada por un presentimiento se impulsó dificultosamente hacia adelante para tratar de cogerlo. Imposible no alcanzaba comprendió resoplando contrariada. Con casi medio cuerpo metido en el contenedor y manteniendo precariamente el equilibrio para no caer dentro.
-Mierda- masculló desesperada cuando sus dedos apenas rozaron la tapa. Un poco más, apenas si le faltaban unos centímetros. Comprobó frustrada echándose hacia atrás para recuperar el equilibrio. Le había faltado poco para caer dentro del contenedor. Lo que ya si que hubiera sido lo último. Necesitaría un poco de ingenio, pensó mirando las ruedas del contenedor y a su alrededor. Se le acababa de ocurrir una idea. Tendría que acercar el contenedor hasta la acera de enfrente. Allí el bordillo era un bastante más alto, eso la ayudaría. Razonó empezando a tirar del contenedor con todas sus fuerzas. Como temía, no era la primera vez que tenía que acarrear libros. –Aún que si un contenedor- Aquello pesaba lo suyo. Pero por suerte, tras un par de enérgicos tirones las ruedas empezaron a moverse en la dirección deseada. Quien dijo aquello de que el saber no ocupa lugar. Dios, no solo lo ocupa si no que además pesa lo suyo. Esto es una locura, como alguien me vea voy a acabar siendo la loca del segundo C. La que de madrugada escarba en las basuras. Eso por no hablar de la cara que pondría el pobre Pablo. Al enterarse de las “particulares” andanzas nocturnas de su novia. Pensó resoplando por lo bajo, mientras con los pies intentaba apartar las hojas de apuntes y temarios tirados por el suelo que entorpecían el paso de las ruedas. Pese al frío había empezado a sudar, notó contrariada. Sentía la frente y las mejillas perladas de un sudor que empezaba deslizársele por el cuello. Con su suerte seguro que de esta salía con un catarro de pronostico. Gruñó, dando un último tirón que deslizó el contenedor hasta dar contra el bordillo. Con un golpe sordo que resonó por la calle desierta. -¡Mierda¡- masculló. Encogiéndose sobre si misma y mirando espantada a su alrededor. Lo dicho del YouTube, al manicomio, rezongó con el corazón agitándose desbocado. Por suerte nadie dio señales de vida y pronto estuvo asomada al contenedor. Desesperada comprobó que el golpe y el trasiego habían desplazado a su objetivo del lugar donde esperaba encontrarlo. Lo que por un momento la hizo temer que se hubiera podido deslizar hasta el fondo del contenedor. Por suerte pronto lo localizó, seguía estando a la misma profundidad. Pero ni aún subida al bordillo lograba más que tocarlo ligeramente con la punta de los dedos. –Probemos con esto- resopló. Colocando en el suelo un grueso y maltratado ejemplar de Las mil y una noches. Al que se aupó antes de inclinarse para volver a probar suerte. Esperanzada, comprobó que sus dedos palpaban la rugosa superficie. Aún no podía sujetarlo, pero aquello estaba mucho mejor. Tal vez añadiendo otro libro al que subirse. Rumió mientras sus dedos intentaban deslizar el libro presionándolo y tirando hacia ella. Por un segundo pareció que iba a funcionar. Notó como se desplazaba unos centímetros. Ya casi lo tenía resopló excitada. Intentando pinzarlo entre los dedos anular e índice. -¡Joder¡- maldijo furiosa. Notando como de pronto el libro empezaba a escurrirse bajo sus dedos. –No, no … ¡Mierda¡- exclamó. Cuando el libro desapareció entre el resto de libros como a través de algún tipo de hueco. Consternada incluso le pareció oír como caía hasta el fondo del contenedor. Tragado por el resto del montón de libros. Era increíble aquello no podía estar pasándole a ella. Maldijo furiosa golpeando el contenedor con gesto desesperado. Estaba tan ofuscada, que ni siquiera se dio cuenta de que un coche pasaba por la calle. Hasta que al llegar a su altura el conductor aminoró la marcha para lanzarle una mirada desconcertada. No debió gustarle mucho lo que vio puesto que se apresuró a acelerar para perderse calle arriba. No tenía ni idea de la hora que era ni de cuanto tiempo llevaba con aquella locura. Pero empezaba a amanecer y no podía seguir allí comportándose como una loca. Razonó tratando de tranquilizarse. Lo mejor sería recoger un poco todo aquello y avisar a los del ayuntamiento. Ni siquiera estaba segura de que aquel condenado libro fuera realmente el que andaba años buscando. Exteriormente sin duda que lo parecía, pero en realidad no había visto el titulo. Así que podía tratarse de cualquier otro titulo de una edición similar. Recapacitó tratando de auto convencerse de que lo mejor era dejarlo ir. Pero resultó inútil, no podía dejarlo. Por alguna extraña razón estaba casi segura de que si era el libro. Algo le decía que lo era. Seguro, aquel condenado libro era un ejemplar de Los Samson. La historia de la familia de los verdugos de Paris. Que había descubierto, cuando por casualidad siendo una adolescente, encontró un ejemplar en una feria de libro usado. Una apasionante historia que debía haber leído como una decena de veces encontrado siempre nuevos matices. Tal vez no fuera ninguna obra maestra pero por alguna razón el libro la había atraído desde la primera vez que la leyó. De ahí que lamentará tanto el haberla perdido. Cuando hacia unos años cometió la estupidez de prestárselo a su novio de entonces. Un error imperdonable del que todavía se arrepentía cada vez que lo recordaba. Su ruptura no había sido precisamente muy amistosa y cuando el salió de su vida se largó llevándose libro entre algunas otras cosas. Desde entonces no había mercadillo de segunda mano o librería de viejo que visitara en donde preguntara por Los Samson. Curiosamente el titulo no era del todo desconocido pero invariablemente la respuesta era la misma. No parecía quedar un solo ejemplar rodando por ahí. Lo más cerca que llegó a estar, fue cuando en un par de ocasiones lo localizó por Internet. Libreros de viejo lo ofrecían en sus catálogos pero por una u otra razón no había llegado a comprarlo.
Así que tenía que verlo, no quedaba otra. Y obviamente ahora solo tenía una forma de conseguirlo. Comprendió con un largo suspiro de resignación. Para su sorpresa fue más fácil de lo que esperaba. Tras apilar rápidamente un puñado de libros al que se aupó decidida. Solo tuvo que pasar una pierna por encima del borde del contenedor y deslizarse dentro. Aunque estaba sobre los libros y todo parecía relativamente limpio. Un cierto olor agrio que ya había notado mientras rebuscaba desde fuera resultaba mucho más intenso ahora. Solo esperaba que entre los libros a nadie se le hubiera ocurrido tirar también basura. Pensó con resignación empezando a retirar libros en le lugar donde había desaparecido su objetivo. La cosa comprobó, no resultaba precisamente fácil. Habida cuenta de que su propio peso, hacia que los libros sobre los que estaba, se deslizaran hacia el hueco que trataba de abrir. Finalmente tras varios minutos resoplando y contorsionándose en el dichoso contenedor. Su mano consiguió abrirse paso entre aquella especie de arena movediza en que se había convertido el montón de libros. Atrapó el objeto de su deseo y lo rescató del fondo del contenedor. Donde como no podía ser de otra forma, había ido a parar.
-¡Siiii¡- gritó satisfecha. Comprobando que en su locura resultaba haber tenido razón. ¡Lo tenia¡ Era el libro, era Los Samson. Confirmó mirando el ejemplar con expresión incrédula y una intensa sensación de felicidad. El sonido de un coche al pasar la sacó de su éxtasis devolviéndola a la realidad. Tenía que salir pitando de allí. Se dijo asomando la cabeza para echar un rápido vistazo a su alrededor. Era de día, había empezado a clarear y en las fachadas de los edificios se veían ventanas iluminadas. El vecindario empezaba a despertar. Con gesto furtivo se apresuró a guardar el libro en el amplio bolsillo de la bata. Antes de incorporarse para empezar a salir del contenedor. Entrar había resultado relativamente fácil. Pero tal vez salir no lo fuera tanto descubrió desconcertada. No sabía por que. Tal vez fuera a causa de sus manejos revolviendo los libros de una parte a otra, pensó ofuscada. Pero el caso es que apenas se inclinó sobre el costado para salir tal y como había entrado. El dichoso contenedor empezó a inclinarse hacía aquella parte mientras en su interior los libros se desplazaban de golpe como una especie de avalancha. -¡Joder¡- maldijo. Apresurándose a sacar una pierna buscando el apoyo de la pila de libros de la que se había servido para entrar. Todo ocurrió como a cámara lenta. El contenedor volcó de golpe sobre su costado. Como un barco que se hunde tras chocar contra un arrecife. Arrastrándola a ella que se encontró de pronto tirada sobre la acera sepultada a medias por un montón de libros que se le vinieron encima mientras se revolvía desesperada intentando zafarse.
-¿Se puede saber que te pasa? Menuda nochecita llevamos.- gruñó Pablo. Encendiendo la luz y mirándola con cara de pocos amigos.
-¿Qué? ¿Cómo? – balbuceó desconcertada -¿Qué pasa?- inquirió incorporándose de golpe.
-Eso me gustaría saber a mi llevas más de una hora revolviéndote como una loca- protestó el con un bufido -¿Estas bien?-
-Si, si perdona. Ha sido un sueño.- se disculpó con expresión abatida. Tomando conciencia de la triste realidad.
-Bueno tranquila no pasa nada. Anda vuélvete a dormir aprovechemos hoy que se puede.- dijo el en tono conciliador. Dándole un rápido beso –Estoy muerto- murmuró adormilado. Apagando la luz y volviendo a acurrucarse bajo la colcha.
-Si- dijo ella en tono mecánico. Mientras sus ojos buscaban la esfera luminosa de su despertador. Cinco menos veinte comprobó mientras sentía como se le aceleraba el corazón. No podía ser pensó desconcertada. ¿O si?
-¿Dónde vas ahora?- inquirió el con voz pastosa. Notando que abandonaba la cama.
-Al baño, duérmete.- susurró ella. Cogiendo su bata y cerrando la puerta de la habitación al salir. Fue directamente a la cocina a cuya ventana se asomó en el preciso momento en que un vehículo doblaba la esquina y enfilaba la calle. No se veía ni un alma, solo la maciza figura de una furgoneta de reparto recorriendo la calle a la luz de las farolas. PRENSA Leyó complacida en el lateral de la furgoneta. La batería de contenedores fue el siguiente objetivo que buscaron habidamente sus ojos.
26 comentarios:
Vaya sueño...y..si se hace realidad?...el relato me ha tenido atrapada hasta el final...muy bueno....besooooss
Me ha encantado, este es de los que más, escribí una vez uno similar, pero sólo en cuando al desenlace del sueño, el argumento no tenía nada que ver.
Espero que mejores pronto, un besote!!
Muy bueno, Juan, muy bueno. Desde luefgo, hay que ver los tesoros que te puedes encontrar en el cubo de la basura. Por cierto, yo también conservo un ejemplar de "La Colmena" muy estropeado jejeje. Un abrazo.
Pues como estaba convencida que al final los del camión del papel acababan triturándola, el final ha sido hasta tranquilizador.
Yo estoy con Pseudo, durante todo el relato me imaginaba un final bastante más chungo XD.
Pensé que ssaldría del contenedor y habría empezado la vida en la ciudad. Una lástima,estaba gozando pensando en la satisfacción de encontrar un montón de libros por la patilla.Y por cierto,tengo dos enciclopedias de historia que en mi casa quieren tirar,dicen que para que las quiero teniendo internet,pero me niego.
El sueño de los libros. Bueno tu escrito.
Y bueno te invito a mi Galería de letras donde los libros tienen cuerpo de mujer.
Te saludo desde Barranquilla, Colombia.
Un abrazo,
Víctor
Es lo que tienen los sueños a veces se cumplen cuando menos te lo esperas. Gracias Marita, un beso nos leemos.
Gracias Meg, me encantaría leer ese relato. Este condenado resfriado amenaza con convertirse en el más fiel de mis seguidores. Un beso.
Cuanta razón tienes Marcos, supongo que de ahí el dicho. La basura de unos es la riqueza de otros. O algo por el estilo. Un abrazo.
Imagino Pseudo y Doctora Anchoa que teniendo en cuenta las fechas esperabais algo más propio de Halloween. Lo siento, últimamente mi selección de relatos de fantasmas la tengo bastante desatendida. Y en cuanto a los relatos más “negros” la verdad es que aún no me atrevo a publicar ninguno. Tal vez más adelante. Un beso.
Te entiendo Cris los libros hay que conservarlos siempre
Realmente coincido en que la basura es un gran pozo de sorpresas. A veces buena. Yo tengo el primer libro de mi biblioteca que fue rescatado de la basura. En cuanto al sueño, interesantisimo hasta el final!
Gracias, Juan, por dejar tu huella en mi blog, me quedo descubriendo tu blog.
Un beso.
Hola Juan:
Te devuelvo tu visita a "El estanque de los deseos", Ese es mi patio de recreo. En realidad escribo en:
http://nidaeldore.blogspot.com
Te espero y después si quieres nos seguimos
Por cierto. Bueno el relato
Tamally maak
Hola Juan Andrés!! Un placer estar aquí y ver tu espacio que me resulta súper interesante, me gusta leer y prometo volver a hacerlo detenidamente, pues sólo pude pasar a saludar ahora y darte las gracias por tu visita al mío ;)
Ya te contaré cuando regrese sobre tus letras, un saludo!
Bea
Su sueño se hizo realidad...me gustó tu relato,Juan.Un placer pasearme entre tus letras.
millones de besos.
hoy pase por tu casa para deleitarme con tus cuentos saludos
Gracias por descubrirme tu blog, desde luego todo un descubrimiento! Me ha encantado tu forma de escribir, así que... repetiré!
besines
Hola Víctor muchas gracias por pasarte por mi “casa” y por tu invitación a visitarte. Prometo hacerlo en cuanto me sea posible.
Gracias Kira me alegro de que te haya gustado. Besos.
Hola María. Fue un placer visitarte, se bienvenida estas en tu casa.
Gracias Daniel tu estanque se me antojo muy acogedor prometo visitar tu otro blog seguro que vale la pena.
Hola Bea pásate cuando quieras. Estas en tu casa.
El placer es mío Morgana gracias por asomarte a mi rincón.
Gracias MilThon se bien ve
Vaya, me alegra haber encontrado esta entrada, me ha divertido mucho, una búsqueda del tesoro aventurera y grata, con final abierto. Que coño, espero que sea el que todos imaginamos, y haya buena caza. Por esos libros, merece la pena arriesgarse a que el barco se hunda y te pillen en el contenedor.
Un saludo :)
La basura a veces trae muchas sorpresas. Un recolector de basuras, conocido mio, encontró un lote de joyas, hoy en día vive en el extranjero. Hasta el mas misero de los mortales se le pueden cumplir los sueños.
Interesante relato, Juan, mantiene el vilo hasTa el final.
ABRAZOS.
A mi es que recoger libros de la basura me da cosa, quien dice libros dice lo que sea... no me gusta no.
Qué complicada que es la mente. ¡Y en sueños no somos dueños de ella!
Gran relato!
me ha gustado mucho estoy aqui para pedirtr consejo Gracias
Me da una bronca, cuando bloger te dice, lo sentimos no hemos podido procesar....
Decía que la historia me ha encantado, porque es sencilla y me ha tenido pendiente.
Y ademas, me encantaría encontrarte un contenedor con tantos libros...aunque aquí si dejas algo en la calle, se lo llevaron antes que llegue a tocar el suelo.
Un abrazo
Hola Vane se bienvenida estas en tu casa. Besos también para ti.
Hola explorador me alegro de que te haya gustado. Gracias por la visita y el comentario. Nos leemos.
Lo dicho la basura de unos el tesoro de otros. Gracias Antony.
Te entiendo Sandra la verdad es que pensarlo da bastante grima. Solo que puestos ante la situación de algo que te pueda resultar verdaderamente tentador… Un beso.
Complicada y en ocasiones traicionera. Gracias Verónica, besos.
Gracias Leonardo me alegro de que te guste. ¿Consejo?
Hola Cecy como siempre es un placer tenerte por aquí. Un buen montón de libros a quien no le gustaría. Un montón de besos.
Una historia llena de esperiencias de una vida llena para contar
Una historia estupenda. Aquí me quedo. Si te apetece te pasas por mi blog.
Un saludo.
Muy bueno... de verdad.
Hola recomendazar se bienvenido. Experiencias y deseos. Buenos materiales para dar cuerpo a los sueños.
Muchas gracias indefensiónaprendida me alegro de que te guste. Estás en tú casa. Nos leemos.
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