La verdad es que no sabría decir por que decidí crear este blog. Lo más sencillo, sería reconocer que siendo el escribir historias algo que siempre me ha gustado. La posibilidad de exponerlas para que cualquiera pueda leerlas me incentivó a tomar la decisión. Sea como sea, esta resultando una interesante experiencia, un atractivo divertimento del que quiero hacer participe a todo el que guste.







Para cualquier sugerencia, crítica u opinión.






jaestrelles@gmail.com






























jueves, 27 de enero de 2011

GRACIAS POR FUMAR

Comencé a redactar este largísimo post –creo que me he pasado cuatro pueblos- a principios de Enero. Antes de que las vacaciones y la gripe con que la acabe pasando estos días de descanso. –Y que ya comente en el post anterior- Paralizaran por completo mis ganas de escribir. Pero ahora tras conseguir terminarlo. Decidí no cambiar el encabezamiento y publicarlo como estaba desde el principio.  


Gracias por fumar

Trabajo en el sector de la hostelería con lo que ya os podéis imaginar como están siendo estas últimas semanas, repletas de reservas que atender. Que si cenas y comidas de empresa, reuniones familiares, encuentros de amigos. Y para rematar cena de fin de año que todo hay que decirlo resulto un completo éxito. En definitiva un agotador carrusel de actividad. De la que no me voy a quejar ni mucho menos. -Que no esta la cosa como para protestar por el trabajo.- Aunque eso si, he de que admitir que estoy para el arrastre. Pero hay que hacer un último esfuerzo y rematar esta primera semana del año. Que los reyes llegan a las puertas del fin de semana y la cosa se presenta animada.  
Para acabarlo de arreglar a partir del día dos entró en vigor la nueva ley del tabaco. Lo que a todos los que trabajamos en el sector nos trae con la mosca detrás de la oreja. No soy fumador por lo que mi inquietud no viene por ese motivo. Lo que me inquieta  aparte de la repercusión que la norma pueda tener sobre la afluencia de clientes. Son las actitudes con las que van a reaccionar ante la situación y como puedan afectar a mi trabajo. El papel de supervisor del cumplimiento de la ley me repatea. Llevo muchos años de cara al publico y se de lo que hablo. Por mucho que te apliques en dar un buen servicio. Un cliente quisquilloso puede ocasionarte muchos quebraderos de cabeza. Y si encima ahora se ve afectado por el tema del tabaco. La cosa puede ponerse realmente difícil.

A vueltas con todo esto me ha venido a la cabeza una buena película que vi hace un par de años y de la que tomo el titulo del comentario. www.filmaffinity.com/es/film803212.html La sociedad Norteamericana -Tan contradictoria ella para según que cosas.- hace años que enarbolo la bandera de la restricciones al consumo de tabaco. Presionando y acosando al lobby de la industria tabaquera al durante tantos años se le había dado manga ancha y barra libre. Pero que un buen día pasó a convertirse en el malo de la película. El argumento de Gracias por fumar retrata las andanzas de un alto ejecutivo de las tabaqueras –Fantásticos sus comentarios ejerciendo de narrador.- en su lucha contra la presión, las restricciones y demandas con las que se enfrenta la industria. Aunque ofreciendo una visión que incluye otros sectores puestos en cuestión armas, alcohol. La película se centra en le tabaco y los tejemanejes que en su momento la industria llevó acabo para alentar el consumo. Así como en la posibilidad de intentar sortear las limitaciones para publicitar el producto y generar su aceptación y demanda. La opción de recurrir al cine como ya se hizo en el pasado. Se presenta como una posibilidad de lo más lógica. -Son incontables los inolvidables momentos de los grandes clásicos del cine en los que esta presente un cigarrillo.- El celuloide y sus estrellas marcan tendencias y el mensaje alcanza a las masas.  

Aunque ofreciendo una visión que incluye otros sectores puestos en cuestión armas, alcohol. La película se centra en le tabaco y los tejemanejes que en su momento la industria llevó acabo para alentar el consumo. Así como en la posibilidad de intentar sortear las limitaciones para publicitar el producto y generar su aceptación y demanda. La opción de recurrir al cine como ya se hizo en el pasado. Se presenta como una posibilidad de lo más lógica. -Son incontables los inolvidables momentos de los grandes clásicos del cine en los que esta presente un cigarrillo.- El celuloide y sus estrellas marcan tendencias y el mensaje alcanza a las masas.   
                                       

Se nos dice en la película, eso sí, que la cosa no es tan sencilla. Las actuales estrellas están firmemente identificadas y comprometidas con las causas sociales. Verde es vida, cero polución, energías limpias, comercio justo y claro esta poco alcohol, nada de tabaco. –Recordemos las armas allí son un derecho constitucional. Así que por ahí la cosa es más difusa- Por lo que en la película se nos da a entender. La historia de rodar -valga la redundancia- una película ambientada en la actualidad y protagonizada por dos superestrellas. En la que la presencia del tabaco resulte plenamente explicita. Parece complicado que termine cuajar. ¿Es realmente así?

La historia es original y entretenida. A mí me gusto. Pero analizándola aún sin mucho detenimiento. Te das cuenta rápidamente de que el mensaje que transmite no es ni mucho menos claro y diáfano. La crítica y condena del tabaco se aborda de una forma ciertamente velada. Pues aunque se reconocen sus efectos perjudiciales y se muestran las maniobras llevadas acabo para sortear las presiones al sector tabaquero. El mensaje que nos envía el avezado protagonista.-Y los guionistas- Es una apuesta por la libertad para elegir aquello que quiere hacer, pensar o sentir. Que todo individuo debe hacer suya y defender a ultranza. El consabido sentimiento americano de apostar por la libertad de oportunidades y la iniciativa particular. Llevado a una visión muy particular de cómo encarar la cuestión del tabaco y lo que le rodea. Dejemos que cada uno decida por si mismo. Si señor…

Claro que pensándolo bien. Hoy en día esa posibilidad de libre elección. ¿Es realmente una opción totalmente libre? No recibe acaso todo tipo de estímulos para ser influenciada, dirigida y en definitiva manipulada. Vivimos expuestos a todo tipo de influencias externas. Que nos llegan a través de nuestra relación con el entorno. Las modas del momento sea cual sea el sector que elijamos. –Música, literatura, estilismo, aficiones- Condicionan nuestras posibilidades de elección. La publicidad nos alecciona a conciencia sobre todo lo que necesitamos –Por que claro esta nos es imprescindible- para nuestra existencia.

Confieso que soy un gran aficionado al cine y a las series de televisión. -En otro momento seguro que acabo escribiendo sobre esto.-Y paradójicamente la que estoy viendo últimamente es Mad Men. Apuesto a que los que conozcáis la serie ya habéis caído en la paradoja del asunto. Para los que no, un breve –es una forma de hablar-resumen.

                                       
Ambientada a principios de la década de los sesenta. Mad Men se desarrolla su trama sobre las vidas y andanzas de los directivos y empleados de una agencia publicitaria y de sus familias. La historia es muy buena y todo en la serie esta cuidado al más mínimo detalle. Ambientación, guiones, vestuario, una gozada de serie para disfrutar. Que se ha hecho acreedora de tres globos de oro, nueve premios Emmy y del amplio reconocimiento de crítica y publico. El éxito ha llevado a sus protagonistas a ocupar portadas en revista y artículos prensa. Se han ganado el reconocimiento del público que quiere conocerlos y saber todo de ellos. Son la nueva sensación, guapos, elegantes triunfadores. Precisamente todo aquello a lo que aspiran y buscan los personajes que interpretan en la serie.
                                                            

                                


Claro que como ocurre con todo hoy en día la cosa siempre va un poco más allá. Mad Men es una de las serie de moda y es precisamente en este mediático sector. Donde –como no- la estética de Mad Men esta irrumpiendo con fuerza. He podido encontrar algunos artículos relacionados al respecto. Que enumeran la lista de creadores y marcas reconocidas. Que apuntándose al tirón mediático ya ofrecen al publico toda una serie de artículos con la estética de la serie. Abrigos, trajes, zapatos, bolsos, complementos, incluso peinados. Los sesenta han vuelto. La refinada y estética elegancia de los atuendos que las protagonistas de la serie nos desfilan en la pantalla. Ilumina la inspiración de unos diseñadores deseoso de satisfacer los deseos del publico.

                

A todo esto y como apuntaba al principio. La serie transcurre principalmente en una agencia de PUBLICIDAD. Donde vamos viendo –y entendiendo- como funcionaba ese mundo ya en aquel entonces. Estrategias de venta, estudios de mercado análisis sobre sectores de población a los que dirigir el producto. Todo se tenía –como ahora- en cuenta. Incluso la evolución de los  argumentos y las tramas de programas y seriales televisivos. En cuyos espacios publicitarios se insertaba el anuncio más apropiado. Se nos dice pues cual es la estrategia más apropiada a seguir según el producto, el sector en que se publicita y el tipo de gente a que va dirigido. Todo eso, mientras seguimos las andanzas de unos personajes que nos pasean por lo que eran la sociedad y la vida de aquel entonces. Con sus coches impresionantes, sus modelitos, sus prejuicios, virtudes y defectos. Un documentado reflejo de la sociedad de aquel entonces. En la que la discriminación racial estaba presente, el acoso sexual tolerado y los vicios –o al menos lo que hoy se consideran como tales-  formaban parte del estilo de vida. Los personajes de la serie beben y fuman como descosidos. Para ellas es una forma de igualarse a los hombres. Para ellos esta en su naturaleza y también forma parte de su trabajo.

De hecho en las primeras escenas de la serie. El protagonista, de copas en un bar, logra dar con un eslogan para… una marca de cigarrillos. Encender un cigarrillo es una de las acciones más repetidas por January Jones, la actriz que encarna a la esposa del protagonista. Genial esa escena en que la esta limpiando la nevera. Bandeja y paño en el suelo para recoger el agua del congelador. Mientras toma una copa de vino y por supuesto fuma. Es también su pose más repetida en gran cantidad de imágenes que podemos encontrar.
                                      

No quiero decir con esto que la idea de los guionistas y productores de la serie. Sea organizar una campaña publicitaria encubierta –y fantásticamente elaborada-  de alcohol y tabaco. Las acciones de los personajes de la serie atienden únicamente a la forma de comportarse de aquel entonces. Pero indudablemente el éxito de la serie y marca tendencias. Sus personajes son estrellas que atraen al público. Y el público imita, copia, sigue, las referencias de estas tendencias y de quienes les ponen caras. La serie no esta dirigida al público adolescente más dado a identificarse con sus ídolos. Si no a un público adulto. En teoría más consciente y convencido de lo que quiere. Capaz de decidir como comportarse y relacionarse, que comprar o consumir. Personas en definitiva perfectamente capacitadas para decidir por ellos mismos. Sin tener que sentirse influidas por algo en concreto. Justamente idéntica reflexión a la de Gracias por fumar.

                                   
                                               

                                     

martes, 25 de enero de 2011

Regreso

Hoy tocaba volver al trabajo tras dos semanitas de vacaciones. De las que me he pasado ocho días peleándome con un gripazo de pronóstico que me dejo para el arrastre. –Menos mal que no tenía previsto ninguna escapada- Y del que todavía arrastro una tos molesta y un carraspeo que me traen frito.
Para acabarlo de arreglar -como no- ha sido una mañanita movida. Comprenderéis que tenga ganas de que el día pase cuanto antes.  Mientras espero ir recuperando la normalidad y estabilidad. Que más que nos pese en ocasiones. Nos proporciona el trabajo y sus horarios. Tengo pendiente publicar una entrada que empecé junto con las vacaciones y que se quedo como estas “acatarrada”. Pero entretanto no me resisto a publicar esto aún que solo sea por dar señales de vida. Un abrazo a todos.

martes, 18 de enero de 2011

EL REGALO

Siempre le pasaba lo mismo. Decididamente lo de hacer regalos no era lo suyo. Pues fuera quien fuera el destinatario del obsequio el nunca tenía ni idea de que regalar. En principio la opción – tantas veces socorrida - de salir a dar una vuelta y mirar de encontrar algo que le pudiera sacar del aprieto. Se le antojo la solución ideal al problema. De todas formas como su madre solía decir, el era un comprador impulsivo. Hoy sin embargo no estaba siendo su día. Pues tras pasar más de media tarde dando vueltas por las tiendas del centro empezaba a desesperarse. La tienda de punto, en donde las Navidades pasadas había encontrado aquel magnifico chal para su hermana, constituía ahora la última opción posible. Fue mientras se dirigía hacia allí cuando se fijo en la pequeña platería pegada a la sala de municipal de exposiciones. Era la primera ocasión en que reparaba en la presencia del coqueto escaparate, en donde sobre una serie de bandejas de terciopelo azul. Se alineaban toda suerte de objetos de decoración realizados en plata, algo así no entraba en sus planes. Pero entonces descubrió un puñado de anillos, expuestos en un pequeño cofre que hacía de joyero. Fue como una revelación, y llevado por uno de  aquellos impulsos suyos se dirigió hacia la puerta y sin más entró.
Comparado con la impresión que ofrecía desde fuera. La tienda le pareció bastante grande una vez se encontró en el interior. Donde un hombre grueso, embutido en una gabardina gris y una anciana de aspecto menudo. Estaban siendo respectivamente atendidos por un par de diligentes dependientas. La verdad es que la decoración y el ambiente, le recordaron al instante a una de esas tiendas de antigüedades que a veces salen en las películas. Solo que al viejo y misterioso propietario que en estos casos regenta el local. Aquí no se le veía por ningún lado, y tras el mostrador acristalado, las chicas parecían un tanto fuera de lugar. De todas formas puede que después de todo entrar hubiera sido una perdida de tiempo. Pensó echando un vistazo a una vitrina cerrada en la que se exponían una docena de figuras de hermosa factura.
  -¿En qué puedo ayudarle? – Le preguntó una de las dependientas, viniendo hacia el cuando acabó con el señor de la gabardina. Que salía en aquellos momentos musitando un hasta luego.
-Esto, vera quisiera ver un anillo. – Empezó a decir en tono dubitativo incomodado por el tratamiento.
-Los del escaparate. – Se anticipo ella esbozando una sonrisa comprensiva. – Un momento y le enseño los muestrarios.- Añadió indicándole que se acercara al mostrador. Donde su compañera empaquetaba cuidadosamente una tetera para la anciana.
El anillo en forma de flor que destacaba en el centro de la bandeja le llamó la atención nada más verlo. Pues supo al instante que era exactamente aquello que estaba buscando. Pero la sortija con el corazón en relieve, que la dependienta le mostró sacando un nuevo muestrario. Era una autentica pasada. A Irene le gustaban las sortijas y aquella resultaba muy original. Ya casi podía imaginar la sorpresa que se llevaría al verla, alucinaría.
-¿Es bonita verdad?- Dijo la chica viendo como el la observaba con detenimiento.
- Si que lo es – Admitió el tomando el anillo y comparando ambas piezas. Olvidándose por completo del resto. Estaba claro que la elección quedaba entre aquellas dos.
- Esas son sin duda las mejores. Aunque si quiere, puedo mirar si queda otro muestrario para que tenga más opciones.- Comentó ella en tono servicial.- No tiene por que precipitarse, no hay prisa.- Aclaro.
- No, no será necesario – Aseguró el con tono decidido, dejando el anillo.- Me quedo con la sortija.- Dijo satisfecho con la elección.
- Perfecto pues, ya vera como no se arrepentirá. Se lo aseguro.- Dijo la dependienta buscando con la mirada la opinión de su compañera, que acababa de despedirse de la anciana.
-Es una sortija muy bonita.- Confirmó la otra con vehemencia. Acercándose para hacerse cargo de guardar los muestrarios, mientras su compañera metía la sortija en un estuche que a continuación envolvió en papel de regalo.
- Bien aquí tiene, son cinco mil doscientas – Dijo la chica una vez tubo listo un paquete la mar de mono. Por suerte finalmente las cosas se habían arreglado. Pensó mientras salía de la tienda guardándose el ticket.
Llegó a casa cansado de tanto caminar, pero satisfecho por el resultado de la compra. En principio aquello se salía un tanto de sus previsiones. Puede que aquel fuera un regalo muy directo pensó atribulado. Mientras repasaba los apuntes, intentando en vano concentrarse en los estudios. A lo echo pecho, decidió convencido mientras se metía en la cama después de cenar. Ansioso por consumir rápidamente las horas que faltaban para volver a verla. Solo podía pensar en dormir para despertar cuanto antes y afrontar el nuevo día.
No consiguió dormir tranquilo. Pero sorprendentemente se levantó fresco como una rosa, y nada más salir de la cama sus ojos buscaron el paquete que la noche anterior había dejado sobre el monitor del ordenador. Olvidarlo sería un error imperdonable pensó guardándolo en el bolsillo de la chaqueta antes de ir al baño. Después dio comienzo a la rutina diaria y por primera vez en muchos años llegó a clase total mente despejado. Hoy no les coincidía la clase, lo cual le pareció un alivio. Pues tenerla cerca sin poder entregarle el regalo hubiera supuesto un suplicio. De hecho conforme fue trascurriendo la mañana. Cada vez tenía que resistir la tentación de meter la mano en el bolsillo y acariciar el paquete. Tratando de imaginar como sería el momento en que ella finalmente lo viera. La ansiedad le estaba devorando. Pero como todo acaba por llegar, las clases llegaron a su fin y el pudo entonces salir a su encuentro.
La primera vez que la vio al empezar el curso. Fue en secretaría, plantada frente al tablón de anuncios donde un plano del edificio servía para orientar un poco a los nuevos que como ella andaban algo perdidos. La distinguió entre el barullo general de gente que iban de un lado para otro saludándose tras el periodo vacacional. Realmente fue un autentico flechazo y desde el mismo momento en que se la presentaron en clase de Historia, conectaron. Después de aquello ya no pudo quitársela de la cabeza. Nisiquiera, hubo de buscar un pretexto para poder acercarse a ella de forma habitual. Pues además de coincidir en clase, resultó que tomaban el mismo autobús para regresar a casa por las tardes. Aquello si era un golpe de suerte.
Como adivinando sus intenciones hoy no solo no le hizo esperar. Si no que la encontró aguardándole junto a la fuente de la entrada, cargada con una gruesa carpeta y hablando con el pelma de Emilio. Uno de los delegados de clase, que desde que fuera elegido se creía ministro de la presidencia. Por la expresión de alegría que adivino en sus ojos, mientras con un rápido quiebro se deshacía de el plomo. El supo al instante cuales iban a ser sus primeras palabras.
-Podrías haberte dado más aire- Le recrimino con una abierta sonrisa, mientras se acercaba. Estaba espléndida con aquel conjunto vaquero y el sintió que le temblaban las piernas.
-Anda dame esa carpeta y deja de protestar, que se te veía muy contenta con la compañía.- Respondió el en tono mordaz, que ella intentó rebatir al instante con una mirada airada, que no paso de ahí. Aquel sin duda no era el lugar más indicado, pero viéndola con aquella expresión tan adorable ya  no se pudo aguantar ni un minuto más.
- Feliz cumpleaños.- Dijo en tono triunfal, mientras sacaba el paquete del bolsillo. Satisfecho por la espontánea reacción de sorpresa que se dibujo en el rostro de ella. Se quedo estupefacta y el tubo que hacerse con la carpeta, antes de volver a tenderle el regalo.
- No tenías por que.- Dijo Irene reaccionando al fin, mientras abría el paquete con ansiosa curiosidad.
- Es preciosa- Susurro contemplándola embelesada.
- Venga, póntela a ver que tal te queda.- Dijo el orgulloso del momento, mientras ella atendía su petición.
- Eres un tonto esto es demasiado y no tenías por que hacerlo.- Insistió Irene sin demasiada convicción mientras comprobaba que la sortija se le ajustaba a la perfección, como echa a medida.
- Si tenía y además me apetecía muchísimo.- La interrumpió el intentando tragarse el nudo que se le estaba haciendo en la garganta. No sabía que decir ni hacer se sentía como bloqueado.
Pero entonces el coche blanco se detuvo junto a la acera, haciendo sonar suavemente el claxon, y la cara de ella volvió a demudarse por la sorpresa.
- Iván – Gritó dando un salto de alegría. Antes de precipitarse hacia el sonriente pelirrojo que acababa de salir del coche, y la esperaba con los brazos abiertos. Sin cortarse un pelo Irene lo beso con pasión. Jaleada por dos chicos que acompañaban al afortunado Iván. A Irene se la veía radiante y tras escuchar una versión acelerada y desafinada del cumpleaños feliz. Vino hacia el con expresión satisfecha.- Disculpa - Susurro recuperando su carpeta al tiempo que le plantaba un par de sonoros besos. Fue el principio del fin. Hoy no volvería en autobús, le explico en tono apresurado. Unos amigos le habían organizado una fiesta sorpresa y su novio había pedido libre para poder ir a buscarla.
-Nos vemos mañana ¿Vale? Te debo una eres un cielo.- Dijo dándole otro beso y revolviéndole el pelo con gesto cariñoso. Antes de correr a meterse en el coche donde la aguardaba un cálido recibimiento.
-Su novio- Pensó el viendo desaparecer el coche calle arriba. Ella nunca había hablado de un novio, mientras trabajaban organizando la biblioteca, compartían el autobús de vuelta o charlaban tranquila mente entre clases. Claro que pensándolo bien. En todo este tiempo, ella apenas le había echo un par de comentarios triviales sobre su vida privada. El había estado demasiado pendiente de hablar de si mismo, como para darse cuenta de eso o simple mente no se atrevió a preguntar. Desde luego, aquello si era lo que se dice un chasco monumental. Pero de todas formas cuando tienes trece años y te enamoras de tu profesora de Historia. Corres el riesgo de que te ocurran estas cosas.

lunes, 3 de enero de 2011

VODEVIL

Desperté sobresaltado y sudoroso. Con el corazón latiéndome desbocado en el interior del pecho y la respiración agitada. Noté además la frente bañada en un sudor frío que empapaba mis cejas. Mientras mi mano se precipitaba al instante en busca del interruptor que presione con urgencia. La luz inundó entonces la habitación rebelando lo inofensivo de las amenazadoras sombras que se habían cernido sobre mi al abrir los ojos en la penumbra del dormitorio. Acababa de sufrir una de esas horribles pesadillas que te asaltan de improvisto. Convirtiendo un sueño placido y reparador, en la más dramática de las experiencias. Aun que como por otra parte suele ocurrir en estos casos, su recuerdo ya empezaba a difuminarse rápidamente en mi memoria. Borrando los detalles más escabrosos y que con tanto realismo y nitidez acababa de sufrir. Antes de que la brusca interrupción de este intranquilo letargo me devolviera a una realidad a la que en la pesadilla, había tratado inútilmente de regresar una y otra vez. Eran poco más de las seis de la mañana descubrí echando un vistazo al despertador. Mientras sentado en la cama aguardaba pacientemente a que el pulso y la respiración se me fueran normalizando. La pesadilla no era ya más que un amargo y deslavazado montón de recuerdos. A los que por mas que lo intentara no lograba encontrar explicación alguna. Cosa que en honor a la verdad tampoco es que me preocupara en exceso. No era la primera vez que me ocurría, así que lo mejor sería ir pensando en algo más practico. La tensión y el esfuerzo del sueño me habían consumido las fuerzas, tenía hambre. Lentamente salí de la cama y cubriéndome con el batín fui a la cocina.

El pedazo de tarta de manzana que había sobrado la tarde anterior me supo a gloría y decidí acompañarlo con un buen vaso de leche y un chorrito de coñac para templar el animo. Después de aquello me encontré totalmente despejado e incapaz de volver a conciliar el sueño. La idea de madrugar un Domingo me remordía la conciencia y más con el frío que estaba haciendo en la calle. Lo mejor sería matar el tiempo viendo la tele o leyendo alguna revista. Hasta que fuera una hora más razonable para bajar a por el periódico. Pensé regresando a la habitación y encendiendo el televisor. No hubo suerte la programación era un asco y me canse en seguida. Las revistas tampoco prometían resultar demasiado útiles, tendría que probar con un libro. Tenía varios recién comprados no perdía nada con intentarlo .Fue entonces cuando oí el frenazo, seguido del inconfundible sonido de un faro al hacerse pedazos.

Acababa de levantarme de la cama para elegir con que libro entretenerme. Cuando el ruido del choque me hizo acercarme a la ventana y concentrarme en lo que ocurría en la calle. Vivo en un segundo piso, por lo que dispongo de una panorámica privilegiada que se presentó ante mí cuando descorrí ligeramente la cortina para echar un vistazo. El autor del desaguisado resultó ser un aparatoso Crisler Lexus que a la hora de aparcar no debía haber calculado bien las distancias. Reconocí entonces a su propietario - un vecino del edificio de enfrente- que saliendo del coche examinaba contrariado los desperfectos. El faro delantero izquierdo había quedado echo cisco tras embestir un contenedor de basuras. El hombre un cincuentón fornido y de cabello plateado estaba muy excitado. Aun que su actitud no parecía tener nada que ver con el incidente del faro. Intuí viendo como olvidándose del coche  avanzaba hacía la entrada del edificio. Lanzando rápidas miradas hacia la fachada, como esperando que algo ocurriera. Sin embargo no parecía que aparte de mí, nadie en el vecindario se hubiera apercibido del incidente. Todo permanecía tranquilo y silencioso sin asomo de curiosos. Hasta el momento en que el hombre entró en el portal dando un portazo. Fue como si se tratara de una señal para una esperpéntica puesta en escena.

Las luces se encendieron en el apartamento del segundo piso que quedaba justamente en frente del mío y donde una febril actividad parecía adivinarse, a través de las cortinas echadas. Aquel edificio es gemelo del mío construidos simétricamente uno a cada lado de la calle. Por lo que en unos segundos deduje, que las ventanas iluminadas debían corresponder al dormitorio y a una especie de sala de estar contigua. Eso en el supuesto de que no se hubiera alterado la distribución original del apartamento. No tuve tiempo de plantearme más conjeturas. Puesto que en ese instante se abrió una ventana corredera y un hombre desnudo salió precipitadamente al balcón. Viendo aquel tipo acorralado en tan absurdas circunstancias comprendí al instante lo sucedido. El marido les había pillado infraganti y al adultero no le quedaba la más mínima oportunidad de huir. Pense viéndole revolverse con expresión decidida buscando como salir de allí. Dicen que la determinación de algunas personas las hace capaces de todo y aquel tipo parecía ser una de ellas. Sin pensárselo dos veces, pasó una pierna por encima de la barandilla y tras asegurarse de que resistiría su peso empezó a descolgarse por ella. Viendo sus manejos apunto estuve de asomarme para intentar disuadirle, temiendo que pretendiera saltar. Pero no era esa su intención comprendí. Cuando agarrado a la base de la barandilla, con el cuerpo pendiendo en el vacío. Se contorsionó un par de veces intentando tomar algo de impulso. Antes de dejarse caer al balcón del primer piso.
-Jodido cabrón – Musité asombrado cuando logró su objetivo. Segundos antes de que el verdadero cabrón, o sea el tipo del Lexus. Apareciera en su balcón con expresión desconcertada. Vamos la que corresponde a todo cornudo burlado en sus propias narices. Bajo sus pies, el improvisado escapista  se mantuvo inmóvil –rezando imaginé – para que al viejo no se le ocurriese asomarse al piso inferior. O que alguien pudiera verle desde la calle o los edificios colindantes. Pero nada de esto ocurrió y el iracundo marido volvió a meterse en casa. Mientras a mí, se me escapaba un ruidoso suspiro de alivio. Viendo que al menos de momento el improvisado Casanova parecía haberse librado. Si bien no podía decirse que su situación fuera precisamente airosa. Acorralado en pelotas, en el balcón de un piso deshabitado.
Viendo que empezaba a frotarse las piernas con gesto vigoroso por un momento pensé que pudiera haberse lesionado en la caída. Hasta que empezó a frotarse el resto del cuerpo y comprendí que estaba aterido de frío. La temperatura exterior era de cuatro grados, comprobé. Oteando en la distancia el indicador digital que coronaba la parada del autobús, al final de la calle. No me extrañó pues que el pobre estuviera tiritando visiblemente. De poco le iban a servir aquellas friegas de seguir mucho rato en semejantes circunstancias. Pensé contrariado con la suerte del desconocido, que me estaba empezando a caer bien. Como atraída por mis pensamientos, surgió entonces la esposa incestuosa que se materializó en su balcón con aire apresurado. Envuelta en una bonita bata de seda rosa que se ceñía perfectamente a una agraciada figura. Puede que no fuera una topmodel, pero estaba espléndida en su papel de amante adultera. Con la espesa melena de un negro azabache revuelta y desordenada sirviendo de marco a un rostro angelical. En cuya expresión se adivinaba un profundo desconcierto. Mientras miraba en todas direcciones en busca de su escurridizo amante. Decidí entonces, no se por qué intervenir apartando la cortina desde tras la cual había estado observando todo aquel desbarajuste. Me vio al instante, nuestras miradas se encontraron como si las hubieran conectado automáticamente. Sobresaltada, apunto estuvo de retroceder sin darme tiempo a indicarle por señas que mirara hacia el piso inferior. Braceando desesperado conseguí que comprendiera lo que intentaba decirle, esbozo entonces una sonrisa forzada mientras asentía un par de veces con evidente satisfacción. Para a continuación dar medía vuelta y desaparecer en el interior del piso. Regresó casi al instante cargada con un fardo de ropa. Desde luego era una mujer decidida. Pensé observándola inclinarse sobre la barandilla y llamar la atención del desconocido. Antes de dejar caer la ropa que el consiguió atrapar al vuelo. A excepción de uno de los zapatos que se le escapó y fue a parar sobre la acera. Escasa perdida para una operación que parecía perfectamente coordinada y que no debió de durar más de siete u ocho segundos, y en la que mi a mi díscola vecina aún le dio tiempo a mandarme un beso desde el otro lado de la calle. Antes de regresar a la trifulca domestica con su furibundo esposo.

Tras los agobiantes momentos de apuro aquel último gesto consiguió arrancarme una sonora carcajada satisfecha. Que murió casi al instante con la nueva irrupción en el balcón del cada vez más patético marido. Seguramente habría puesto patas arriba el apartamento buscando a una presa que sabía cerca, pero que parecía haberse esfumado. Plantado en el centro del balcón parecía una fiera enjaulada capaz de despedazar a quien se le acercara. - Hay que hacerle volver al redil no vaya a fastidiarla a última hora.- Pensé dejándome llevar nuevamente por mi recién estrenado papel de ángel de la guarda.
- Buenos días- Grité abriendo la ventana y saliendo a mí balcón luciendo la más amistosa de las sonrisas.- ¿Vaya día verdad? Esta haciendo un frío de cojones.- Añadí ganándome una taladrante mirada más gélida que el ambiente que se respiraba.
- Anda y que te den – Fue la exigua aun que contundente respuesta de mi malhumorado vecino. Antes de desaparecer cerrando su corredera con una brusco chasquido que resonó como un tiro en el silencio de la calle. En tanto que desde el balcón del primer piso mi anónimo protegido me dedicaba una exagerada reverencia de pleno agradecimiento.

Nos encontramos en el portal de mi casa, desde donde tras un caluroso apretón de manos. Fuimos derechitos al bar más cercano para conversar dando cuenta de un par de buenos carajillos bien cargados. Después de vestirse apresuradamente, mientras yo hacia lo mismo en mi casa sin perderle de vista ni un instante. Ezequiel, que así me había confesado que se llamaba. Solucionó la cuestión de cómo descolgarse desde el balcón hasta el suelo, utilizando un par de trozos de cuerda de tender que encontró enrollados a la barandilla. El resto fue coser y cantar en cuanto estuvo en la acera y recupero su zapato, cruzó la calle para venir a mi encuentro.- Esto hay que celebrarlo- Fueron sus primeras palabras. Y en esas estábamos dando cuenta de otro par de carajillos. Mientras por descontado satisfacía mi curiosidad por conocer el resto de la historia. No podía negarse me debía una gorda.

Aparte de muy ilustre profesor de la facultad de empresariales Agustín Requejo era un consumado seductor de jovencitas. Al que gustaba presumir de sus conquistas delante de los demás. Al parecer había llevado una vida de lo más entretenida hasta que cinco años atrás había sufrido un infarto del que aun que salió sin se cuelas. Le quedó un amargo recuerdo, decidió entonces sentar cabeza y encauzar su vida buscando una compañera estable. Amalia fue la elegida. Profesora de música, era culta agraciada y vio en el al hombre con quien romper su soltería. Los doce años de diferencia no fueron obstáculo durante los primeros tiempos. Hasta que el bueno de Don Agustín volvió a las andadas y busco un poco de emoción extraconyugal. Seguía teniendo recursos para atraer la atención de mujeres más joven que él y no pudo resistirse a la tentación. Una vez y otra, hasta que Amalía le pilló. Tras unos meses de reiterados intentos para que le perdonara, él consiguió hacer las paces. Todo volvió pues a la normalidad. Aun que el tubo que permitirla aceptar la oferta de una academia, para impartir clases tres tardes a la semana. Además de un dinero extra aquello le daba a Amalia la posibilidad de conocer gente nueva de relacionarse. A Don Agustín la idea no le pareció tan atractiva, empezó a desconfiar de la actitud independiente y abierta de su mujer. Ella no necesitaba dar clases particulares o podía darlas en casa. Detestaba tantas salidas tanto ir y venir, ella estaba radiante y el mosqueado.- Creó que me la esta pegando con uno de sus compañeros.- Dijo Don Agustín a Ezequiel cuando fue a visitarle a su despacho, para encargarle un seguimiento.
-¿Se la pegaba?- Indagué impaciente interrumpiendo el relato.
- No - Respondió mi nuevo amigo con una medía sonrisa que se ensancho al ver mi expresión contrariada.- No, ya en aquel momento. Se había peleado con aquel profesor de solfeo, con el que había pretendido vengarse de su marido. En el fondo aquello no le gustaba en absoluto. – Añadió Ezequiel con una mueca triunfal. Había tardado casi un mes en descubrir la historia del flautista como ella lo llamaba. Un mes de seguimientos constantes en los que llegó a conocerla muy bien. Pero en el que no se cometió ni la más pequeña infidelidad. Amalia estaba dispuesta a seguir viviendo su vida con su marido sin más historias raras. Pero el no lo tenía tan claro. El que Ezequiel no encontrara pruebas ni le hubiera hablado de lo del flautista. No convencía a un marido cuyo propio sentimiento de culpa le hacia desconfiar plenamente. Tenía que haber algo.
- Ese condenado cabrón consiguió que me acabara gustando su parienta. Ella intentando ser buena y el de picos pardos y tratándola de furcia desvergonzada. Tócate los huevos, con el santo barón.- Espetó Ezequiel con amargura- Decidí buscarle las vueltas a la gachí, y plantárselos al muy cabrón con banderillas picador y banda de música. Que se los tiene bien merecidos. Total cuando se canso de oírme decir que su mujer era una santa me despidió, sin abonar el último recibo.- Zanjó sacando la cartera y abonando la cuenta. –Quien sabe igual me buscó sustituto tendré que preguntar entre los colegas.- Comentó irónico mientras salíamos del local, el tibio sol invernal empezaba a despuntar en el cielo.
- No olvides que estoy en deuda contigo - Repitió una vez más mientras se alejaba tras despedirnos con un abrazo.- Lo que haga falta.- Insistió mientras paraba un taxi al que le vi subir con gesto cansado. Desde luego era todo un personaje. Pensé mirando otra vez la tarjeta que me había dado.-Ezequiel Pancorbo detective privado- Leí en voz alta, todo un personaje si señor.