-¿Entonces
ha ido todo bien en la revisión?-
-Que si mama por favor no seas
pesada. Ya te he dicho seis veces, que todo ha ido de maravilla.- suspiró
resignada. Su madre era un cielo y la quería muchísimo. Pero cuando se lo
proponía también podía ser pero que muy repetitiva.
-Mujer tampoco es para ponerse
así. ¡Seis veces¡ Seguro que no han sido tantas.- la oyó protestar con
vehemencia.
-Vale de acuerdo tú ganas solo
han sido cinco.- concedió -Pero la respuesta no cambia, la revisión ha ido de
lujo. Me siento perfectamente.
-Bueno está bien no te enojes
conmigo. Entiéndelo es que me sabe mal haberme marchado estos días. Tú padre y
tú hermano no han parado de ir de aquí para allá. La verdad no sé por que tú
padre se empeño tanto en que les acompañara.
-Mama¡¡ Por Dios de verdad eres
increíble. Sabes cuanto han trabajado Papa y Miguel en ese proyecto y lo que
les costó conseguirlo. Para ellos ha sido un gran logro, que les eligieran para
encargarse de la remodelación total de ese complejo vacacional. Es normal que
quieran que les acompañes a la inauguración.- argumentó en tono convincente -
Lo que me hubiera gustado a mí poder ir con vosotros. Si no hubiera sido por el
dichoso avión.- añadió resignada.
-Entiendo hija, todo eso está muy
bien y me alegro de verles tan felices. Pero que quieres que te diga, creo que
tendría que estar ahí contigo. No sabes las ganas que tengo de volver.-
insistió su madre. Aunque ahora su tono parecía algo más resignado.
-Ya no queda nada. Quince horas
menos de un día y estaréis de vuelta. Ya verás. La pediatra dice que todo está
perfecto y tu nieta sale la mar de mona en la ecografía. Prepárate, por que
mañana cuando la veas se te va a caer la baba.- aseguró persuasiva. Al tiempo
que le pareció escuchar una especie de sollozo. –¿Mama? Por Dios¡¡ ¿No te
habrás puesto a llorar?- inquirió desconcertada. Los sollozos se tornaron
claramente identificables. Antes de ser remplazados por la voz de Miguel, que
tras hacerse con el teléfono. Empezó a reprender a su madre.
-Por favor mama me habías
prometido que no montarías ningún numerito. Marta ya te ha dicho que todo está
bien. Mañana estaremos de vuelta. No hay necesidad de presionarla.- protestó
Miguel en tono resignado. –Lo siento Marta pero ya sabes como es. Habéis hablado
esta mañana. Pero estaba empeñada, tenía que volver a llamarte por encima de
todo.- se disculpó su hermano.
-Está bien no pasa nada, era de
esperar.
-Ya bueno. Eso si, me parece que
ya tiene hechas las maletas. Si nos descuidamos, esta noche acabamos en el
aeropuerto, montando guardia para esperar la salida del avión.- bromeó
haciéndola reír de buena gana.
-Pero mira que eres trasto.- le
reprendió ella divertida.
-Si, si trasto y lo que tú
quieras. Pero no me digas que te extrañaría.
-En absoluto.
-Pues eso ya veremos como salimos
de esta.
-Seguro que va a quedar todo
perfecto, habéis echo un gran trabajo. Venga ahora id a poneros guapos, dentro
de nada tenéis la inauguración. Quiero que hagas muchas fotos.
-Tranquila pienso hacer un
reportaje. Para que no te pierdas detalle.
Ocurrió de improviso, ni siquiera
llegó a darse cuenta de cómo ni por que. Pero de pronto aquella sensación le
saltó a la mente. Mientras su hermano empezaba a despedirse antes de que su
madre pudiera volver a coger el teléfono. Ella sintió como las palabras
acudieron a su boca, sin que pudiera evitarlo.
-Ea pues eso que mañana a
mediodía estamos ahí. Un beso.- estaba diciendo Miguel.
-Mañana al salir no hagas caso de
las prisas de mama. Llevad cuidado tenéis tiempo de sobra.- le interrumpió ella
abruptamente con un hilo de voz. Cortando la comunicación justo antes de que el
pudiera añadir algo más. Ofuscada se arrepintió al instante por no haber podido
controlarse. Aunque conociendo a Miguel tampoco es que el fuera a darle muchas
vueltas al tema. Eso en el caso de que hubiera llegado a escucharla. Se dijo
tratando de restarle importancia. Pero sabiendo que era tarde, ya estaba hecho.
Una vez más se había dejado llevar, traicionada por las dudas. Dudas que en su
fuero interno, ahora mismo era consciente de que no tenían fundamento. Asumió
molesta, resoplando por lo bajo. Mientras que en su interior Martita
súbitamente agitada, se revolvía inquieta causándole una desagradable sensación
que la hizo contraerse de dolor.
-Bien¡¡ Ya me extrañaba que te
resistieras- gruñó el de improviso. Haciéndola dar un sobresaltado respingo. Al
que como no, Martita respondió de inmediato con un par de furiosas patadas.
-Joder, joder- masculló ella con
un bufido. Clavando con fuerza los dedos en los reposabrazos del sillón. ¡Dios¡
La niña parecía frenética, pensó angustiada. Si no se calmaba iba a hacerla
vomitar.-Por todos los santos no hagas eso. Me asustas y ella se pone
histérica.- protestó furiosa. Encarándole con expresión dolorida.
-Ya claro ahora resulta que soy
yo el que pone nerviosa a la niña. La verdad me encantaría que me explicaras
como puedo ser responsable de eso.- resopló con desdén –Aunque la verdad
preferiría que fueras capaz de controlar esa dichosa manía tuya. Que es, como
bien sabes lo que realmente la irrita. O me dirás que no te estás arrepintiendo
de haber vuelto a hablar más de la cuenta. La llevas dentro, ella vive tus más
leves cambios de ánimo.
-Por Dios otra vez no. No vuelvas
a empezar con de nuevo con lo mismo.
-¿Empezar? Lo siento querida,
creo que ya es un poco tarde para eso.- la interrumpió el con acritud. Yendo a
colocarse frente a ella que se esforzó por mantenerle la mirada.-Fuiste tú
quien lo empezaste. ¿Recuerdas?- la espetó. Con aquel tono dolido pero desafiante,
que ahora siempre acababa utilizando en cada conversación.
-Bueno está bien, lo siento. Se
que no tendría que haberlo dicho. He de controlarme lo sé.- aceptó ella.-
Tienes razón, Se que he metido la pata. Pero es que no he podido evitarlo. Es
algo que me surge de improvisto.- se defendió con gesto hastiado. Notó que
había empezado a sudar y le extrañó no estar sintiendo las primeras arcadas.
Martita seguía revolviéndose, oprimiéndole el vientre. Se sentía muy mal. No
quería discutir otra vez. Pero fue inútil, el volvía a estar furioso, no quería
dejarlo.
-De veras¡¡ Así que no has podido
evitarlo. ¿Por qué no me extraña? Acaso has controlado alguna vez un
presentimiento, una visión o alguno de esos extraños palpitos.- enumeró. Con un
desagradable tono desabrido. -Por que si lo has hecho sería toda una sorpresa.-
remachó furioso. Ignorando el gesto de dolor que cruzó el rostro de ella cuando
la niña propinó otra furiosa patada.
-Ya, ya, por Dios déjalo ya. En
serio no me apetece discutir. Otra vez no, ya te he dicho que lo siento.- se
defendió con gesto suplicante. No quería volver a enfrentarse con el. Pero con
su insistencia empezaba a hacerla sentir cada vez más molesta.
-Sé que lo sientes. Pero para mi
cada vez que vuelves a hacerlo es como recordarlo todo de nuevo. Tus dichosas
manías sin sentido están siempre al acecho.- insistió belicoso. Vertiendo la
gota que colmaba el vaso.
-¡Estupendo¡ Ahora son mis manías
sin sentido.- explotó finalmente ella. Encarándole con gesto desafiante.-Una
vez más volvemos a estar con lo mismo. Mis manías tienen la culpa de todo. Por
Dios ya no puedo seguir con la misma historia. ¿Cuanto más va a durar esta
cantinela?- protestó furiosa. Haciendo un esfuerzo para controlarse y no alzar
la voz.
-Bueno querida obviamente. Para
mi durará siempre- interrumpió el arrastrando las palabras. Su expresión
desafiante había desaparecido. Parecía haberse dado cuenta de que una vez más
había vuelto a ir demasiado lejos. Pero ella se revolvió furiosa.
-Siempre¡¡ Pues lo siento pero estoy
harta, no puedo más. Yo también tendré que cargar con ello. Tú piensas que
llevaste la peor parte, pero te aseguro que la mía no es ninguna maravilla.
-No se como te atreves a
comparar.- masculló el furioso.
-Comparar¡¡ Dios no lo hago¡¡ Se
que es imposible. Como imposible parece que tú te des cuenta de que son
únicamente tus actos los que nos llevaron a esto. Con esa historia de mis
manías me cargas con la responsabilidad. Pero no es justo. Sabes que no es más
que una burda excusa. Mis presentimientos son algo que jamás tuviste en cuenta.
Solo te servían para burlarte y meterte conmigo. Según el caso te daba por
considerar que eran mis “cosillas”, mis antojos o directamente mis chorradas.- barboró
tomando aire. El pareció querer decir algo pero ella no le dejó meter baza.
–Durante una temporada en la universidad. Al principio de enterarte de todo.
Incluso empezaste a llamarlas las Martadas. Las graciosas y ocurrentes Martadas
de la “rarita” de Marta. La de ocasiones en que me tomaste el pelo con el tema.-
recordó. Lanzándole una mirada furiosa que el rehulló. Tal vez temiendo lo que
ella acabó añadiendo a continuación. -Una Martada, no podía impedirte darte el
dichoso capricho. Pese a que te pedí, te rogué y supliqué, que no lo hicieras.
Como ibas tú a renunciar a darte el gustazo de comprarte el capricho que tanto
deseabas. Menuda gilipollez tener que preocuparse por una simple “Martada”.-
zanjó furiosa. Mientras gruesas lágrimas le inundaban los ojos y empezaban a
deslizarse por sus mejillas. Y su cuerpo se agitaba levemente por
incontrolables sollozos. Martita seguramente desconcertada por la reacción
emocional. Había dejado de agitarse, dándole un respiro. Que ella aprovechó
para empezar a susurrarle dulcemente colocando sus manos sobre la prominente barriga.-Tranquila
cariño no ha sido nada. Mama y Papa no querían molestarte. Relájate bonita. Así
muy bien buena chica. Vas a ser un solete. Mama está deseando tenerte y poder
abrazar a su princesita.- aseguró. En tono cariñoso. Notando como poco a poco el
vientre se le relajaba. La crisis había pasado Martita se movió suavemente,
buscando seguramente una posición más cómoda para dormir. Pensó con un suspiro
alcanzando un pañuelo para enjuagarse las lágrimas.
-Soy un idiota.- le oyó murmurar
en tono contrito. Como queriendo darle espacio. El se había retirado hacía una
esquina del despacho. Desde donde la miró cabizbajo y con gesto arrepentido. El
acceso de furia había pasado. Aquella era sin duda la pura imagen de la
desolación. Comprendió ella sintiéndose embargada por una profunda congoja.
Tenía ganas de poder decirle algo. Cada día que pasaba era más obvio que no
podían seguir como hasta ahora. ¿Pero como iban a hacerlo? Ella no sabía que
podía decir, no encontraba las palabras. Pensó sintiéndose profundamente
frustrada. Mientras sus miradas se encontraban como ya hacia tiempo que no
ocurría. De improviso fue el quien habló.
-Esto es insoportable.- empezó a
decir arrastrando las palabras.-Supongo que si fuera posible me volvería loco.
No sé, quizás la locura sería una forma de escapar de esto. O por lo menos de
no ser consciente.- añadió. En un tono que delataba una honda melancolía.
Mientras sus miradas enlazadas seguían prolongando aquel sentido momento de
intima unión. -La mayor parte del tiempo quiero pensar en que esto pueda acabar
de algún modo. Dar con la manera de ponerle fin Pero al mismo tiempo llegado el
momento no sé si aunque supiera como hacerlo. Sería capaz de renunciar a poder
estar cerca de vosotras aún que sea así de doloroso.- confesó amargamente.
Dejando ir sus sentimientos. Sin que asomara ni rastro de toda aquella rabia y
frustración, con la que tantos meses llevaban chocando entre ellos. Aquella
muestra de sinceridad podía ser sin duda la mano tendida que se habían estado
negando hasta ahora. Comprendió ella apenada, forzándose a tragar el nudo que
se le había formado en la garganta.
-No puedo ni imaginar lo que debe
ser todo esto. Dudo que alguien pudiera siquiera pensar en ello.- empezó a
decir ella. Poniendo mucho cuidado en elegir las palabras.-En cuanto a lo de
marcharte entiendo lo que quieres decir. Pero también a mí me ha dado por
pensar. Que de entre toda esta locura. Tal vez el que estés aquí sea lo más
lógico- explicó. En un arranque de sinceridad del que de inmediato empezó a
arrepentirse. Al ver que el parecía reaccionar.
-Lógico¡¡ No entiendo, no se...-
masculló desconcertado.
-No. No me pidas que te de una
explicación lógica. No se si la habrá. Y te aseguro que yo tampoco sabría si
aceptarla como tal.- se apresuró a intervenir. Deseosa de restablecer aquel
frágil punto de entendimiento que parecía apunto de volver a romperse.-
Confieso. Aunque se que no te va a gustar que lo diga. Que es una especie de
sensación que llevo sintiendo algún tiempo. Una sensación con la que tú hija
curiosamente no se muestra inquieta.- rebeló con una expresión resignada. Que
el respaldó espontáneamente, esbozando un amago de sonrisa.
-Ahí está otra vez uno de tus
palpitos.- murmuró. Alzando las manos con ademán apaciguador cuando ella
pareció inquietarse.- Tranquila. No pretendo empezar a discutir otra vez. Es
solo que después de todo ocurrido. Me supera lo irónico que acabaría
resultando.
-Irónico¡¡ Bueno es una forma en
la que a mí no se me hubiera ocurrido catalogarlo. Claro que todo esto resulta
tan demencial. Que creo que sería bueno empezar a tratar de asimilar las cosas
según vengan.
-Cierto. Una vez más supongo que
tienes razón.- aceptó encogiéndose de hombros – Hay que empezar aceptarlo no
nos queda otra. Así que siendo justo reconozco que te debo una disculpa. Se que
todo este tiempo he sido muy injusto culpándote.- reconoció el.
-No podíamos saber como se
sucederían las cosas. Ni a mí se me hubiera ocurrido creer que algo así pudiera
llegar a ocurrir.- atajó ella. -No le demos más vueltas.
-Esta bien pero aún así tengo que
decirlo. Perdóname- musitó el finalmente volviendo a acercarse.
-Está bien, tranquilo ya
pasó.-aceptó ella. En tono conciliador mientras seguía acariciándose el vientre
-¿Seguro? ¿Y ella?- inquirió
dubitativo. Bajando la mirada hacia la prominente barriga.
-Ella también está bien. No te
preocupes. Solo ha sido un berrinche, no ha sido nada.- le aseguró con gesto
cansado. Recostándose en el sillón e intentando relajar un poco las piernas.
Mientras terminaba de secarse los ojos.
-Soy un entupido. No hago más que
molestarte cuando tendrías que descansar.- se disculpó compungido. -Pero me
alegro de que está vez las cosas hayan ido mejor. Me gustaría poder hablar así
siempre. Es solo que resulta tan complicado.
-Habláremos. Ya veras como
encontraremos la forma de llevarlo adelante. No será fácil, pero lo haremos. Te
lo aseguro. Pero no ahora. No hasta que nazca.
-De acuerdo, tienes razón.-
aceptó el. Antes de que les interrumpiera el zumbido del interfono. Al que ella
se apresuró a responder.
-Dime Inés.
-Disculpe Doña Marta. Acaban de
traernos documentación complementaría. Para el estudio de la póliza de
Mecanizados Urbidea. Además me pidió que la avisara a las cinco y cuarto.- dijo
la voz de su secretaria. Con su habitual tono pausado y eficiente que siempre
parecía transmitir confianza.
-Gracias, por favor prepara esa
documentación junto con la póliza del Sr Gómez. Me encuentro un poco cansada
así que me voy a ir ya a casa. Me lo llevaré todo, para esta noche echarle un
vistazo tranquilamente.- pidió. Empezando a cerrar las diversas carpetas que
tenía ante si. –Tengo que irme.- se disculpó. Mientras alcanzaba su bolso y se
levantaba trabajosamente.-Adiós- musitó maquinalmente. Deteniéndose a mirarle
durante unos segundos antes de ir hacia la puerta.
Como era de esperar, de pié
frente a su mesa Inés la aguardaba con expresión cariacontecida.
-¿Se encuentra bien necesita
algo?- inquirió en tono preocupado. Apenas la vio salir del despacho.
-Tranquila no es nada solo cansancio.
Anda no te preocupes y pásame esas carpetas.
-Si quiere puedo...
-Tranquila estoy bien. Esto no
son más que los gajes de estar embarazada.- añadió en tono desenfadado.
Señalándose los ojos y las mejillas enrojecidos por el llanto. Que Inés no dejaba
de mirar con gesto preocupado. -Además ya tienes suficiente trabajo ocupándote
de mantener todo esto en marcha. ¿Por cierto con que estás ahora?- se interesó.
Tratando de cambiar de tema.
-Noticia. Por fin he terminado
con las correcciones que indicó en las pólizas de la urbanización.- proclamó Inés.
Con más que evidente satisfacción.
-Vaya¡¡ Enhorabuena si que es
toda una noticia. Permite que una vez más que me disculpe por haberte dejado
todo ese lío a ti sola. La verdad es que ha sido una faena. Lo siento.
-Pues deje que le diga una vez
más, que no tiene por que disculparse. Usted ya ha estado muy liada. Además ha
resultado toda una experiencia y he aprendido muchísimo.
-Si tengo que reconocer que desde
luego has hecho un gran trabajo. Cada vez me resulta más difícil imaginar como
podría arreglármelas sin ti.
-Gracias pero por favor déjelo
ya. Me va a sacar los colores.
-Solo constato una realidad.-
aseguró convencida -Prácticamente eres tú quien me va indicando a cada momento
cual es el siguiente asunto en el que centrarse. Dime, hay algo más de lo que
necesariamente debamos ocuparnos hoy. Apuesto a que ya tenías prevista la tarea
con la que ponerte ahora.- comentó con una sonrisa.
-Ahora bueno.. Si.- confesó Inés.
En tono de niña pillada en falta.- La verdad es que tenía pensado empezar a
preparar la documentación, de las pólizas que vencen el mes que viene. Con
vistas a adelantar ese trabajo y dejarlo apunto. El lunes a penas si tiene un
par de citas en la agenda. Así que igual usted podría repasarlo todo
tranquilamente. Luego solo tendría que indicarme cuando empezar a concertar
citas.
-Lo ves eres un sol. Pero sabes
que te digo. Que el lunes ya habrá tiempo para eso. Ea está decidido. Creo que
por hoy las tres hemos cumplido de sobra, nos merecemos un descanso.- decidió.
Acariciándose el vientre con una media sonrisa. –Por favor recoge las cartas de
mi mesa y échalas al correo. Asegúrate de que no he dejado nada por el medio.
Luego puedes conectar el contestador y cerrar. Nos vemos el lunes.- se despidió
camino de la puerta.
-Gracias, que tenga un buen fin
de semana- le deseó Inés. Gratamente complacida de poder salir antes. El
inesperado tiempo extra le iba a venir de perlas. Se dijo, mientras veía salir
a la jefa Le tenía echado el ojo a un vestido que había visto en una tienda
cercana. Así que al salir esta tarde, había pensado acercarse para probárselo.
Algo le decía que le iba a sentar divinamente. Si finalmente era así, ahora con
el tiempo extra incluso puede que tuviera ocasión de buscarse unos zapatos para
completar el conjunto. Pensó satisfecha levantándose rápidamente y entrando en
el despacho.
Sobre la mesa un par de carpetas
eran lo único que quedaba por guardar, comprobó colocándolas en el archivador.
El ordenador estaba apagado y la papelera vacía así que no había nada más. Esta
mañana la jefa había vuelto muy contenta de su visita a la ginecóloga. Pero al
regresar después de comer la había encontrado bastante apagada. Pese a que Inés
le había insistido, ella ni siquiera había querido tomarse su habitual infusión
de media tarde. Por lo que tenía entendido no era raro que las embarazadas
sufrieran ciertos vaivenes emocionales. Y más teniendo en cuenta las
circunstancias. Últimamente era bastante habitual verla salir de allí triste y
con signos de haber estado llorando. En más de una ocasión hasta la propia Inés
se notaba como invadida por una extraña e inexplicable desazón. Que la había
hecho pensar en si ella misma no estaría sufriendo algún tipo de estrés
postraumático. Como le había insinuado su prima Estela, muy dada a ejercer como
la psicóloga de la familia De hecho hacia un rato hubiera jurado que le había
parecido oír a la jefa discutiendo con su marido. No era la primera vez que
estando sentada trabajando en su mesa. Tenía la impresión de haber oído algo en
el despacho contiguo. Precisamente aquel en el que se encontraba ahora mismo. Y
que recorrió atentamente con la mirada constatando que evidentemente estaba
todo en orden. Tenía que dejar de escuchar los pseudo diagnósticos de su prima
o acabaría paranoica. Concluyó con un resignado suspiro. Alcanzando las cartas
que perfectamente preparadas estaban en el sitio habitual. Junto al marco de
plata que enmarcaba la foto del pobre Señor Román. Sobre la que sus ojos fueron
a detenerse un segundo. Una vez más, como siempre le ocurría al verla. Volvió a
notar una punzada de nostalgia. Que cruel puede ser la vida, era una historia
tan triste. Pensó Inés forzándose a apartar la mirada de aquella imagen. Aún
que era tarde, el recuerdo de aquellos días había acudido a su mente una vez
más. La odiosa discusión había estallado en aquel mismo despacho. La puerta
estaba cerrada. Pero aun así los gritos fueron subiendo tanto de tono. Que
desde su mesa ella había acabado escuchando prácticamente todo. Doña Marta
había acabado por descubrir que finalmente el señor Román había comprado la
moto. Es más al parecer la tenía ya desde hacía más de una semana. Inés que lo
había sabido por casualidad al tener que pasarle a su jefe un recado del
concesionario. Casi se alegró de que la cosa se descubriera le había prometido
al señor Román guardar el secreto. Pero no le gustaba ocultarle algo así a doña
Marta. La trifulca que se había montado hacía obvio lo fundado de sus temores.
En los casi cuatro años que llevaba trabajando con ellos jamás los había visto
discutir. Y no digamos una pelea como aquella. Había resultado bastante
desagradable. El señor Román estaba furioso pero era la jefa quien realmente
parecía fuera de si. Tras casi media hora de discusión ambos se marcharon cada
uno por su lado dejándola de lo más preocupada. Pasaron unos días muy tensos en
los que ella parecía ser el único vínculo por el que el matrimonio podía
comunicarse. Hasta que de pronto una mañana ambos entraron juntos charlando de
forma muy relajada. Las cosas parecían haberse calmado, la pelea había tocado a
su fin. Había pensado ella encantada de que así fuera. El golpe había llegado
la tarde del día siguiente. Nada más ver la cara del hermano de doña Marta,
cuando este entró preguntando por ella Inés supo que se trataba de algo grabe.
Desgraciadamente ni siquiera podía imaginar cuanto. A menos de doscientos
metros de allí en la rotonda de entrada de la avenida. El señor Román se había
caído con su moto una camión que venía tras el lo había arroyado.
Después de todo lo ocurrido doña
Marta estaba siendo muy fuerte. Su decisión inamovible de trabajar y sacar
adelante el despacho. Habiendo perdido tan bruscamente a su marido. Apenas unas
semanas después de saber que estaba embarazada. No era algo que nadie hubiera
esperado. A su alrededor todo el mundo se había volcado con ella y seguro que
lo harían aún más cuando naciera la niña. Aún así era evidente que lo estaba
pasando muy mal. Con el paso de los meses su ánimo y determinación habían ido
creciendo de forma evidente. Pero también había días en los que como hoy. Su
estado anímico parecía caer de pronto en picado sin más. Trataba de
disimularlo, pero había días en los que a Inés le parecía notarla
ostensiblemente nerviosa y alterada. Tan alterada como solo recordaba haberla
visto el día de la pelea con su marido. Cuando ella le repetía una y otra vez
que la devolviera. Que esta vez estaba segura de que algo malo iba a ocurrir.
La discusión por la dichosa moto aún parecía resonar en las paredes del
despacho. Especialmente las últimas palabras de el, al salir echo una furia.
-Visiones y presentimientos anda
que menuda herencia familiar que le había ido a dejar su abuela.- gritó
ofuscado dando un portazo. Eso era en lo que doña Marta había estado
insistiendo durante toda la pelea estaba segura de que algo malo acabaría
ocurriendo. Lo presentía e intuía. Estaba segura, lo sabía repetía una y otra
vez con la voz desgarrada. El tenía que comprender que no era cosa de broma. Inés
no podía quitarse aquello del pensamiento. Pese a que le había dado muchas
vueltas. Aquel día la determinación y rotundidad de las palabras de doña Marta evidenciaban
que hablaba totalmente en serio. Ella lo presentía. Inés no creía en visiones y
esas cosas. Se dijo una vez más. O mejor dicho no quería creer. Pero de ser
cierto no quería ni pensar en lo horrible que sería para la jefa tener que
vivir con algo así.