La historia de todo el revuelo formado en las últimas semanas con el cierre del tabloide sensacionalista News of the World y escándalo de las escuchas ilegales. Es según parece, uno de los momentos álgidos de un asunto que parece va para largo. Desde luego no hay duda de que la historia tiene todos los ingredientes de una buena película de intriga. Grandes protagonista en la sombra, corrupción, poder, espías y multitud de trapos sucios de toda índole amenazando con airearse a los cuatro vientos.
Mucho se ha hablado y escrito sobre el poder e influencia de la prensa. Pero ver a alguien como Rupert Murdoch, teniendo que ir a dar explicaciones ante el mismísimo parlamento británico. Es sin duda todo un notición. La opinión generalizada es que esta pantomima. -Lo que declaró y nada vienen a ser lo mismo- Es lo más cerca que va a estar Murdoch de que se le exija algún tipo de responsabilidad. La tupida red de cabezas de turco, testaferros y demás compinches. Que se interponen entre el, y el epicentro del escándalo lograran finalmente mantenerle a salvo de pasar otro mal trago. Mal trago al que como apuntan los medios, tuvo que exponerse como mal necesario para poder optar a cerrar un suculento negocio. La absorción por parte de su imperio de una plataforma digital, operación que le puede reportar pingues beneficios. Como se suele decir las penas con pan son menos.
La figura de Rupert Murdoch me recuerda en cierta forma –salvando las distancias- a la de William Randolph Hearst. Ese otro gran magnate de los medios, en el que Orson Welles se inspiro para su celebre Ciudadano Kane. En su tiempo Hearst, al igual que Murdoch en la actualidad. Controlaba un imperio mediático que le otorgaba el poder para influir libremente en cualquier institución, gobierno u opinión publica haciendo de el un personaje intocable. Por lo menos hasta que se estreno Ciudadano Kane. Considerada por muchos como la mejor película de la historia. La verdad es que parece que poco queda por decir de ella.
Lo que me ha echo recordar otra película. Una de esas producciones realizadas originalmente para TV por la HBO, con su habitual sello de calidad y un reparto de lujo. Liev Shreiber, James Cromwell, Melanie Griffith, Brenda Blethlyn, John Malkovich
Una buena película, de esas que inexplicablemente que aquí salvo excepciones, acaban pasando desapercibidas. Producida como digo para TV RKO 281, La batalla por Ciudadano Kane, nos cuenta la historia de las trabas e inconvenientes que hubo de superar Welles para sacar adelante su película.
Según parece la idea inicial de Welles para el personaje protagonista, era inspirarse en la figura de Howard Hughes. –Otro de esos personajes a los que echar de comer aparte- Sin embargo al parecer la vida de Hughes por aquel entonces aún no era lo suficientemente estrambótica –o al menos eso consideró Welles- como lo llegaría a ser años después. Razón por la que finalmente se decidió por inspirarse en Hearst. Alguien con el que en aquellos momentos, nadie hubiera buscado enemistarse. Cosa que no amilano al joven Welles. Quien tras haber triunfado en Broadway, y hecho enloquecer al país con su emisión radiofónica de La guerra de los mundos. Había llegado a Hollywood con la vitola de niño prodigio. Y un contrato con la RKO para realizar tres películas. Tras un año de espera, Welles que seguía sin entregar a los estudios ninguna producción. Hasta que un día es invitado a una cena en casa de Hearst, con quien al parecer acabó teniendo una discusión. Para Welles aquello debió de ser como si le hubiera tocado la lotería. Observar de primera mano el comportamiento del excéntrico magnate rodeado por su sequito de aduladores. Así como la peculiar relación con su amante, la actriz Marion Davies. En su inmensa y decadente mansión repleta de obras de arte. Debió de suponer la concesión de todos sus deseos. Aquella era la historia que estaba buscando con semejante guión el éxito estaba asegurado. Y efectivamente, como sabemos así fue. Aunque como vemos en la película no resulto tarea fácil.