La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







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martes, 21 de febrero de 2012

Esperando a San Valentín ( III final )

-Gracias, que tenga una buena tarde.- dijo la dependienta tendiéndome el ticket con una sonrisa.
- Igualmente.- respondí, y dando medía vuelta salí de la librería resignada a continuar con la espera. Me vino entonces a la cabeza un algo que recordaba haber leído tras los sucesos del 11 S y la posterior guerra de Afganistán. De entre la enorme cantidad de artículos publicados. Me había llamado mucho la atención uno que hacia referencia a cierto sondeo referente el impacto económico que un conflicto bélico solía ejercer sobre los hábitos de las norteamericanas. Al parecer cierto sesudo analista se había parado a analizar ciertos cambios que sus compatriotas femeninas realizaban a la hora de adecuar la economía domestica en tiempo de guerra. Según su estudio entre las cosas en que las norteamericanas tendían a economizar. Los cosméticos ocupaban un lugar apreciable. Era algo pues, en lo que las mujeres buscaban una porción de ahorro domestico. Pero curiosamente de entre todos los cosméticos y productos de belleza que sufrían de esta restricción. Había uno que no solo escapaba a la norma. Si no que se veía claramente reforzado. Las americanas se resistían a prescindir de una buena barra de labios en condiciones y a ser posible de primera calidad. El espíritu del esfuerzo bélico podía llevarse por delante coloretes, sombras de ojos, cremas y de más. Pero el carmín escapaba siempre a esta factura.

La reflexión me hizo pensar que en mi caso los libros sustituían a la barra de labios. Ya podía estar fastidiada mi economía domestica. Que al primer conato de trifulca con Luis había acabado en una librería. De la que salía eso si relajada y con un buen par de libros a los que ya estaba deseando hincar el diente. Claro que en la bolsa con los libros para lastrar a un más mis finanzas, también venía una nueva factura. Una factura en este caso contante y sonante que debería cargarle a Luis. Junto con la extensa factura de pequeños desengaños y decepciones emocionales que me producían sus constantes retrasos. Pensé fijándome en la estilizada figura de la chica de la librería, que al otro lado de la calle hablaba por el móvil paseando inquieta por la acera.
-Si, si, ya se que tenías que ayudar a tu padre con lo del coche. Pero me dijiste que solo te llevaría una media hora así que ya deberías estar aquí-  la oí protestar en tono contrito. Mientras alcanzaba la triste y desangelada playa de almas solitarias en que parecía haberse convertido aquella esquina. Ella se volvió en ese instante hacia mí y nuestras miradas se encontraron.
-Vale, te espero.- dijo resignada. Mientras me dedicaba un leve gesto de saludo que correspondí de igual forma. -Que si pesado que te quiero.  Venga Carlos por favor no seas tonto.- protestó contrariada en tono quejumbroso.-Vale, un beso.- claudicó finalmente -Pero solo uno y más te vale estar aquí cuanto antes.- advirtió reaccionando en un último momento.
En tanto mi teléfono también cobraba vida. Al parecer me había llegado el turno de las buenas palabras y las disculpas improvisadas. Pensé descolgando sin mucho entusiasmo. Antes de caer en la cuenta de que también podía tratarse del aviso de un nuevo retraso.
-Por tu bien espero que ya estés de camino.- espeté en un tono desabrido. Provocado por el temor de mi último y funesto presentimiento.
-Que si mujer, caray que genio. Precisamente eso era lo que quería decirte.- protestó Luis a la defensiva- Hay algo de retención pero estoy de camino. Aunque pensándolo bien la verdad no tengo muy claro que sigas queriendo verme.- añadió. En un estudiado tono lastimero, del que solía echar mano en estas situaciones. El muy gandul se las sabía todas, pensé con un suspiro entre cabreado y resignado. Al menos ya había salido no había más sorpresas imprevistas.
-No seas trasto, que es la menda quien esta aquí plantada esperando mientras se congela.- recriminé algo menos expeditiva.- Estoy por dejarte escritos mis protestas y reniegos. Por si cuando llegues resulta que me he convertido en una especie de momia de hielo. Como la de ese hombre prehistórico que encontraron en un glaciar austriaco.- añadí con ironía, haciéndole reír. Si al final la cosa parecía que iba a arreglarse. Tampoco había por que ponerse demasiado bordes.
- Vale, ya se que la falta de riego en el cerebro puede producir alucinaciones.- aceptó el con resignación -Pero en tu caso esa teoría no sirve puesto que es sabido que estas loca. En fin prometo llegar lo antes posible, un beso.
-Bueno, supongo que tendré que conformarme.- acepté mientras se cortaba la comunicación. Unos metros más allá con expresión aterida y las manos profundamente hundidas en los bolsillos del abrigo. La chica me dedicó una desangelada sonrisa. La pobre debía estar congelada pensé. Mientras un escalofrió me recorría la espalda al recordar el exiguo vestuario que portaba bajo el abrigo.

Reparé entonces en la presencia de un nuevo recién llegado a la esquina de los que aguardan. No había duda, comprobé reconociendo en su expresión contrariada y aire de desconcierto. Las señales inequívocas que le convertían en el ¨afortunado¨ numero tres. Por lo menos esta vez se habían intercambiado las tornas. Pensé satisfecha cruzando una mirada cómplice con la chica que me respondió con un gesto de asentimiento y una mueca divertida. Mientras observábamos el abrumado gesto de decepción del desconocido al constatar finalmente que le iba a tocar esperar. Enhorabuena, bien venido al club. Cinco minutos, cuatros comprobaciones de reloj y dos intentos de llamada sin respuesta después. Estaba claro que a nuestro impaciente y desconcertado compañero de espera. Le faltaba aún mucha experiencia para sobrellevar este tipo de situaciones. Al menos los hay que tropiezan con la horma de su zapato. Parecían decir las sonrisas con las que la chica y yo observábamos sus contrariados manejos. En aquellos momentos el podía estar pasando por nuestra misma situación pero no había lugar para la compasión. Su espera jamás sería comparable a las nuestras. Simplemente hoy le tocaba probar un poco de la medicina a la que “su bando” era tan aficionado.
Quizás fueran precisamente nuestro inmisericorde regocijo y falta de consideración. Lo que propicio que su pareja una sonriente muchacha con un embarazo incipiente. Apareciera justo en ese preciso instante cargada con unas bolsas que el solícito, se apresuro a arrebatarle. Cinco minutos de espera aquello no era un retraso y encima a una embarazada a la que ni siquiera se le podía tener en cuenta. Pensé mirando a mi compañera de fatigas y haciendo un gesto de resignado fastidio. Estaba visto que hoy con nosotras, la vida había decidido ser especialmente injusta. Comprendí sintiendo un arrebato de contrariada melancolía. En tanto un aguerrido motorista ocupaba el sitio dejado por el coche de la feliz pareja.
-¿Qué guapa? ¿Te llevo?- propuso el recién llegado quitándose el casco. Mientras le dedicaba una cautivadora sonrisa a mi desprevenida compañera de espera. Quien le contemplaba atónita con el rostro demudado por la impresión.
-Carlos- acertó a articular la pobre tras unos segundos de pasmada incredulidad.
-¡Sorpresa¡- anunció el chico señalando la moto visiblemente satisfecho. -¿Qué te parece? ¿No es alucínate?- añadió desmontando y yendo a abrazarla. Para atraerla hacia su nueva y reluciente cabalgadura.
  -¿Pero tu, tu dijiste? ¿El coche?- interrogó ella sin dejar de contemplar la moto con expresión horrorizada. Con la que no pude menos que sentirme totalmente identificada. Un paseito en moto en un día como hoy y en sus circunstancias, menuda idea. Pensé compadeciéndome de la pobre chica. La ilusión y el entusiasmo con que ella había preparado su sorpresa iba a quedar congelada en cuanto se subiera aquella especie de maquina infernal. Por que ellas siempre se tenían que estar temiendo. Que las sorpresas que se les pueden ocurrir a sus parejas raramente acabaran encajando con lo que ellas esperaban de ellos.
El sonido de un claxon me sacó de mis cavilaciones. Al fin me dije frunciendo el ceño con un mohín de estudiado disgusto. En respuesta a la andanada de besos que Luis me enviaba mientras acercaba el coche a la acera.
-Soy culpable, perdonadme alteza concededme clemencia.- proclamó saliendo del coche agitando un pañuelo blanco en señal de rendición.
-Menos cuentos, caperucita. Lo que eres es una calamidad.- recriminé arrebatándole el pañuelo y dejando que me besara.
-Si, vale tienes razón lo soy. Pero te quiero muchísimo.- aseguró abrazándome zalamero.
-Claro y eso esta muy bien pero que tal si eso me lo sigues diciendo en otra parte. Sácame de aquí estoy helada.- solicité en tono perentorio.
-Hecho, sus deseos son ordenes.- aceptó haciéndose a un lado y cediéndome el paso hacia el coche.
-¿Has visto? ¿Ese juguete debe de ser una verdadera gozada?- dijo echando un vistazo a la moto. A la que su orgulloso propietario ayudaba a subir a su resignada acompañante.
-Si bueno, creéme hoy no es un buen día para ir en moto.- aseguré en tono enigmático. Mientras mi mirada se encontraba con la de la chica. Ajenos a todo mi Luis y su Carlos siguieron a lo suyo mientras con gesto solidario nosotras aprovechábamos para despedimos. Ella con una sonrisa resignada yo con un guiño cómplice.

9 comentarios:

Cecy dijo...

Linda historia, la mirada de ambos, cada cual con sus cosas, al final es San Valentin, aunque se preparen de distinta manera, el beso seguro es con el mismo amor...

Ah! esta vez, leí todo seguido, nada de quedarme con las ganas. jaja

Un abrazo!

Doctora Anchoa dijo...

Me ha gustado la historia, y me ha parecido súper realista XD.

Layna dijo...

Ohhh que bonito! y en tres partes!! me ha gustado mucho el personaje femenino protagonista.

Trini Reina dijo...

Al menos aparecieron, ya eso es un regalo:)

Cuando me enojan, suelo comprar libros, para vengarme:)

Saludos

juan andrés estrelles dijo...

Gracias Cecy. Me alegro de que te haya gustado y puedas haberlo leído de un tirón. Besos.

Gracias Doctora. En ocasiones plasmar simplemente la realidad ya supone una historia en si misma. Un beso.

La verdad Layna es que a mí también me ha gustado mucho darle vida. Me alegro –por decirlo de alguna manera- de haberlo tan próximo y real. Un beso.

Confieso Trini que lo de perderse en las librerías, es uno de los rasgos propios que le he cedido al personaje.

Explorador dijo...

Una historia romántica real, y no de estas que se han puesto de moda que no se las cree nadie :)

Un saludo ;)

Recomenzar dijo...

Juan Bello tu texto tus letras bailan lameando tus pensamientos Me encanta tu dibijito !!!!dale animate y pone tu cara como yo!!!!!!!!!!!!!!

juan andrés estrelles dijo...

Gracias Explorador.

Lo siento Recomenzar pero la foto…Tal vez más delante.

Andrea dijo...

paso a dejarte un saludo enorme! gracias por dejar una huellita en mi blog! con más tiempo termino de leer la historia! saludos!